Capítulo 2

1.8K 70 15
                                    

Me desperté muy desorientada. No recordaba nada de lo que había pasado. A medida que iba abriendo los ojos, me empecé a situar. Era un lugar oscuro y bastante anti higiénico. Estaba tumbada en un pequeño sofá que, cualquiera que lo viera, se querría deshacer de él. Mierda, mierda, mierda. Me levanté de allí a toda hostia. Sin ninguna esperanza, busqué mi teléfono por todos lados. Nada. Fui hasta la puerta de metal que había y empecé a dar golpes en ella.
- ¡¿Hola?! ¿Hay alguien ahí? ¡Ayuda!

Grité. Y volví a gritar. Y me pasé no sé cuánto tiempo gritando, sin ningún resultado. Volví a sentarme en el sofá y me estiré de los pelos. Sin poder controlarlo, empecé a llorar. Esto no podía pasarme a mí. Ni siquiera estaba delgada, nadie me querría (quiero decir, ¿quién querría a una gorda para hacer cualquier cosa, sea el que sea el motivo el cuál estaba allí?). Tampoco había hecho nada malo, es más, los demás me habían hecho muchas putadas. Necesitaba salir de ahí pero no sabía cómo. No había ventana, nadie abría, no tenía mi móvil... No iba a rendirme tan fácilmente. Me moví por toda la pequeña habitación, intentando encontrar cualquier cosa que diera a un pequeño pasillo secreto (había visto demasiadas series y películas, lo sabía) pero no di con nada. Me sentí tan inútil en ese momento, joder. ¿Qué pasaba ahora con mis padres? ¿Se habrían dado cuenta? ¿Cuánto tiempo llevaba aquí? Volví al pequeño y asqueroso sofá y me encogí en él. 

Estaba medio dormida cuando escuché la puerta abrirse. Mierda, mierda, mierda. Por ella entró un hombre (creo) todo vestido de negro, con un pasamontañas el cual solo dejaba ver los labios y los ojos. Mierda y más mierda. Éstas cosas solo me tenían que pasar a mi. 

- Levántate.- vale, sí, era un hombre. Un hombre con la voz más aterradora que jamás había escuchado en mis 15 años.- ¡Te he dicho que te levantes!- me gritó. Joder. Le obedecí. 

Me cogió violentamente del brazo y me empujó para que saliera. No sé qué era peor, si el cuchitril donde yo había estado o ese pasillo el cual la única luz que podía apreciarse era al final, que parecía estar a kilómetros. Al grandullón no le importó lo terrorífico o asqueroso que pareciera, porque siguió empujándome hasta que llegamos hasta la luz y, cabe añadir, que me puse a chillar y llorar como histérica al solo dar un paso. En cuanto llegamos, me empujó y caí al suelo, bueno, el equilibrio nunca había sido lo mío. 

- Niña levántate.

Obedecí. Estaba temblando cuando noté que había otra puerta y ésta se estaba abriendo. De ella apareció un hombre que, al igual que grandullón, llevaba un pasamontañas en la cabeza.

- Por fin te veo. Has estado dos días inconsciente. Estaba por matarte y sacar respuestas de otro lado. 

¡¿Dos días?! ¡¿Matarme?! ¡¿Y qué respuestas quería de mí?!

- Soy un conocido de tu familia. ¿No  has oído hablar de mí?- negué lentamente.- Contéstame.

- N..no.- dije al borde de las lágrimas.

- Qué lástima. Estaba seguro que sí. 

- Déjeme salir de aquí, por favor.- dije llorando. Se acercó y me dio un bofetón. 

- Niña insolente. De aquí no sales hasta que yo lo quiera. 

- Por favor.- supliqué entre sollozos.

Me volvió a dar otra bofetada. Me llevaron hasta una sala y me ataron a una silla de pies y manos. Estúpido grandullón. 

- Vas a darme respuestas, niña.

No sé cuanto tiempo había estado en esa sala. Tampoco notaba el dolor en mis mejillas apenas. Había recibido muchos tortazos en ellas. 

- Continuaremos mañana y así será hasta que hables.- me amenazó.- Llévate a la cría de aquí.- le ordenó a grandullón. 

Secuestrada. |Shawn Mendes|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora