0. Prepárate Sídney

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Siento que mi pulso está al ritmo de la música. Siempre lo estuvo y estará.

Marco las notas de la canción con suaves golpes de mi mano. Viva la Vida de Coldplay se empieza a reproducir en mis audífonos, en mis beats azul metálico, regalo de mis tíos. Suelto un largo suspiro antes de acomodarme en el asiento.

A las otras tres les tocó juntas. Están sentadas cuatro asientos atrás que yo, y las oigo aún bajo los audífonos reír y gritar de vez en cuando. Claro, todas menos Anna.
Tengo ganas de callarlas, cerrarles la boca de una vez, pero no lo hago. Sólo provocaría todavía más ruido que las turbinas del avión.

Sin dejar de marcar el ritmo de la canción, volteo hacia la ventana. Alcanzo a ver el sol naciente, que tiñe levemente el cielo nocturno de anaranjado. Un mar que me parecía interminable, parece pronto llegar a su fin.
De tanto escuchar canciones, perdí la noción del tiempo. Creo que van quince horas. O veinte. No tengo idea. Lo único que sé es que me duele todo el cuerpo por haber estado sentada tanto tiempo. El asiento de clase turista no es lo que se puede decir cómodo.

En algún lugar del avión estará Olaf, probablemente convulsionándose. Mi hermosa labrador rubia había tenido el honor de acompañarnos en nuestro viaje. Sabía muy adentro que si la hubiera dejado sola en casa con mis tíos hubiera muerto de tristeza. Valientemente acompañándola, debe de estar Pascal. Ese gato negro con manchas blancas está vivo de milagro.
Angus se quedó con ganas de venir. Bueno, si hubiéramos traído al mastín de cuarenta quilos nos hubieran cobrado exceso de equipaje.

Comenzamos a dejar el océano. Lo remplazan largas playas en donde los atardeceres han de ser espectaculares, innumerables palmeras y puro color verde. Sólo al final aparecen los primeros edificios, y con ellos, nuestra nueva ciudad. Ahí en algún lugar nos espera una casa. Una casa rentada que según esto tendría vista al mar. Sólo una casa rentada con olor a playa mezclada con nostalgia y recuerdos.
También nos estaría esperando un coche, un pequeño beetle según esto, con espacio suficiente para cuatro chicas estadounidenses. Todas sabíamos manejar, aunque Rapunzel y yo éramos las que más utilizaban carro.

Nuestra nueva escuela, la que sería responsable de nuestro último año de preparatoria, se llamaba Northwest Coast. Suena a una marca de jeans, pero a juzgar de las imágenes que nos enseñaron parece la escuela de los sueños. Lo primero que destaca son los jardines todos bien arreglados, en espera a que miles de adolescentes los destruyan.
Piscina y cancha de deportes, todo el equipo perfecto para un aficionado. Laboratorio, arte, carpintería y clase de cocina, sólo para personas hábiles. No podía faltar la biblioteca para sabelotodos. Y claro, salones amplios y ventilados, todo con una asombrosa vista al océano. Pero lo más asombroso, al menos para mí, era el auditorio. Tenía los sueños de cualquier músico, desde teclados hasta guitarras eléctricas. Perfectos para mí.

Aún así, sólo yo sabía el verdadero por qué de nuestro viaje. No fue sólo porque se presentó la oportunidad, como le habían dicho mis tíos a las otras. En realidad fue, en primer lugar, para no lastimar a Rapunzel. Sus padres, mis tíos, se estaban divorciando y ella no sabía nada. Sólo yo. Y en segundo lugar, por Anna y por mí. Nuestros padres murieron cuando tenía diez años, y nuestros tíos siempre habían sido como unos segundos padres para nosotras. Verlos separarse, verlos gritándose el uno al otro, fue para nosotras dos como volverlos a perder. Lo mismo a que murieran.

—Señores pasajeros, bienvenidos al aeropuerto de Sídney, Nueva Gales del Sur, Australia. Por favor, permanezcan sentados y con el cinturón de seguridad abrochando hasta que los motores del avión se hayan apagado por completo.

La canción se repite en mis oídos aún con más fuerza, creándome una sensación extrañamente renovadora. Tal vez de aventura. Algo que me espera. Algo que nos espera.

«Prepárate Sídney», me digo justo cuando las llantas del avión tocan el suelo y marcan nuestra llegada definitiva a Australia, lejos de Chicago, lejos de todo lo que conocíamos.

Be my mirror, my sword and shield
My missionaries in a foreign field

For some reason I can't explain
Once you'd gone there was never
Never an honest word
That was when I ruled the world...

N/A
Créditos a canciones, fotos multimedia, etcétera, los pondré en los comentarios de cada capítulo.
Espero que disfruten la historia, que amo escribir tanto como todos mis libros, en especial aquellos en los que expreso lo que siento por mi fanfiction ❤️.
¡Gracias lector@s Hiccelsa!

How To Be A #DISNEY GirlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora