Capítulo 1: ÉL

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Killian Jones era un niño muy feliz. En su familia reinaba la paz y la armonía, lo cual era su principal motivo para ser feliz. Killian tenía el cabello oscuro y lacio como su padre y tenía los ojos azules como su madre. Liam, su hermano, también tenía ojos azules pero tenía el cabello ondulado como su madre.

Killian había sido un milagro para la familia Jones. Brennan y Rose, después de tener a Liam habían pensado que no iban a poder tener más hijos. Según los médicos no podían tener más hijos. Pero trece años más tarde Rose empezó a sentirse cansada y enferma. Las comidas solían caerle mal y por las mañanas tenían nauseas. Cuando fue al hospital a hacerse estudios, lo que menos imaginó fue estar embarazada. La noticia fue una sorpresa que llenó de felicidad a la familia. Nueve meses después nació Killian.

Cuando Killian tenía cinco años, su hermano Liam se enlistó en la marina. A pesar de que Liam y Killian se llevaban trece años de diferencia, siempre tuvieron una relación cercana y compinche, llena de amor. Liam lo cuidaba, le enseñaba cosas, jugaba con él, antes de dormir le contaba historias... Por eso, cuando Killian se enteró que su hermano se iba de su casa para ser parte de la mariana se enojó y se encerró en su cuarto. Killian no quería que su hermano se vaya.

- ¿Puedo entrar? – Preguntó Liam tocando y abriendo la puerta de la habitación de su hermano.

- Si te vas a ir, no quiero que entres. – Negó Killian acomodándose en su cama.

- Por favor Killy. – Suplicó Liam usando el apodo por el que siempre había llamado a su hermano. - ¿Podemos hablar? – Pidió sentándose en la cama junto al otro.

- Está bien. – Aceptó Killian dándose por vencido.

- ¿Sabes por qué quiero estar en la marina? – Preguntó Liam y Killian negó con la cabeza. – Las tardes que pasamos navegando me hicieron dar cuenta de que amo el mar, y mi sueño es algún día convertirme en un gran capitán. – Explicó con calma.

- Yo también amo el mar y quiero ser un capitán. – Coincidió Killian considerando lo que decía su hermano mayor.

- Y lo vas a ser, pero cuando seas grande como yo. – Aseguró Liam con una sonrisa.

- Entiendo que quieras ser capitán, pero ¿Es necesario que te vayas? – Quiso saber Killian, sus ojos volviendo a llenarse de lágrimas.

- Si, para ser capitán necesito estar en un barco en el mar. – Justificó Liam. – Pensé que ibas a estar feliz de que me vaya por un tiempo, así tenes a mamá y papá para vos solo. – Comentó intentando ponerle un poco de humor a la situación.

- Yo quiero tener a mamá y papá, pero también quiero a mi hermano. – Protestó Killian.

- Killian... - Comenzó a decir Liam.

- ¿Vas a volver? ¿No te vas a olvidar de nosotros? – Cuestionó Killian tristemente.

- Jamás me voy a olvidar de ustedes, son mi familia y las familias son para siempre. – Aseguró Liam quitando las preocupaciones de Killian de su cabeza. – Te amo hermanito. – Dijo abrazándolo con cariño.

- Yo también te amo. – Dijo Killian correspondiendo el abrazo.

Killian aprendió que lo que su hermano le había dicho era verdad, las familias eran para siempre. A pesar de haber perdido en cierta forma a su hermano, era feliz. Liam le mandaba correos electrónicos todas las semanas contando las novedades de lo que estaba haciendo. Cada vez que regresaba a casa, ya sea por vacaciones, o alguna fecha importante como navidad, año nuevo o un cumpleaños, le traía regalos y todo volvía a la normalidad. Su relación seguía intacta, y seguían queriéndose a pesar de que no vivían juntos y no se veían todos los días.

Cuando Killian tenía siete años, perdió a sus padres. Él sobrevivió el accidente de auto, pero sus padres no. Al principió no pudo entender lo que le decían, no pudo entender que no iba a volver a ver a sus padres, ni escucharlos, ni abrazarlos, ni nada. Recién lo entendió cuando su hermano Liam lo buscó y lo sacó del hospital una semana más tarde. A partir de se momento dejo de ser el niño feliz que era. Liam volvió a la marina y Killian fue a vivir con su tío Marco y su primo August a Londres.

Killian extrañaba a su hermano y extrañaba a sus padres. Killian extrañaba sus días en que eran una familia unida y feliz. Extrañaba los abrazos de su mamá, la risa de su padre y las historias de su hermano. Extrañaba como sus padres siempre estaba dispuestos a enseñarle y hacerle conocer distintas cosas. Killian extrañaba su casa de de Irlanda. Extrañaba sus tardes al aire libre y los fines de semana navegando en el mar. Killian extrañaba la vida feliz que había tenido y tan rápido le había sido quitada.

Cuando Killian tenía nueve años, empezó a soñar todas las noches con la misma niña. No entendía porque soñaba con esa niña cuando no la conocía, pero cuando empezaron a pasar los días y ella seguía apareciendo en sus sueños empezó a sentir gran curiosidad. La niña tenía ojos color verde brillante y el cabello con pequeñas ondas del color del sol. Killian empezó a intentar hablarle, pero la niña no le respondía. La niña lo único que hacía era observarlo, al parecer no confiaba en él como para responderle. Cuando se cumplieron dos semanas, Killian se cansó de que sean extraños pero no sabía como hacer para convencer a la niña de que le hable.

La niña estaba sentada en el césped, abrazándose a sus piernas como queriendo protegerse del mundo. Killian se sentó, como siempre, a su lado e intentó hablarle. Al no recibir respuesta, se cansó y decidió que iba a aprovechar aunque sea el sueño para divertirse. Fue hacia los columpios y comenzó a hamacarse en uno. La niña lo miraba con gran curiosidad desde lejos, hasta que finalmente se unió y comenzó a hamacarse en el columpio de al lado de él.

- Yo soy Killian Jones. – Se presentó él.

- Hola Killian. – Saludó ella tímidamente.

- Hola. – Devolvió el saludo. - ¿No me vas a decir quién sos? – Preguntó él con curiosidad, después de un largo silencio.

- No, sos un extraño. – Negó ella sacudiendo su cabeza.

- Pero sos mi sueño. – Protestó él.

- No, vos sos el mío. – Discutió ella.

- ¿Eso quiere decir que vos también soñas conmigo todos los días? – Preguntó él pensativamente.

- Si. – Asistió ella.

- ¿Cómo es posible que yo te sueñe y vos me sueñes? – Preguntó él sorprendido.

- No lo sé. – Respondió ella con sinceridad.

La niña no le dijo su nombre, pero aceptó jugar con él. Se hamacaron, saltaron la soga, jugaron a la mancha y corrieron carreras. Killian se divirtió como no lo hacia desde hace muchísimo tiempo. Killian admiró la convicción y seguridad de la niña al no querer decirle su nombre, la manera en que jugó y usó habilidosamente sus fortalezas en las competencias. Pero también pudo dar cuenta de que en muchas de sus expresiones se podía leer dolor, desconfianza, soledad y tristeza.

Soñar con esa niña había empezado a devolverle algo de su felicidad.

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