El viento azotaba sin duelo la parte más alta de La Villa. Yo me encontraba, como siempre, trabajando en la tienda de electrodomésticos de mi padre.
Ese día, como cada vez que faltaba mi primo Toni, el trabajo había sido agotador. Me había tocado a mí sola descargar el camión, colocar la mercancía y preparar los albaranes y facturas, a la vez que atender a los clientes que iban llegando.
La hora de terminar se iba acercando y ya no veía el momento de poder escabullirme de allí para irme a mi pequeño rincón a seguir escribiendo mi novela. El teléfono sonó atrasando el momento tan esperado para mí. Entorné los ojos.
—Electrodomésticos Montemar, ¿dígame? —pronuncié de memoria.
—Te estoy esperando a la puerta de tu casa y, ¿así me vas a tratar?
— ¡Leila, estás loca! — No pude evitar soltar una pequeña carcajada—. ¿Qué haces allí?
—Eva y Michel nos están esperando en el bar de siempre —dijo utilizando su voz angelical.
—Te dije que no iba a salir hoy. — Intenté sonar dura e inflexible, pero eso no servía con mi amiga.
—Lo sé, pero ha habido un cambio de planes. Eva se marcha pasado mañana y vamos a quedar para despedirla como merece. — Eva era una más de nuestro pequeño grupo, y se iba a estudiar a Londres para aprender bien el idioma.
—Está bien, nos vemos allí. — Acabé por ceder. No podía negarme a despedirme de una de mis mejores amigas.
Colgué rápidamente el teléfono ya que mi padre estaba esperando impaciente para decirme algo.
—Ya era hora, Leila habla demasiado —dijo mi padre con tono de burla. Mi amiga podía ser algo cargante, pero todo el mundo la adoraba.
—No lo sabes bien, papi. ¿Se te ofrece algo? — Fui una incauta al hacer semejante pregunta.
—Si, hija. Si ya has terminado con esas facturas, encárgate de limpiar y dejarlo todo listo para mañana, yo me voy ya. — No me lo podía creer. ¿Limpiar? Eso ya era demasiado, Toni iba a tener que vérselas conmigo.
—Pero papá, no he parado en todo el día y estoy cansada. Los chicos me están esperando para la despedida de Eva y no quiero llegar más tarde. Además, ¿dónde vás con tanta prisa? — La expresión de mi padre cambió por completo.
—No hay más que hablar, limpia todo. — Fue su única respuesta. No se me pasó por alto el detalle de que no me hubiera contado a dónde iba. Mi padre siempre se quedaba a limpiar y a ayudar en lo que hiciera falta. Era el último en salir de la tienda, día tras día.
—¿Pasa algo, papá? —pregunté con intriga.
—El abogado me está esperando. — Y se fue rápidamente. Oh, así que era eso.
Me dispongo a limpiarlo y organizarlo todo, y me animo a mi misma pensando: "Vamos Laura, ésto tampoco es tan grande". Aunque lo cierto era que no me convencía de continuar con ánimos.
Es cierto que no era muy grande, era un local ancho pero no muy largo. Con todo tipo de electrodomésticos y piezas distribuidos en estanterías y soportes colocados a los lados de las paredes y de un stand grande en el centro. A la izquierda de la entrada se encontraba el mostrador, desde una puerta en la parte trasera se accedía al gran almacén, formado por larguísimas estanterías que llegaban casi hasta el techo y para llegar a las cajas más altas había que utilizar una "mini-grúa".
Una hora y media después, al fin terminé. Apagué la caja registradora y cuando iba a hacer lo mismo con las luces mi móvil sonó:
"Hola Laura, estoy en tu casa. Te espero aquí con el tío Quique. He traído la cena."
Era Toni, mi primo, el que se había ausentado del trabajo todo el día, como hacía cada vez que le apetecía. Nunca le he preguntado qué hace durante sus ausencias, no lo quiero saber. Toni siempre ha sido el gran rompecorazones de La Villa y ya me sé de memoria sus andanzas.
Nunca se lleva bronca por faltar al trabajo, mi padre lo adora. Tal vez porque era huérfano desde hacía muchos años y había apreciado mucho a su madre, mi tía Sara. O tal vez porque era muy bueno con mi padre, siempre le obedecía, le ayudaba en todo y le hacía la pelota. Sea por lo que sea, él siempre se salía con la suya y yo pagaba con sus consecuencias.
Aparté éstos pensamientos porque no tenía ganas de enfadarme, y me dispuse a cerrarlo todo e irme por fin a la cita que tenía con mis amigos.
Leila se había cansado de esperar a la puerta de mi casa y se había ido para el bar. Genial, ahora me tocaba hacer el camino al completo yo sola, lo que me dio tiempo para pensar.
No podía estar enfadada con Toni, él siempre me cubría en todo y lo menos que podía hacer era corresponderle. A final de cuentas, ¿qué me costaba trabajar un poco más? Él merecía que lo tratara bien. Después de quedarse solo había sufrido mucho y le había costado muchos años volver a ser el mismo.
Casi sin darme cuenta, me encontraba frente a la puerta del bar. No tardé en divisar a Michel, que debía estar esperándome. Silbé para hacerme notar.
— ¡Laura! —exclamó con alegría mientras se dirigía hacia mi para abrazarme. Correspondí con alegría.
— ¿Cómo estás, pardillo? — Entornó los ojos a modo de respuesta.
—Has tardado mucho, ¿tu primo se ha vuelto a escaquear, verdad? — No sé cómo lo hace, pero Michel siempre da en el clavo.
—Pleno —pronuncié mientras colocaba las manos en forma de pistola y hacía el gesto típico de pegar un tiro.
—Bueno, es momento de diversión. Vamos. — Acabó la frase mientras tiraba de mi mano hacia el interior del pub.
Siempre quedábamos en el mismo sitio, nos gustaba mucho. Era un bar pequeño, acogedor, poco transitado y con buena música. Recordaba ir por allí desde que era una adolescente alocada, a la que nada le detenía.
Al fondo a la derecha, en el mismo sitio de siempre, estaban Leila y Eva. No tardaron en vernos llegar y se levantaron rápidamente para saludarme con un tierno abrazo. Poco después, ya estábamos sentados en círculo, alrededor de nuestra mesa de siempre.
—Siento la tardanza, chicos. ¿Cómo es que se ha adelantado tu viaje? — Me dirigí directamente hacia Eva. Hasta ese momento pensábamos que se iría la próxima semana y ese cambio de planes había sido muy repentino.
—Mi madre, ya sabes. Quiere irse para la capital y no acepta que me quede sola en casa. — A la vez que hablaba rodó los ojos, un gesto típico en ella. Asentí a modo de respuesta.
—¿Y tú, por qué has tardado tanto? —preguntó Leila mientras me daba un buen codazo.
—Ya sabes, el idiota de Toni la ha vuelto a dejar tirada. — Michel respondió por mí. Era un claro enemigo de mi primo y siempre he creído que se debía a los celos. Toni siempre se lleva a todas las chicas guapas y no levanta pasiones entre el público masculino.
—No lo llames así. — Ahora saltaba Eva en su defensa. Una de tantas que llevaba desde la infancia enamorada de mi primo. Sería capaz de hacer cualquier cosa por él, aunque ni siquiera supiera que ella existía.
—Ya vale, chicos. — Decidí intervenir. —Sí, Toni me ha dejado tirada pero he tardado más porque mi padre no ha podido limpiar y tuve que hacerlo yo —aclaré.
— ¿Le ha ocurrido algo a tu padre? —preguntó Leila con preocupación. De inmediato negué con la cabeza.
—Había quedado otra vez con el abogado. — Fue mi única respuesta. El tono alegre y jovial de la conversación, cambió por completo.
—¿Cómo va ese tema? — Michel fue el único que se atrevió a preguntar.
—Sin cambios. Ya hace seis meses que se fue y no sabemos nada de ella —dije escueta.
—Estará viviendo la vida loca con algún buenorro... — No pudo terminar la frase.
— ¡Leila, no seas burra! — Reprendió Eva.
—Tranquilos, no pasa nada. No me afecta lo que haga esa mujer —dije friamente.
—Es tu madre, Laura. Ya la perdonarás. — Me animó Michel.
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La búsqueda de la verdad.
Bí ẩn / Giật gânHISTORIA EN EDICIÓN ¿Hasta dónde serías capaz de llegar por encontrar respuestas? ¿Y por tus seres queridos? La búsqueda de la verdad sobre su vida, empezó con una tragedia. La joven Laura se verá en torno a una espiral de drogas, asesinatos y sobre...