Capítulo cinco: Visita sorpresa

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Me despedí de Sofía rápidamente y cogí el coche para ir de vuelta al apartamento. ¿Qué podría ser tan importante? El caso era de lo más normal del mundo y aunque tardarían en cerrarlo, acabaría por ser un caso olvidado. Siempre pasaba lo mismo.

Cuando estacioné el coche, pude observar que Ismael ya estaba esperándome asomado a la ventana. Inmediatamente comenzó a hacerme gestos con la mano para indicarme que me diera prisa.

— ¿Qué demonios te pasa? —pregunté alarmado.

—El fiscal me ha enviado nuevos datos. Los he imprimido y tienes que verlo. —Después de los años que llevaba trabajando como policía, Ismael no perdía la emoción en cada caso.

—Está bien, pero tranquilo colega. — Le cogí los papeles que me tendía y comencé a leer. A medida que iba avanzando, las dudas asomaban a mi rostro.

— ¿Qué te parece? —interrogó mi amigo.

—No me lo puedo creer. Me parece que este caso no va a ser tan sencillo —sentencié.

— ¿Dónde puede estar el acta de defunción? — Mi amigo tenía las mismas dudas que yo.

—Según el informe, en manos de un Inspector. Voy a solicitar una copia, para quedarme más tranquilo. Es la primera vez que falta el acta en una investigación como esta. — Hablé más para mi mismo, que para mi amigo.

—Y, ¿qué opinas sobre el marido de la víctima? — Ismael me estaba leyendo el pensamiento.

—Pues que iremos a visitarlo ahora mismo —sentencié.

— ¿Ahora? Pero Rafa, es la hora de cenar y creo que puede esperar hasta mañana.

—Vamos, aún estamos en horario de visitas. — Este chico siempre estaba pensando en comer.

Así que sin más dilación, anotamos la dirección que venía en el informe y nos fuimos a casa del marido de la víctima. Estaba a las afueras de La Muralla pero no nos llevaría mucho tiempo.

—Por aquí. —Nos guió la empleada de hogar del señor Ruiz. Pasamos por un largo pasillo y llegamos a un gran salón, donde se encontraba el hombre. Era bastante alto y corpulento. Tenía los ojos oscuros y el pelo corto y moreno. Al vernos, sonrió de una forma que me pareció forzada.

—Buenas noches, señor Ruiz. Disculpe que le molestemos. Somos Ismael y Rafael, de la policía judicial. —Nos presentó a ambos.

—No importa queridos amigos, lo que sea por encontrar al maleante que le ha hecho esto a mi mujer —dijo mientras se llevaba las manos a la cabeza y la sacudía de un lado a otro.

Comenzamos con un interrogatorio normal. Cuándo la había visto por última vez, dónde, qué tipo de relación tenía, etc. Todas las respuestas coincidían con las del informe al dedillo, cualquiera diría que ese hombre se lo había aprendido de memoria.

— ¿Le importa si echamos un vistazo en su habitación? Puede que algún detalle nos sea de ayuda. — Rápidamente pude notar como Ismael me taladraba con la mirada porque no era el procedimiento habitual, pero tenía que intentarlo. El hombre se tensó y tardó un tiempo en responder pero al final, accedió.

Nos llevó a través de unas escaleras para terminar en la habitación del fondo. Aquello era una mansión enorme y cualquiera podría perderse en cualquier momento.

—Debo decirles que me quedaré con ustedes. No quiero que toquen nada indebido. — Cada minuto que pasaba, me daba cuenta de que aquel hombre ocultaba algo. Pero si le pedía que se fuera igual lo notaba y no me convenía en esos momentos. Accedí de buen grado y tanto Ismael como yo, comenzamos con la búsqueda por aquella enorme habitación.

Nos llevó un buen rato y lo cierto es que no pudimos sacar nada en claro. Con ese hombre allí no pude abrir cajones, ni coger algo que tuviera las huellas de la fallecida. Por lo tanto, el viaje había sido en vano.

La vuelta al apartamento fue silenciosa, creo que ambos estábamos decepcionados por la falta de información. Al fin llegamos cuando ya había pasado la hora de cenar y pedimos algo para que nos lo llevaran a domicilio. Cuando Ismael se dirigió al teléfono, me sacó de mis pensamientos.

— ¿Qué haces, tío? —pregunté intrigado. Pero no me respondió porque la otra persona ya le había contestado la llamada. Pude observar como sacaba algo del bolsillo de su pantalón y me quedé alucinado cuando ví de qué se trataba.

—Pero, ¿qué has hecho desgraciado? —grité. Él me miró con reproche porque le había interrumpido.

—Sí, por favor. Envíame al mensajero y necesito que te des prisa con ésto. Necesito los resultados antes de mañana. Sí, gracias y buena noche. — Por fin terminó.

—Estás loco —afirmé. Lo que mi amigo escondía en su bolsillo, dentro de un pañuelo, era un pendiente. Un pendiente que cogió de la habitación de la víctima sin que su marido y yo nos diéramos cuenta. Y había llamado al laboratorio para que lo analizaran lo antes posible.

—Ese tío esconde algo, Rafa y no nos iba a dejar coger nada. Todo sea por descubrir quién le ha hecho esto a esa pobre mujer. — Aunque estaba de acuerdo en sus palabras, no lo demostré.

No quería que ese idiota pensara que lo había hecho bien. Si nuestros superiores lo supieran, nos quitarían la placa. Y más, cuando ellos ya habían investigado la casa de arriba a abajo y no habían encontrado nada.

Dejando el tema a un lado, nos pusimos a cenar lo que nos habían traído y no fue hasta las dos de la madrugada, que nos llegó un e-mail nuevo. Ambos saltamos de nuestros asientos para ir a leer lo que allí ponía.

—Rafa, ¿qué pone tío? — Mi amigo estaba impaciente por saber el contenido del e-mail.

—No te lo vas a creer. ¿Cúal es el nombre de la víctima? —cuestioné.

—Sandra Nova. ¿Qué pasa, por el amor de Dios?

—Pasa que han metido sus huellas en la base de datos. Y sí, hay una coincidencia. Pero resulta que no se llama Sandra Nova, sino Teresa Gómez. — Ismael se estaba poniendo pálido a medida que yo iba hablando.

—¿Estás diciendo que...? — No dejé que terminara su pregunta.

—Sí, la identidad de Sandra Nova, era falsa. Pero eso no es todo, nuestra nueva víctima tenía otro marido y una hija.

— ¿Qué? ¡No me lo puedo creer! ¡Es imposible que investigando esa casa a fondo no se dieran cuenta de ese detalle! — Tenía razón y yo ya estaba preparado para contestarle.

—Nuevos pasos a seguir. A partir de ahora, enviaremos informes del caso una vez a la semana y ocultaremos todo esto. Vamos a seguir la línea de investigación que ellos nos dieron. Puede que toda la policía no sea como nosotros. — Al principio me miró sin entender, pero no tardó en darse cuenta de lo que le estaba contando.

— ¿Y ahora qué? —preguntó aún aturdido.

—Vamos a reunir pruebas y a descubrir la verdad. Después iremos con todo a los altos mandos para que hagan lo que tengan que hacer. Y mañana, nos vamos a visitar a la verdadera familia de la víctima. Tienen derecho a saberlo y quién sabe, a lo mejor nos dan información que sea de nuestra utilidad.

La búsqueda de la verdad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora