1. Así somos nosotras

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—No se cayó el avión, eso es ganancia —le contesto manteniendo el celular pegado a la oreja, mientras que observo a Rapunzel besar un chico que apenas conoce, Mérida luchar con las maletas y Anna sentarse en el suelo en mitad del aeropuerto, leyendo Eleanor&Park de Rainbow Rowell.

—Elsa, hablo en serio amor, ¿están bien? ¿Te llegó la dirección de la casa? —me contesta desde Chicago mi tía, tratando de no estrellar el teléfono por lo desesperada que la estaba haciendo sentir.

—Sí me llegó, tranquila. Y estamos bien, pero tu hija se está comiendo a un tipo con el que sólo habló tres segundos, Anna ya fue arrollada por más de diez viajeros desorientados y...oh, ve eso: maleta uno, Mérida cero.

—¿Qué? ¿Qué rayos está...

—Te hablo cuando lleguemos a la casa. Besos.

—¡No, Elsa! ¡Espe... —cuelgo el teléfono, me lo meto al bolsillo del pantalón de mezclilla que traigo puesto y suelto un largo suspiro.

Caray, hace un calor de mierda. Nunca había sudado tanto, claro, a excepción de esa vez en la que Mérida y yo nos quedamos atrapadas en una cámara de bronceado. Me quito la chamarra y me la ato a la cintura. Me coloco las manos en la cadera, y trato de respirar bajo aquel aire caliente, pesado, y lleno del olor a mar.
Levanto de un tirón a Anna del suelo, le ayudo a Mérida con las maletas y jalo de una oreja a Rapunzel.

—¡Te llamaré! —le grita al chico rubio que se quedó atontado después del encuentro con mi prima.

—No lo volverás a ver en tu vida —la consuelo soltando un suspiro—. ¿Qué creen que somos Mérida y yo? ¿Sus sirvientas? ¡Tomen sus maletas, que no tenemos todo el día!

—Ah, sí mamá —me contesta Rapunzel, mandándole un último beso al chico y tomando su maleta amarilla y su caja llena de utensilios de arte.

—Yo también te amo, hija —le contesto sarcástica, aguantándome una sonrisa y tomando yo también mi maleta verde claro junto con el estuche de mi guitarra.

Podré ser dura con ellas a veces, pero de que las amo las amo. Serán desesperantes y tendrán sus ratos como yo, pero para eso estamos, para apoyarnos y armar relajo de vez en cuando. Si una no pone el orden nadie lo hará.

Segundos después el personal del aeropuerto nos entrega los transportadores que traen a Olaf y Pascal. Ambos vienen temblando, aunque se les pasa al vernos. Saco a Olaf de aquella jaula y la abrazo con todas mis fuerzas.

—Bola de pelo —le susurro y le doy un beso en la cabeza.
Al igual que Rapunzel a su gato, le pongo su correa, y le acomodo su collar azul.
—I don't know about you, but I'm feeling 22! Everything will be alright if you keep me next to you! —empiezo a cantar a todo pulmón como la loca que soy, provocando que las personas me volteen a ver con cierto aire curioso—. 22!

Aún recuerdo cuando escribí esa canción. La comencé el mismo día en que fue la fiesta de quinceañera de Anna. Esa noche estuvo increíblemente genial. Kristoff se le declaró ahí, por lo que en verdad me sentía demasiado orgullosa y emocionada como para desperdiciar aquella inspiración que me había venido. Pobre Kristoff... Su novia vive ahora a más de mil kilómetros de distancia. Ese chico es especial, no dejará ir a Anna tan fácil. Por eso no me preocupo de su relación en lo absoluto.

[...]

La calle parece derretirse en cualquier instante. El sol brilla en lo alto de un cielo despejado, mientras que una suave brisa agita las hojas de las palmeras más cercanas, trayéndonos el olor a playa. Justo cuando logramos salir del aeropuerto nos encontramos con aquel camino pavimentado, lleno de autos que van a todas direcciones. A pesar de ser una calle angosta, no transitan tantos coches como los hay en las grandes avenidas de Estados Unidos.

How To Be A #DISNEY GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora