Capítulo 3

1.5K 84 32
                                    

Llevaba un mes. Un maldito mes y cada vez resistía menos. No podía soportarlo más. Me pasaba la mayor parte del día inconsciente. Esta última semana había sido peor. Ya no iba a la sala de la tortura (la había bautizado así) una vez a la semana, más o menos ya que no controlaba el tiempo, si no que iba cada día. Cada día era o tortazos o latigazos. Esto último era lo peor. Las heridas no se curaban y me dolían un cojón y medio. No podía más. Quería morir.
No había vuelto a ver a Taylor. Me había dicho que era policía y que sus amigos iban a sacarme de aquí pero, ¿y si no lo era? ¿y si me había dicho eso para que pensara que tenía esperanza? ¿o era que les estaba costando mucho salir de aquí? Fuese lo que fuese, necesitaba salir. Ver la luz del día, sentirme segura. Ver a mis padres, mis amigos... Incluso ir a clase. Necesitaba mi vida, donde mi única preocupación era el tener que levantarme cada día como un zombi por el mero hecho de haberme quedado la noche anterior leyendo hasta las tantas. Sin poder evitarlo, me eché a llorar. Si quiera sabía cómo podía seguir llorando, pensaba que las lágrimas ya se me habían acabado.
No sé después de cuanto tiempo que abrieron la puerta. Estaba sentada en una esquina y me arrinconé más. No quería volver a aquella sala. Cuando se abrió, pude ver a Taylor. Suspiré. Cerró detrás de él y se acercó a mí. Se agachó delante de mí.
-No puedo quedarme mucho tiempo aquí.- le miré.
-¿Qué?
-Me voy. He recogido toda la información que necesitaba, si estoy fuera seré más útil.
-Llévame contigo.- le pedí entre sollozos.
-Voy a volver con una tropa entera y vamos a sacarte de aquí.
-No puedo aguantar más. Por favor.
-Lo siento tanto... No vas a estar mucho más aquí, lo prometo.
-¿Cuándo te vas?
-Ésta noche. Cuanto antes salga yo, antes te sacaremos de aquí.- asentí.
Se levantó y me ayudó a levantarme. Me abrazó con muchísimo cuidado de no hacerme daño en las heridas de la espalda y, en cuanto se separó, se fue sin mirar atrás.
Me senté en el sofá y me quedé mirando un punto fijo.
Tiempo después, abrieron la puerta. Era otro chico al cual no había visto nunca.
-A la ducha.- me ordenó.
Me levanté poco a poco y el chico me cogió del brazo violentamente. Me condujo por los oscuros y asquerosos pasillos y me metió en un cubículo dónde había una pequeña ducha.
-El jefe ha ordenado que te pongas una ropa cuando salgas.-me informó.
No le contesté. A saber que ropa sería.
Había echado tantísimo de menos una ducha. Cuando acabé me enrollé en una toalla que me había dejado ahí el chico y salí. Cuando vi la "ropa" me quedé pasmada. Ni de coña me ponía yo eso.
-¡Espabila!- me gritó el chico.
-¡No pienso ponerme esto!
-¡O te lo pones o sales desnuda!
Aquello no era ropa. Aquello era lencería. Yo no tenía cuerpo para llevar eso y, además, ni de coña quería que me vieran medio desnuda. El chico de afuera me amenazó con entrar si no salía ya. Genial. Me puse el corsé de lencería negro de muy mala gana y salí mientras mantenía mis brazos cruzados para "tapar" todo lo que pudiera. El chico se quedó mirando. Bajé la mirada. Esto era muy incómodo. El chico sonrió de mala manera y me cogió brutamente del brazo. Cuando pasamos de mi cuarto me bajó un sudor frío.
-Te has pasado mi habitación.
-No vamos ahí.
No, no, no. A la sala de las torturas no. Por favor. Empecé a forcejear, gritar y llorar y, para lo único que sirvió, fue para que al llegar me lanzara contra el suelo. Joder. Debía dar muchísima pena allí en el suelo con esa ropa.
El chico se fue y me dejó en aquella habitación que tanto pánico me daba. La segunda puerta (la primera vez que estaba allí, el jefe entró por ella) se abrió y me dejó ver a grandullón, el jefe y un chico con la cabeza bajada para que no pudiera verle.
-Mira que tenemos aquí.- dijo el jefe.-Átala.- le ordenó a grandullón.
-Por favor no.- supliqué llorando.
No sirvió para nada. Me cogió de los brazos y me dejó colgando de ellos. Tenía que ponerme de puntillas para llegar al suelo.
-Al final la niña no está tan mal, ¿eh?
-Por favor.- supliqué entre sollozos.
-¿Por favor qué?-dijo sonriendo.- ¿Sabes? A mi hijo siempre le has gustado.
-Pero si no lo conozco.
-Claro que lo haces. ¿Verdad que sí, hijo? - le preguntó al chico. Éste levantó la cabeza. No. Puede. Ser.
-¡Adam! ¡Ayúdame! Por favor...- estaba desesperada.
-Toda tuya, hijo.
Se acercó. Moví las piernas para que no se acercara a mi, pero no conseguí nada.
-Adam, por favor.- supliqué.
-Hijo, espabila. Nosotros dos estaremos fuera.
Y se fueron. No podía hacerme esto. No podía quitarme la virginidad. No podía pasarme esto a mi.
-¡Quieres callarte!- me gritó.
-¿Qué te he hecho?- dije llorando.
-Nada, ese es el problema. No puedo hacerte daño. ¡Me gustabas! No sé por qué mi padre te tiene aquí pero no puedo hacerte nada.
-No me hagas daño, por favor.
-¡ADAM! ¡ESPABILA! ¡NO HE MALGASTADO UN DÍA PARA QUE TÚ NO HAGAS NADA!- gritó su padre desde fuera.
-Lo siento.
Me puso la mano en la boca. Creo que llevaba lo mismo que utilizaron para traerme hasta allí, porque no recuerdo nada aparte de un oscuro vacío.
Me desperté en mi habitación. Genial. Mi ropa estaba hecha una bola encima del sofá. Me levanté y noté un dolor agudo en mi feminidad. No, no, no, no. Me quité el corsé de mierda. Tenía coágulos de sangre en mis pechos. Me había hecho chupetones. Esto no podía estar pasando. Me eché a llorar y caí al suelo. No sabía cuanto tiempo llevaba y me habían dado tortazos, latigazos y me habían violado estando yo inconsciente. ¿Por qué me tenía que pasar esto a mi? No había hecho nada, me repetí mil veces en la cabeza. No paraba de llorar. Me habían quitado algo que ya no podría volver a tenerla.

Estaba tumbada en el sofá con toda mi ropa puesta, imaginándome como habría sido mi primera vez. Él me preguntaría si estaba lista y yo asentiría, nos besaríamos y, durante el acto él me preguntaría si quería que siguiera por si me dolía. Y ahora todo eso a la mierda. Nunca había sido una persona romántica y el tener pareja me daba bastante asco, pero habían cosas que siempre había soñado en algo cursi y perfecto. Y todo se había ido a la mierda. ¿Cuánto tiempo llevaría allí? ¿Por qué nadie me sacaba de aquí? Preguntas que se repetían mil veces en mi cabeza y nadie podía contestar.
Grandullón entró con una bandeja de comida.
-¿Te duele?- preguntó.
-¿El qué?
-Todo, en general.
-¿Y a ti qué más te da?
-Me da porque tengo una hija pequeña. No querría que la violaran y la torturaran como lo están haciendo contigo.
-Pues sácame de aquí.
-No puedo. Es más complicado de lo que piensas.
-¿Algún día saldré de aquí?- dije entre lágrimas.
-No lo sé. Ahora come y calla.
-¿Cuánto tiempo llevo aquí?
-2 meses. Aunque te pasas el día inconsciente.
Comí poco a poco, saboreando la comida, ya que no sabía cuando volvería a comer. Necesitaba salir de allí. No podía aguantar más los latigazos. No podía aguantar nada más.
Entraron a mi cuarto y levanté la vista del suelo. No, no, no.
-Levántate.- obedecí al jefe.- Ponte el corsé.
-Por favor, no.- supliqué. Me dio un bofetón.
-Póntelo, y que no me entere que mi hijo vuelve a sedarte. Quiero que te enteres, ¿entendido?- asentí.
Salió dejándome sola. Me puse aquella prenda de ropa. Cuando acabé, me senté en el sofá y, minutos después volvió a entrar.
-Póntelos.- dijo lanzándome unos tacones negros.- A mi hijo les pone mucho.
Yo no sabía andar con tacones. Genial. Me los puse y me levanté. Casi me caigo. El jefe me cogió del brazo y se dirigió a la sala de siempre. Cuando llegamos, me tiró al suelo. Me puse a llorar. Y después, grandullón y Adam entraron y me puse a llorar más fuerte.
-Ni se te ocurra drogarla, quiero que sufra.- le dijo a su hijo, para después irse seguido de grandullón.
Adam me miró. Ya no sentía la lástima del otro día. Tenía una mirada diferente. Mierda, mierda, mierda y más mierda. Me cogió del brazo y, me pegó a la pared.
-Adam, por favor.
-No, por favor, no. Cállate y no me hagas ponerte una venda en la boca.

Lo sentí todo. Los latigazos no eran lo peor. Esto si lo era. No podía más conmigo misma. Quería morirme. Quería morirme de tal manera...
Había vuelto a perder la cuenta de cuanto tiempo llevaba allí. Cada día me hacían algo y luego perdía la consciencia.
Un chico entró y me llevó a la ducha. Cuando salí, me puse mi ropa y le dije al chico que había acabado.
-¿Tienes muchas heridas?- preguntó.
-Las suficientes como para querer desaparecer. ¿Cuánto llevo aquí?
-¿En serio quieres saberlo?- asentí.- 3 meses y pocos días.
Llegué a mi cuarto y el chico no se fue. Le miré.
-Vete.
-Háblale de la llave. Dudo que salgas si no.
-¡No sé de qué puta llave hablas!
-Joder...- dijo antes de salir.

Me quedé en la esquina de siempre llorando. No sé cuánto tiempo podría aguantar. 3 meses y pico llevaba ya. Increíble como mi vida ha pasado de una vida normal a estar secuestrada por algo que ni sabía. Noté como la puerta se abría. Y entró rápidamente un chico para cerrar la puerta detrás de él.

- Por favor, no me hagas más daño.
- Vengo a sacarte de aquí. ¿Tienes todo lo que necesitas?- preguntó. Asentí desconcertada.
- ¿Eres amigo de Taylor?- asintió.
- Venga, no podemos perder tiempo, ¿cómo estás para correr?- me levanté y me mareé.- Acércate. No voy a hacerte daño.

Me acerqué a él y me cogió con cuidado. ¿Cuánto tiempo hacía que nadie me trataba bien? Abrió la puerta y caminó conmigo encima, con mucho cuidado. Habían agentes de policía por todos lados. Cuando alguien se acercó, todos se pusieron en alerta y el chico con el que iba empezó a correr por pasillos que nunca había visto en todo el tiempo que llevaba allí. De repente, abrió una puerta y sentí aire en mi cara. Aire de verdad. También podía ver la luna. Estaba fuera. Había salido. No me di cuenta que me había puesto a llorar hasta que noté como las lágrimas se me congelaban por el frío aire. Había un helicóptero. El chico que me llevaba alargó una mano a la escalerilla y empezó a subir conmigo y cerró la puerta en cuanto me dejó en un asiento. Me encogí y empecé a llorar. Estaba fuera. Estaba libre.

- ¿Estás bien?- me preguntó. Negué.

No lo estaba. Había sufrido muchísimo ahí dentro.

- Mel, ya estás a salvo.- me afirmó.
- Gracias.- le abracé entre lágrimas.
- Soy el agente Mendes.- se presentó.- Llámame Shawn.

-----------------------------------------------------------
¡Hey! ¿Qué tal? ¡POR FIN APARECIÓ SHAWN! Dios tenía tantísimas ganas de empezar a escribir con él. Espero que os vaya gustando, os aprecio mucho, muchísimo♡

Secuestrada. |Shawn Mendes|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora