Preámbulo: La feria

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La feria estaba tocando a su fin y menos mal, había sido un día agotador.


Mi hermana había insistido tanto en venir aquí que no me había quedado más remedio que acudir para acompañarla. Si mi padre nos hubiera visto diría que alguien nos había cambiado los cerebros, palabras que había pronunciado desde que nacimos. En especial, recordaba uno de esos episodios.


—No me lo puedo creer, Nuria —repetía por enésima vez.


—Hazme el favor de calmarte, es sólo un juguete. —Mi madre me había comprado el capricho del año: una cocina de plástico equipada al completo. Mi sueño hecho realidad.


— ¿Un juguete? ¡No sabes lo que dices! — Para mi padre era como si el mundo se fuera a terminar. Me dolía verlo enfadado con mi madre y decidí intervenir.


—Puedo tirarlo si quieres —afirmé convencido. Aunque en el fondo deseaba que eso no fuera necesario. Me había encantado el regalo.


—No será necesario, cariño. Ve a estrenar tu nuevo juguete. — Mi madre era muy dulce con nosotros. Hice lo propio y salí de la cocina. Pero en lugar de ir a mi habitación, me escondí junto a mi hermana detrás de la puerta del salón.


—La niña jugando al fútbol y el niño... ¡bah! — Ni siquiera terminó la frase.


—No te soporto cuando te pones en plan macho. — El tono de mi madre había dejado claro que la conversación estaba zanjada.


—Nacieron con los cerebros cambiados —resoplaba mi padre a medida que avanzaba por el pasillo.


No pude evitar que se me escapara una sonrisa al recordar aquellos momentos. Si estuviera vivo, seguiría pensando lo mismo al ver cómo mi hermana me había obligado a acudir a una feria de camiones antiguos. Pero estoy seguro de que estaría orgulloso de mí; al fin y al cabo me había convertido en un cocinero reconocido y estaba felizmente casado con una maravillosa mujer que me había bendecido con dos hijos hermosos.


Un bullicio exagerado me sacó de mis pensamientos. Un grupo enorme de gente se había agolpado en la parte norte de la feria, donde se encontraban los camiones de guerra. Mi hermana me agarró del brazo y tiró de mí bruscamente para ver qué estaba pasando. Nos costó mucho tiempo llegar al lugar debido a la gran concentración de personas. Todo el mundo estaba ansioso por descubrir lo que se escondía debajo de esa lona, el camión estrella que hasta ese momento se mantenía oculto y que iba a hacer las delicias de todos los presentes locos por la automoción.


Cuando conseguimos colarnos en la primera fila, los encargados comenzaron a destaparlo sólo que no era lo que esperábamos ver.


Era un camión admirable y de los que se veían sólo en los documentales. Todo él era de un color verde caqui y estaba formado por cuatro enormes ruedas. La carlinga era alta, tenía el morro despuntado y los faros redondos. La caja era bastante grande y era de las que no llevaban nada que las cubriera por arriba, por lo que el contenido quedaba totalmente a la vista.


Tal vez en su día, ese camión transportaba soldados, armamento ó quizá alimentos para entregar a los hambrientos que quedaban después de una guerra horrible. Pero lo que hoy en día había en esa caja, no tenía nada que ver.


No tardé en notar como mi hermana me apretaba el brazo hasta hacerme daño, mientras yo parpadeaba varias veces seguidas. No podía creer lo que mis ojos estaban viendo, igual era un sueño y yo debía despertar en ese mismo momento. Y ojalá hubiera sido así.


—Adrián... — Sus palabras fueron un susurro apenas audible. En un instinto protector hacia mi hermana pequeña, tapé sus ojos con mis manos.


—Vayámonos de aquí —pronuncié con esfuerzo mientras tiraba de ella hacia la salida. No nos llevó mucho tiempo ya que todas las personas seguían ahí dentro, observando el hallazgo. Sólo había un hombre que seguía nuestro mismo camino, seguro que tampoco había podido soportar esa vista por más tiempo.


Al salir del recinto, un fuerte viento nos azotó la cara. En otro momento hubiera sido desagradable sentir ese frío, pero nos ayudó a volver a la realidad de lo que estaba pasando. Mi hermana seguía en estado de shock y tenía que hacerla reaccionar.


—Camila, ¿te encuentras bien? ¿Quieres que llame a Carlos para que venga por nosotros? —pregunté dejando ver mis nervios y pensando que oír el nombre de su novio la ayudaría. Ya no podía mantener más la calma, esa situación era demasiado desagradable.


—Adrián... ¿Esa mujer estaba...? —No fue capaz de terminar la pregunta. Lo que había empezado como un día de ocio y disfrute, había terminado de la peor forma posible. Camila y yo tardaríamos años en olvidar lo que vimos ese día encima de la caja de aquel camión de guerra. 

La búsqueda de la verdad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora