1.Pesadilla.

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Noté que algo me despertaba entre el silencio y la oscuridad de la noche de mis aposentos. Unas manos firmes y cálidas me agarraban rápidamente de mi cintura levantándome de mi cama mientras tapaba mi boca, un sudor frío me recorrió por todo mi cuerpo.
Mi respiración se aceleró por segundos y mis ojos se entreabrían para intentar ver entre la oscuridad a aquella persona que había irrumpido mi sueño en mitad de la noche.

-No te muevas ni emitas ningún sonido o te mato aquí mismo - Provenía de una voz masculina y fuerte. -¿Eres Nikki Montalbán? Sólo a siente si es así.- Susurró.

Sentí miedo, quise gritar, correr, deshacerme de esas manos que me agarraba con fuerza, esas manos que me dejaban inmóvil por completo. ¿Quién era? ¿De qué me conocía y para qué me quería?. Me costaba respirar y temblaba mientras deseaba que todo esto fuese una pesadilla.
A sentí. Tiró de mí sacándome de mis aposentos llevándome en volandas prácticamente. Era robusto y bastante alto a comparación de mi cuerpo. Todos dormían, era entrada la noche y todo estaba en silencio. Rezaba porque mi familia estuviese sana y salva, deseé gritar con todas mis fuerzas. Pero mi cuerpo no me respondía, solo era capaz de temblar y sollozar en silencio.

Bajamos las escaleras rápidamente, mientras mi raptor seguía tapando mi boca pegado mi cuerpo al suyo. Empujándome con cada paso para salir pronto de aquí.

Sentí pasos, era la guardia recorriendo las instalaciones del castillo como cada noche, por un momento sentí alivio sólo deseaba que nos descubrieran y todo acabara. No fue así, me arrastraba sigilosamente con él hacia la oscuridad metiéndonos en el hueco que había en las escaleras. Me agarró con más fuerza advirtiéndome con un susurro cerca de mi oído haciendo que mi cuerpo se estremeciese. Avisándome de que no hiciese ningún ruido mientras seguía tapándome la boca. Escuché los pasos de los guardias desvanecerse en la noche y con ellos mis deseos de morir aumentaron en ese instante.

Quise morir, tenía miedo y temblaba como un animalito asustado. Me arrastró a tirones hacia los jardines atravesándolos hasta llegar fuera del castillo, me sentía cada vez más pequeña con cada paso que me alejaba de mi hogar. Atravesamos el jardín entre las sombras, caminaba más rápido de lo que yo podía caminar con mis pequeños pies. Jadeaba de cansancio y sollozaba en silencio. Salimos del castillo adentrándonos hacia el bosque, fuera había un carruaje y un hombre.

-¿Todo salió bien señor?- dijo el hombre sonriendo. Era alto, robusto y tenía una cicatriz en la mejilla, sentí miedo.

-Sí Robert- dijo mi raptor con voz firme y satisfactoria.

Me lanzó hacia dónde estaba el carruaje cayéndome de rodillas sentí dolor al hincarme tierra y piedras, dí un gritito de dolor.

-¿Quiénes sois, qué queréis de mí? dije sollozando aún hincada de rodillas mirando hacia arriba con el poco orgullo que me quedaba.

-¿Quién te a dado permiso para que hables?- dijo mi raptor con voz grave y asqueada. Entre cerré los ojos llenos de lágrimas tratando de ver su cara pero sólo podía ver un cabello oscuro, bastante alto y robusto, no pude ver más por la oscuridad.

-Así que esta zorrita es la querida hija de los Montalban. ¡Mírala es igualita cómo la escoria de su padre! dijo el de la cicatriz.

''Cómo la escoria de su padre'' esas palabras retumbaron en mi cabeza, ¿que tenía que ver mi padre con todo esto?.
Mi raptor me cogió de la cintura y me levantó de el suelo sacándome de mis pensamientos.

-¡No, déjame! chillé sollozando intentando soltarme de sus fuertes brazos.

-¡Cállate, créeme si quisiera podría matarte ahora mismo!- dijo mi raptor mientras me cogía de la cintura y me lanzaba dentro de el carruaje.

Me quedé sentada llorando, temblando e inmóvil mientras él me ataba las manos con unos grilletes y me tapaba los ojos con una venda negra.

-¡No por favor, suéltame! dije moviéndome tratando de zafarme de esos grilletes.

-¡No te muevas ni hables o te juro que te aniquilaré! Tu simple presencia me da asco- Sus palabras fueron escupidas con repudio. Sin lograr comprender el por qué tanto odio hacia mí.

El carruaje empezó a moverse, yo no podía ver nada sólo escuchar los cascos de los caballos y la tierra removerse por las ruedas. Poco a poco me alejaban de mi hogar, de mi familia y de toda mi vida.

¿Qué pretendían hacerme y qué tenía que ver mi padre en esto?

-¿Porqué me haces esto por dinero? Mi familia tiene dinero y te dará todo lo que pidas, puedo darte lo que quieras, pero por favor déjame libre le dije sin parar de llorar- Le escuché reír a carcajadas.

-Me sobra el dinero muchacha, sólo te quiero a ti.

''Sólo te quiero a ti'' esas palabras me dejaron petrificada.

-¿¡A mí!? Dije alterada -Pero... ¿Por que? ¡No tengo nada que ofrecerte!

-Más de lo que puedas creer- Noté en su voz un poco de sorna -Y no te lo repetiré de nuevo, mantente callada. Su voz sonó molesta e impaciente.

La mitad del viaje me quedé callada dándole vueltas sobre lo que dijo, no entendía nada y me seguía repitiendo las mismas preguntas una y otra vez. Sentía miedo y desesperación por salir de este infierno deseaba despertar y que todo haya sido una pesadilla. Pero no lo era, me hizo salir de mis pensamientos esa voz que me hacía temblar.

-¡Robert para! descansaremos por hoy- Y tras su orden el carruaje paró.

-Sí señor, iré a buscar leña para pasar la noche. Y se alejó desapareciendo entre los árboles.

Mi raptor cogió de mi brazo para bajarme del carruaje haciendo que votase por su brusquedad. Al bajar noté mis pies tocar la tierra fría pues estaba descalza. Me quitó la venda.

-Bien, ahora estate quieta, pórtate bien muchacha y no hagas ninguna estupidez. Me miraba con el ceño fruncido, retándome.

Entre cerré los ojos para acostumbrarme a la poca luz que había y le miré a la cara. Tenía unas facciones serias y perfectas. De ojos negros, cabello negro corto despeinado y una barba de unos cuantos días, era una de las personas mas bellas que había visto nunca. Parecía hecho por los mismos dioses con ese cuerpo robusto de un color moreno dorado. Asentí con los ojos llorosos mirando hacia el suelo. Llegó el hombre de la cicatriz con leña y empezó a hacer el fuego se sentaron junto a la hoguera, la noche estaba siendo fría. Yo seguía al lado del carruaje sentada y atada como un perro. No me podía sentir mas humillada.

-Señor queda un día por llegar. ¿Qué piensa hacer con ella cuando lleguemos? debería dejarla en los calabozos, tenerla para disfrute de nuestros hombres o que trabaje en el campo.

-No, le espera algo peor Robert. Te lo aseguro. Sus ojos se posaron en mí mientras sonreía con amargura, sentí un escalofrío que me recorrió toda la espalda.

Me volví pequeña con su mirada.

Venganza y deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora