Capítulo 6: ÉL

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A partir de que Killian eligió su venganza dejo de ver a Emma en sus sueños. Emma era buena escondiéndose y evitándolo, y él la dejó hacerlo porque después de todo era consecuencia de su decisión que eso suceda. Killian nunca se movía de donde aparecía en sus sueños y nunca se dedicaba a buscarla. Ella deseaba no verlo más, y él le iba a cumplir aunque sea ese deseo. Killian la extrañaba cada segundo de sus días, pero sabía que debía seguir adelante con su vida.

- ¿Por qué estás borracho tan temprano? – Preguntó Milah con cierta curiosidad.

- Hoy es un mal día. – Respondió él, ese día se cumplía un año de la muerte de Liam.

- Mmm el alcohol no es siempre la solución, hay otras formas interesantes de descargar la frustración. – Comentó ella quitándole la botella de las manos y bebiendo un sorbo.

- ¿Si? ¿Cuál? – Pidió saber él.

- Déjame mostrarte. – Dijo ella invadiendo su espacio personal.

Milah lo besó y él correspondió el beso. Milah era real y estaba allí presente con él. Milah entendía su furia, su enojo y lo alentaba en su venganza. Milah se emborrachaba y compartía su cama con él. Killian nunca había querido unirse a otra persona de esa forma que no sea Emma, pero tuvo que hacerlo. Refugiarse en Milah era la opción más razonable. Él había cambiado, él ya no era el hombre del cual Emma se había enamorado, él se había convertido un hombre frío y distante. Por eso estar con Milah era lo mejor, porque ambos compartían la oscuridad de sus almas. Sin Emma en su vida lo único que sentía era dolor, oscuridad y un gran vacío. Su vida ya no tenía sentido.

Killian fue al cementerio, a visitar a su hermano. Habló un rato con él, le contó las novedades de la marina y le prometió que no iba a parar hasta conseguir justicia por su muerte. Luego, se sentó en silencio, decidiendo que lo mejor iba a ser quedarse allí por el resto del sueño. De repente, alguien se sentó en el banco a su lado.

- Emma. – Dijo él sorprendido al verla. - ¿Qué haces acá? – Preguntó.

- Hoy se cumplió un año de lo de Liam y pensé que ibas a apreciar la compañía. – Respondió ella tímidamente.

- Gracias. – Agradeció él.

Se sentaron largo rato en silencio. Después de un rato Killian decidió hacer aparecer dos chocolates calientes, y le ofreció uno a ella. No podía creer que Emma haya dejado de lado su enojo con él, solo para acompañarlo en un día tan importante como ese. Emma era sin dudas la mujer más maravillosa que existía en el mundo.

- Te extraño. – Confesó él rompiendo el silencio.

- No empieces, por favor. – Pidió ella mordiéndose el labio.

- Pero... - Comenzó a decir él.

- Killian, no puedo hacer ésto. – Lo interrumpió ella. – La única razón por la que estoy con vos en éste momento es por Liam, pero no estoy acá para quedarme y estar juntos como antes. – Dijo decidida, pero con dolor.

- Entiendo. – Aceptó él dando un largo suspiro.

Se quedaron un rato más sentados en silencio, con las manos unidas. Finalmente Emma se apartó del banco, se despidió y se fue caminando hasta desaparecer de su vista. Killian suspiró, otra vez estaba solo en sus sueños.

Killian tenía veintidós años cuando le informaron que Hades, el asesino de su hermano, había muerto. La noticia lo agarró desprevenido y no sabía como reaccionar, ni como seguir adelante con su vida. Por un lado estaba agradecido de no haber sido él quien mató a ese hombre, algo le decía que no podría haber soportado la culpa. Por otro no sabía que hacer consigo mismo, pensaba que se iba a sentir aliviado al enterarse de su muerte, pero lo único que sentía era dolor. Emma había tenido razón, la muerte de ese hombre no le devolvía la vida de su hermano. Killian se sentía vacío, solo y roto. Se sentía totalmente perdido.

Killian tenía veinticuatro años y sentía que era hora de generar un cambio en su vida. Necesitaba encontrar algo que le de sentido y significado a su rutina, necesitaba encontrar algo que lo haga feliz. Decidido en que en avanzar en su relación con Milah iba a ser la solución que estaba buscando, compró un anillo y planeó proponerle matrimonio. Milah había estado todos esos años soportando su oscuridad e indiferencia en esa vida, así que se merecía que él pueda ofrecerle algo mejor. La llevó a cenar a un restaurante en la playa y al final de la noche le entregó la caja que contenía el anillo después de declararle su amor.

- ¿Te casarías conmigo? – Preguntó él ilusionado.

- No. – Negó ella dejando caer lágrimas de sus ojos. – Lo siento, no puedo. – Se disculpó.

- ¿Por qué? – Preguntó él sintiéndose shockeado y herido ante su rechazo.

- Porque yo ya estoy casada Killian, soy la esposa de Robert Gold. – Respondió ella con la voz temblorosa.

Milah era la esposa de su comandante, del jefe de su capitán. ¿Cómo era posible que le hubiera escondido eso durante todo ese tiempo? Todo este tiempo habían sido amantes, y él sin saberlo. Killian sintió que su corazón se partía en mil pedazos. Revoleó el anillo al mar con bronca y rompió la relación que tenía con ella. Al otro día dejó la marina y se fue a vivir nuevamente a Londres.

En Londres volvió a sumergirse en una vida solitaria, pasando el día trabajando en el puerto y las noches bebiendo alcohol de taberna en taberna. Su rutina era triste, pero lo mantenía con vida, sobreviviendo de algún modo. Killian tenía veinticinco años cuando Robert Gold lo encontró y lo atacó. Robert Gold estaba furioso ya que Milah no se podía olvidar de Killian y se había convertido en una mujer depresiva luego de su partida. Killian casi perdió su vida ese día, pero finalmente lo único que perdió fue su mano izquierda.

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