Capítulo cuatro: Pesadilla

107 22 27
                                    


Me había relajado enormemente pasar un rato con mis amigos aunque apareciera algún momento incómodo, Michel me había salvado.

Éramos un grupo de amigos un poco peculiar, todos con ideas tan parecidas y a su vez, personas tan diferentes.

Por supuesto, la loca del grupo es Leila. Ella siempre está contenta, feliz y casi nada le afecta. Sus preferencias en la vida no son los estudios ni encontrar un empleo, si no ir a todas y cada una de las fiestas que existan en el pueblo. Conocer gente nueva, sobre todo chicos, y ser el centro de atención. Pero a pesar de todo esto, ella es una buena persona y una mejor amiga.

Siempre está ahí cuando cualquiera de nosotros la necesita y es la única capaz de arrancarnos una sonrisa en el peor de los momentos. Por alguien a quien quiere, es capaz de dar la vida.

Por otro lado, está Eva. Es una chica soñadora, buena, enamoradiza y tímida. Su única meta es conseguir terminar sus estudios con la mejor nota posible, y encontrar un gran trabajo. Su familia no es adinerada y han pasado muchas penalidades, algo que la ha afectado mucho. Y por eso se va a Londres, quiere aprender el idioma a la perfección para tener más posibilidades de encontrar trabajo al terminar la carrera. Al contrario que Leila, es tímida y la gusta pasar desapercibida. Los chicos no la llaman la atención y si alguno se le acerca, sale huyendo. Excepto mi primo, por él haría todo lo que hiciera falta.

Y Michel es mi mejor amigo. Le conozco desde que nací y siempre ha estado ahí para mí. Es muy bueno conmigo y con mi padre, tenemos mucho que agradecerle. Él ya terminó sus estudios y ha conseguido ser un experto en el tema de la informática y trabajar de lo que le gusta. A veces me parece increíble lo que es capaz de logar sólo con teclear un par de veces en su ordenador.

Es un chico extrovertido, prudente, solidario y bueno. En el tema referente a las chicas es demasiado tímido. Nunca se le ha visto con ninguna, aunque sospechamos que lleva años enamorado de una chica del pueblo. Nos complementamos a las mil maravillas y siempre estamos de acuerdo en todo, siempre que no esté mi primo de por medio. Le odia, no soporta su presencia y no entiendo el por qué. Pero es la única persona con la que le he visto comportarse así.

Simplemente, y a pesar de sus defectos, es el mejor amigo que alguien puede tener.

— ¿Laura, eres tú? —preguntó mi padre antes de que terminara de entrar en casa.

—Sí, papá. — No tenía muchas ganas de hablar, sabía que saldría el tema de mi madre.

—Pues sí que te ha llevado tiempo limpiar la tienda... — Bromeó mientras me miraba con ternura y se acercaba para darme un beso. A lo que le correspondí de inmediato y no pude evitar que una sonrisa asomara a mis labios.

—Ya te dije que los chicos me estaban esperando. Era la despedida de Eva. — No pude evitar soltar un suspiro al recordar el último abrazo que nos habíamos dado.

—Vas a echarla de menos, ¿verdad? —preguntó mi padre mientras me acariciaba el pelo.

—Mucho, no sabes cuánto. El grupo no será lo mismo si falta ella durante un año. — Resoplé.

—Pasará rápido hija, ya lo verás. Todo sea por su futuro. — Mi padre también sabía las penalidades que habían pasado y se alegraba de que las cosas empezaran a irles bien.

—Tienes razón. ¿Toni ha vuelto? Me envió un mensaje hace rato. — Cambié de tema. Ya casi no estaba enfadada con mi primo, pero quería verlo para echarle un poco la bronca.

—Sí, vino a cenar pero salió a tomar algo. Me dijo que no tardaría. — Me miró fijamente. Esa mirada no fallaba.

—Papá, ¿qué ha pasado? Vamos, suéltalo. — Lo conocía perfectamente, siempre me miraba así cuando el tema que iba a tocar era delicado.

—¿Recuerdas que tuve una cita con el abogado? — Pregunta retórica, por lo que asentí a modo de respuesta. —Bien, pues tengo novedades.

Podía esperarme cualquier cosa tratándose de la tarada de mi madre. Lo que más rabia me daba era que hiciera a mi padre sufrir de este modo. El no lo merecía, él no.

—Bueno, pues sigo estando casado. —Fue lo que me dijo mientras se rascaba la cabeza. Eso me terminó de confundir.

— ¿No ha firmado los papeles? Pero si es ella la que tenía mucha prisa. —Mi padre se encogió de hombros, sin entender.

—Ni siquiera le responde a las llamadas. —Debería dejar de pensar en ella y olvidarse para siempre de lo que tuvieron. Mi madre no merecía el amor de un hombre como mi padre.

—Fue ella la que salió corriendo después de darnos una vida de mierda. Era ella la que quería ver esos papeles firmados con tanta urgencia, hasta el punto de acosar al abogado a llamadas. — Casi grité furiosa. Mi padre me miraba con tristeza y las lágrimas amenazaban con salir a sus ojos.

—No hables así de ella, Laura. Sea lo que sea, es tu madre y eso no debes olvidarlo —dijo sin poder ocultar ya sus lágrimas. Rápidamente me acerqué a él y lo abracé con amor.

—Papá, no merece tu respeto. Ella sólo vivía para gastar lo que ganabas en cosas innecesarias. No la importaba que llegara la hora de comer y no hubiera nada en la nevera, mientras ella tuviera sus pieles nuevas. Siempre quería más y más dinero, es lo único por lo que vive esa mujer. — Sabía que mis palabras le dolían, pero necesitaba hacerle abrir los ojos. No soportaba verle sufrir.

No nos íbamos a poner de acuerdo y ambos lo sabíamos, por lo que tras cruzar algunas palabras más, nos despedimos hasta el día siguiente y cada uno se fue para su habitación. Su estado emocional realmente me estaba preocupando, tendría que ponerle remedio.

Abrí mi portátil, busqué el documento llamado "Luz Otoñal" y cuando me disponía a continuar mi novela, mi móvil sonó.

— ¿Qué demonios...? — No pude evitar pronunciar esas palabras en voz alta al ver la pantalla de mi teléfono.

No la veíamos desde hacía meses. Cuando mi padre y yo entramos en casa dos horas antes de lo previsto (una avería eléctrica nos había obligado a cerrar la tienda antes de tiempo) y la encontramos allí. Estaba en nuestro pequeño y viejo sofá, besuqueándose con un hombre mucho más joven que ella y con una buena melena. Recuerdo como mi padre volvió a montar en el coche y sin mediar palabra, desapareció calle abajo. También recuerdo cómo yo me quedé congelada; de piedra, sin poder moverme, pestañear o hacer el más mínimo ruido.

Aquel hombre se levantó y con una mano cargó una maleta, mientras que con la otra tiró del brazo de mi madre diciendo:

—Vamos, Teresa. —Fueron las palabras que aquel hombre pronunció cuando se levantó de nuestro sofá. Con una mano cargó la maleta de mi madre, mientras que con la otra tiró de su brazo para ayudarla a levantarse.

Con las mismas se fueron de allí, dejándome inmóvil en el salón de mi propia casa con la imagen de mi madre y aquel hombre grabada en mis retinas.

Y ahora me estaba llamando. No sé qué hacer y me lleva un rato decidirme, pero al final decido no contestar. Una madre que vive tanto tiempo sin molestarse en saber nada de su hija, no es una madre. Apago el teléfono por si insiste y me meto en la cama con mi ordenador, para escribir y olvidarme de todo y de todos. Y eso, era algo que sólo lograba cuando escribía.

"Corro y corro por un largo pasillo que nunca se termina. Algo me persigue; no sé qué es, me zumban los oídos. Escucho ruidos extraños; me duele el pecho de lo acelerada que estoy, no veo bien. ¿Qué me pasa? Sigo corriendo sin detenerme y llego a una puerta por fín, la abro pero no veo nada, todo está oscuro. Me horrorizo, sé que lo que hay ahí dentro es espeluznante. Me quedo parada porque mis piernas ya no responden; no consigo avanzar, lo que me persigue se acerca, estoy perdida..."

Me despierto sobresaltada, sudando y jadeando. ¡Qué pesadilla más horrible! Pero es sólo eso, una pesadilla. Veo que casi es la hora de levantarse para empezar otro día monótono y aburrido. No sin pesar, consigo levantarme de la cama.

Mientras me ducho, sigo inquieta. Sólo era un mal sueño y jamás me había afectado así. "—Laura, tranquila. —Pienso para mí misma."

No consigo calmarme pero salgo de la ducha, me visto, me peino y bajo a desayunar esperando a que me llegue ese olor tan reconfortante de siempre. El café de mi padre, el mejor café del mundo. Pero a medida que voy bajando, me doy cuenta de que ese olor no llega y eso sí que es raro. Tan raro, que es la primera vez que sucede.

La búsqueda de la verdad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora