Ha vuelto

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- ¿Estás bien? -se interesó Tom tras arrodillarse junto a la mujer.

Esta asintió con la cabeza y bajó la vista. Luego, cuando él le ofreció la mano para levantarla, se incorporó como si algo la hubiera quemado.

-¿Estás bien, Charlotte? -preguntó entonces George Kromby, un empleado del supermercado que había compartido clase con Tom durante el instituto.

La mujer lo miró con dureza, ruborizada. Parecía desesperada, aterrorizada... No podía tener miedo de él, ¿no?, se preguntó Tom. De pronto reconoció algo familiar en ella, aunque no supo señalar el qué. La fragancia de su perfume y la suavidad de su piel bajo la blusa le impedían concentrarse.

-¿Se ha hecho daño, Charlotte? -insistió George, ya arrodillado junto a los dos.

-Estoy bien -repuso ella con una voz rugosa que hizo hervir la sangre de Tom. Se dio cuenta de que no quería soltarla, pero la mujer se apartó y se puso de pie- Lo siento, George. Me tropecé de repente...

-Le dije a Ricky que esta torre dificultaba el paso -comentó George, recogiendo el bolso y la cesta de Charlotte al tiempo que criticaba a uno de los empleados.

-No, no, ha sido culpa mía. Lo siento -se disculpó ella- Bueno, tengo que irme a casa -añadió tras esbozar una sonrisa que puso a George colorado.

-Salude a su madre de mi parte, señorita Smith -dijo él mientras ella se alejaba.

¿Señorita Smith?, ¿Charlotte Smith? ¿Esa mujer era la pequeña y delgaducha Lottie Smith, la de la coleta roja y las gafas de pasta?

Hacía doce años que no la veía, justo antes de marcharse de Westminster. Estaba el charlando con un viejo amigo de su padre en un taller de mecánica y ella había aparecido con su padre, que necesitaba unos pistones para no se que cosa. Tom tenía veintiún años entonces, de modo que ella debía de tener dieciséis o diecisiete. Era la chica más tímida que jamás había conocido. Y era evidente que seguía siendo tan tímida como de adolescente. Pero, aunque Lottie no lo mirara a la cara, él sí que se había fijado en ella. Todavía no podía creerse que la pequeña Charlotte Smith fuera esa mujer de cuerpo despampanante y precioso rostro.

Su perfume flotaba aún en el aire y, de pronto, se dio cuenta de que tanto él como aquel trabajador seguían mirando hacia el pasillo por el que Lottie había desaparecido.

-Tranquilo, yo recojo todo -reaccionó George por fin.

--Te ayudo -repuso Tom mientras alcanzaba una lata de guisantes- ¿Qué tal los señores Smith?, ¿siguen viviendo en la Avenida Belview? -añadió con naturalidad...

-El señor Smith fue operado la semana pasada de la rodilla - respondió George a medida que apilaba latas de guisantes-. Charlotte volvió ayer de Londres para echarle una mano a su madre.

Por eso no la había visto antes, comprendió Tom.

-Así que de Londres, ¿trabaja allí?

-La señora Smith dice que colabora con un periódico muy importante -contestó George con orgullo-Tiene su propia columna y todo.

Tom vio una tarjeta de crédito que había en el suelo y la recogió:

-Charlotte Hamilton -leyó en voz alta. ¡Maldita fuera!, ¡estaba casada!- Su marido debe de ser el que estaba esperando fuera. Un tipo grande de pelo rubio.

-Está divorciada, por si tenías duda -lo informó George-. ¿Estás interesado en ella? -añadió con el ceño fruncido.

-¿Yo? Estoy demasiado ocupado para liarme con mujeres -contestó Tom, ocultando su satisfacción por las buenas noticias- Ya sabes -añadió con un guiño de complicidad.

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