Tenía que ser él. Me enamoré de la forma en que me miraba, en el reflejo que sus ojos guardaban, y en la chispa que se notaba. En su sonrisa torcida, sus labios en curva de lado, mirando mis ojos, mis manos, mi cabello, todo y nada a la vez. Supe que tenía que ser el indicado porque no se fijó en mi ropa, en el color de mis prendas, ni el la marca de mis etiquetas. No miro mis zapatos, ni en mi bolsa de mano, y tampoco mi cuerpo. Sólo me miraba a mi, directo a mis ojos, con un brillo sorprendente que me hacía arder por dentro por tan solo mirarlo. Supe que sería el cuando tomo mi mano y la acaricio suavemente, tomando un mechón de mi cabello mientras lo enredaba en sus dedos. Sin duda, supe que tenía que ser el cuando se acercó a mi cuello, inhaló profundamente y y llevo uno de sus dedos a mis labios susurrando despacio "A partir de ahora somos nosotros".