Capítulo I: La prisión

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-He oído suficiente Sr. Abogado, no ha logrado mostrar la inocencia de su cliente

-P...p...pero Sr. Juez déjeme...

- ¡SUFICIENTE! Es hora de dictar mi veredicto. El acusado: el Sr. Tomas Leyer es culpable del asesinato de su familia. Lo cual el tribunal ha decidido darle cadena perpetua.

El sonido del martillo del juez fue suficiente para hacerme entender que todo había acabado, mi abogado no pudo demostrar mi inocencia (aunque era culpable) y entrar a una vida sin libertad me daba una sensación de escalofríos. Pero, ¿cómo podía sentir eso habiendo matado a 3 personas? Creo que la situación de privarme de la libertad era mucho más grave que el genocidio que había cometido, simplemente pensar en mi familia muerta no me hacía sentir absolutamente nada. Llámame pérfido, malévolo, diabólico, me da igual.

Soy Tomas Leyer, un exitoso empresario, que por dinero y codicia, se metió a negocios ilegales. Pero cuando consolidé una familia tuve que alejarme de toda atinencia de esos negocios.

Con el paso del tiempo, gracias a diversos fenotipos, la acción de matar se volvió mi juego favorito. Me transformé en un ludópata en el acto de asesinar. Era muy quisquilloso con todo, vigilaba y escogía a mis víctimas según mis intereses, elegía la forma del asesinato, examinaba la zona para detectar diversos artefactos audiovisuales que complicarían mi juego.

Recuerdo bien a mi primera víctima, un médico con mala fama en la ciudad llamada Roy Tesla. Se decía que él tenía laboratorios clandestinos para sus farmacias y lo gracioso era que las personas, sabiendo que estaba metido en ello, le compraban con mucha frecuencia. Mis razones fueron simples, me trataba como a una basura. Trabajaba para su empresa como farmacéutico. Mis pagas eran mínimas, el alimento era espantoso y muy frecuentemente estaba vinagrado, me gritaba por nada. Un día no lo soporte y puffff...... asesinado.

En sí, mis asesinatos eran perfectos y no era de esos estúpidos que dejaban cartas, seudónimos, o rastros para simplemente llamar la atención. Nadie sospechaba de nadie y con eso me daba el lujo de jugar cuando yo quiera. Todo era perfectamente majestuoso.

Hasta que un desgraciado día algo me domino, el diablo quizá, y asesiné a mi familia. No pude darle algún sentido a todo ello, quizá mi sed de sangre me dominó o tal vez maté por matar. Usar la lógica en este caso era totalmente estúpido.

Mi impoluta imagen de un buen hombre cayó hasta los suelos por este acontecimiento. Había cometido el error de dejar a un testigo vivo, a la amiga de mi esposa, quien fue el arma secreta del fiscal para mandarme directamente a la cárcel.

Siendo sincero esto para mí de matar es algo normal, pero ahora se me privará de este acto maravilloso en esa pocilga. Sé que puedo controlarme, soy un hombre totalmente ecuánime y una insignificante escisión de mi "hobby" no me volvería loco.

Ahora que voy directamente a una prisión alejada de todo el mundo, (y digo alejada por la razón de que la prisión se encuentra en una isla fuera de la ciudad), puedo generar diversos pensamientos de cómo la gente y las autoridades me considerarían por llevarme a una pocilga extrafina. Reí bulliciosamente por aquellos pensamientos en el barco en el cual yo era transportado y los oficiales me miraron extrañados. Quizá piensan que estoy loco. Pero no lo estoy, me encuentro más cuerdo que nunca, más que esos uniformados.

Al llegar a ese lugar pude presenciar un extraordinario arreglado de los muros con un color plomo intenso que daba a entender a cualquiera que esta pocilga extrafina tenía clase. Su forma semicircular parecida a la de un Hangar me dejo anonadado por varios segundos. Cuando llegue a las celdas, después de varias molestias de registros y actividades diversas, pude notar que la mayoría de los reos eran calmados y no hacían absolutamente ningún ruido al verme pasar. A excepción de algunos como siempre. Sabía que aquí no había tipos comunes y corrientes como los típicos muchachos de barrio que juegan a las pistolas o a quien domina a quien, sino personas muy ladinas, con diversos devaneos y una ideología personal. Y otros simplemente fríos con una inteligencia promedio y dementes como yo.

Ese simple hecho me emocionaba y estremecía a la vez, pero llegaba a excitarme en diversos momentos con la sola idea de poder relacionarme con ellos.

Me dejaron en mi celda, las paredes estaban pintadas de un exquisito color azul marino que hacía una combinación perfecta con las rejas de la celda. La litera tenía un comodísimo cuerpo con la cual en la primera noche dormí como un vagabundo en una cama de clase.

A la semana de estar acá no pude interactuar con nadie, simplemente no existía. Era obvio, ya que gente que ha cometido cosas peores que yo apenas se podían notar. Claro, en lo que cometí de matar a solo mi familia, es decir 3 personas, no era nada comparado a los genocidios que había hecho. Sí, no confesé para nada mi juego favorito, estaba seguro que si el tribunal se hubiera enterado podría haber sido ejecutado y la muerte no era lo que yo deseaba, sino otro ambiente para conocer a otras personas como yo.

Luego de un mes me enteré que un nuevo reo sería transportado aquí por haber hecho experimentos ilegales con animales y personas. Al parecer era el primero de todos los que estaban aquí al que se le podría llamar "loco", bueno todos aquí somos dementes para los uniformados.

Cuando el nuevo reo llegó a la prisión pude ver que no era el típico "Nerd" de la universidad que por su sed del saber habría hecho locuras o un pobretón que estaba desesperado y hubiera hecho cualquier tontería para sobrevivir, sino un hombre totalmente corriente. Era un hombre muy apuesto y robusto, tenía tatuajes de pastillas de colores en los brazos y una barba muy cuidada. Tenía un color de piel trigueña y su altura sería de 1.70 como máximo (de mi estatura). Pensé: ¿éste es el "loco" que tanto ha sido comentado? Miré a mí alrededor, no era el único asombrado. Todos los ojos de la prisión se centraron en aquel reo que se alejaba lentamente con los oficiales a una celda muy distante a la mía.














Prisión R.T.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora