[10]

3.1K 368 117
                                    

    — ¿Qué diablos has echo con tu vida, Amanda?   — pregunté con algo de rabia.

Me miró, y luego rió. Como si se estuviera riendo de mi simplemente por preguntar en qué diablos estaba metida. Vive en la calle, se droga, ahora faltaría que se una a los narcotraficantes.

    — He echo con mi vida lo que quise hacer siempre, ser libre — respondió desechando su cigarro — sin moscas que te molesten, sin nadie que te juzgue por ser como eres.

    — Necesito que me digas la verdad   — hablé y tomé un poco de aire — ¿donde y cómo vives?

    — ¿Quieres que te lleve?   — dijo sarcástica — ven conmigo, mi pequeña Alaska. Encontrarás monstruos en el camino, bestias que te asusten, y sobre todo, veras con tus propios ojos mi triste pero al mismo tiempo bella realidad.

  — Eso no sonó bien  — respondí con la mirada baja, intentando ocultar mi sonrisa.

    — Ese es el punto, cariño   — dijo riendo mientras me tomó del brazo  — anda, vamos juntas al país de las maravillas.

    — Eres una maldita chistosa, Amanda... Realmente lo eres   — contesté caminando, sin quitar mi sonrisa al ver como ella sonreía también.

Así nos dirigimos a las afueras del parque. La seguía mientras ella miraba a los alrededores, con una actitud cerrada y pensativa. De vez en cuando intercambiábamos miradas, dibujando una pequeña pero notable sonrisa en nuestros rostros.

  — ¿Puedo hacerte una pregunta?  — murmuré sin esperanzas de que me escuchara.

    — ¿Qué sucede?   — susurró.

    — ¿Qué es para ti, ser una psicópata?  — pregunté curiosa, mientras su sonrisa se agrandó una vez más. 

    — Mhm... Pues, mira... desde el punto de vista de la sociedad en la que vivimos, un psicópata es alguien cínico, que mata, que destruye, que destripa corazones, caníbales y chupa sangre...  —tomó aire luego de soltar una carcajada — pero en verdad... un psicópata, puede ser cualquiera. Desde un niño hasta un anciano. Desde la flor más pequeña hasta la más peligrosa... simplemente se trata de tener inteligencia. Ser alguien llamado con esa característica, es alguien que es cerrado, pero sospechan que andan en cosas malas, aún así es mil veces más inteligente que alguien que no es psicótico  — me miró  —  ser un o una psicópata, se trata de alguien que sufre un trastorno de personalidad, que se guía con la violencia, porque no conocen otro método. Es como manejar un carro que va a máxima velocidad, pero con frenos defectuosos. Lo que no saben, es que hay millones de tipos de Psicópatas, unos peligrosos, otros carismáticos, otros mentirosos, otros pedófilos, y otros que habitan entre nosotros con el objetivo de ser uno más.

    — Oh...   — dije con un grán nudo de pensamientos sueltos  — ¿tú que eres?

    — Nací en la violencia, mis padres me maltrataban todo el tiempo, no conozco otra cosa más que golpear para poder defenderme. He leído millones de libros en mis tiempos libres, siempre me escapaba para ir a una que otra biblioteca. Soy ansiosa, mentirosa, narcisista, y una asesina por haberle cortado el cuello a mi madre. En fin, puedo ser llamada psicópata por muchos, pero no soy de esas que viven de sangre, o que les gusta ir por la vida con una hacha más grande que el tamaño del individuo. Todo lo contrario, soy una persona, con acciones psicópatas, pero después de todo soy un humano más que intenta ser como otros  — respondió con sus manos en los bolsillos de sus jeans, sin dejar de perder el ritmo de la caminata.

    Me quedé sin decir nada, pues no tenía más palabras que pudiera procesar. Así, llegamos a un barrio, donde el piso era pura tierra y las casas estaban defectuosas, al llegar, hombres y mujeres no despegaron nuestra vista de nosotras. Yo estaba algo nerviosa y preocupada, aún así Amanda parecía mantener la calma, sin perder aquella sonrisa que no había olvidado desde que la había encontrado.

  — Llegamos  — dijo deteniendo nuestra caminata en unas casas que estaban amontonadas, o así parecía ser.

    — Vaya...

Entramos, un hombre  —o eso aparentaba— nos apuntó con una arma de fuego en la cabeza a ambas antes de entrar, mi corazón se iba a salir de mi boca.

    — Tranquilo, idiota. Soy Amanda, ella es mi... prima.  

    — ¿Me estás mintiendo, verdad, estúpida?   — gritó aquel hombre haciendo que me tambaleara  —  esta chica no es tu prima.

    — Te dije que es mi prima, y eso es  — respondió con tranquilidad.

Nos dejó pasar y pude ver como ella apoyó su mano en mi hombro, mientras miraba alrededor cuidadosa.

    — Siéntate, iré por algo de tomar  — dijo y se fue a lo que parecía ser una cocina.

Realmente tenía miedo. El lugar aparentaba algo extraño, las paredes no tenían color y la mayoría de la sillas estaban completamente destruidas. Había un sillón, que estaba un poco... desgastado y debajo de el lo que parecía ser un colchón sucio.

    — Alaska...  —susurró—te suplico que me perdones por lo que voy a hacer...  

Giré mi cabeza, y pude ver una arma que apuntaba en mi frente, la que la sostenía era aquella rubia que había conocido en la sal de chat. Con los ojos profundamente marrones llorosos y las mejillas sucias con maquillaje. Mi mundo se detuvo cuando ella apretó el gatillo

Amanda se había disparado.


     



Chat Psicópata. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora