Capítulo VIII: Renovación

23 2 0
                                    


El despertador da inicio a otro monótono día. Me levanto presurosamente para evitar otro problema con Roy como el día de ayer que prefiero no recordar. Salgo corriendo a toda velocidad de mi casa sin darme tiempo a despedirme de mi esposa e hijas.

Llegué a la farmacia, más temprano de lo habitual. Mi compañero de trabajo ya estaba dentro de esta ordenando correctamente todo. Mientras tanto, yo tenía que hacer unos tantos papeleos.

La noche llegó de manera abrumadora. Mi mugrosa y vieja bata era lo único que me protegía de esta helada. Sin embargo, una deliciosa taza de café encendió mi llama. La hora laboral había terminado y estaba a punto de dirigirme a casa, pero mi compañero me dijo que Roy quería hablar conmigo. Lo más probable es que sea por el sueldo.

La oficina de Roy se encontraba a unas cuantas cuadras de la farmacia, así que no me generó muchas molestias. Cuando ingresé a su morada pude sentir un ambiente frío y escalofriante. Yo ya había estado muchas veces aquí, pero nunca había sentido esto las anteriores veces.

Escuché que la voz de Roy se dirigía a mí. Busqué con la mirada ansiosamente esa gruesa voz. Cuando pude ver de dónde provenía, visualicé que mi jefe se encontraba sentado en una esquina. Se veía muy deplorable, como si hubiera estado perdido en un lugar por al menos una semana. Sus cabellos blancos y desgastados estaban despeinados de tal manera de que no se le podía ver el rostro.

Agarré una silla y me senté en frente suyo. En esa posición se veía aun peor. Se acomodó su alborotada cabellera y me miró a los ojos. Esa mirada me hacía entender que el pobre anciano se quedó desvelado un par de días.

-Leyer- decía con una voz muerta- Sé que no soy el mejor jefe que hay ni que trato muy bien a mis empleados, pero quisiera pedirte un gran favor. Sé que no estoy en derecho de pedirte algo, pero necesito tu ayuda urgentemente.

Las dudas empezaron a rondar por mi cabeza. ¿Debería ayudar a un viejo que nunca me trató bien? Y... ¿Qué es lo que quiere de mí?

Antes de que pudiera decir algo él intervino sorpresivamente con una interesante propuesta.

-Si aceptas te daré una gran cantidad de dinero. Tú mismo sabes que siempre soy fiel a mis promesas.

No le pregunté la cantidad exacta porque conocía a Roy, sabía que si le preguntaba eso reaccionaría de una forma hostil. Acepté sin pensar mucho. La condición de un beneficio económico era lo que más necesitaba en estos momentos y con una gran cantidad como premio no podía decir que no.

Él saco de su bolsillo un extraño reloj y me lo dio a mí. Sus manos estaban temblorosas y empezó a sudar. Me miró fijamente una vez más y apunto con su dedo a un martillo tirado en el suelo.

-Quiero que destruyas ese reloj fuera de la ciudad con ese martillo. Cuando lo hayas hecho te daré el monto ya pactado.

Asentí con la cabeza y puse el reloj en mi bolsillo. No me molesté en preguntar. La vida privada de Roy no era de mi incumbencia. Lo único que me importaba era el dinero. Agarré el martillo y me dirigí hacia la salida.

-Recuerda, Leyer. Hazlo fuera de la ciudad. Sabré si me mientes o no.

No hice mucho caso a ese último comentario. De todas maneras era una tarea fácil y no quería arruinarla.

Seguí las instrucciones del viejo. Salí de la ciudad hasta llegar a un pequeño campo deshabitado. Saqué el reloj de mano y lo tiré al pasto. Agarré el martillo y empecé a golpear el reloj una y otra vez. Debo reconocer que me costó un poco romperlo, ya que el material del que estaba hecho era muy resistente. Hasta creo que el martillo recibió unos cuantos daños.

Prisión R.T.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora