Ainslin se encogió ante la mirada penetrante de Torsten. Miró hacia la dirección donde los ojos de su esposo se fijaban, e hizo una mueca al ver las manchas de sangre en sus muslos. Él le apretó el hombro.
- Quédate acostada. Tengo que cuidar de tí primero.
- ¡No! - Exclamó ella parpadeando. El calor la recorrió de la cabeza a los pies.
- Sí, Ainslin - Replicó él. - Yo te he hecho daño y voy a ocuparme de ti.
Ainslin retuvo el aliento, observándolo caminar a grandes zancadas hacia la jarra y el cuenco de estaban encima de la mesa que apoyada contra la pared. Ainslin había visto entrenar a muchos guerreros, había cuidado de su marido enfermo durante la larga primavera anterior a su muerte, sabía como se seducían los hombres y las mujeres. Pero nunca había visto uno con el poder y la belleza de este líder vikingo.
Ella había memorizado la forma de su espalda anteriormente. Ahora, mirando sus piernas, sus ojos se fijaron en los poderosos muslos que se tensaban cuando caminaba. Ainslin se lamió los labios cuando divisó las marcas rojas de sus uñas en su espalda.
Un escalofrío se deslizó por su pecho. Tocando los cordones de su vestido, logró encontrar tres enteros y los ató juntos. Aunque la seda tenía una raja en el medio, sus pechos estaban cubiertos y levantando la vista, lo encontró agachado junto al fuego con un paño en la mano. Su saco colgaba debajo de sus nalgas.
Cuando Torsten se puso de pie y se volvió, ella abrió la boca y comprendió la causa de su incomodidad inicial, cuando su marido llenó su vagina. Su pene sobresalía orgulloso y erecto desde un nido de rizos oscuros, con una corona lisa y roja y una pequeña abertura brillante y húmeda. Fascinada por su miembro, que se balanceaba al caminar, Ainslin obedeció sin dudar su orden de extender las piernas. Cuando Torsten se sentó en el colchón, ella notó su sangre en él y le dijo.
- ¿Y quién cuidará de ti?
Él se rió y su risa expandió, rasgando el silencio de la habitación. Levantándole la barbilla con un dedo, Torsten la obligó a apartar la mirada de su sexo.
- Será un placer para mí si tú deseas hacerlo, esposa.
Ainslin sabía que había enrojecido y sus ojos se abrieron cuando él presionó un paño húmedo sobre su montículo.
- Está caliente.
- No. Eres tú que estás ardiendo. - Ella frunció el ceño y apretó los labios. - Es una broma obscena, Ainslin.
La tela estaba demasiado caliente, y Ainslin suspiró por el placer de tener a alguien cuidando de ella para variar. Sus músculos se relajaron y se hundió todavía más en el colchón de paja. Una broma obscena... Ella estudió su rostro. ¿Las arrugas en las esquinas de sus ojos significaban que reía a menudo? Según su experiencia, las sonrisas no eran muy comunes en los labios de los guerreros. Torsten había sido paciente, no la había golpeado cuando descubrió que aun era virgen y ahora limpiaba su cuerpo. La esperanza volvió a crecer en ella haciendo que su corazón se acelerara.
Él le traería a sus hijos, y era maravillosamente fácil estar caliente y dispuesta en su cama.
Tengo que encontrar otras maneras de agradarlo. Si no fuera por Helga, podría ser feliz aquí.
Cuando Torsten le bajó la falda y se puso de pie, Ainslin se levantó detrás
De él.
- No - Dijo él girandose. - Ainslin, te duele...
- Fue sólo un momento. Estoy dolorida, pero no me has herido.
Ainslin tomó el paño de sus mano.
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-El Oso y la Novia
RandomArgumento Torsten de Ostberg, jarl de Stjórardalr, también conocido como el Oso del Norte, ha estado soñando con Ainslin de Durham, una viuda reciente con dos hijos, durante dos estaciones, desde la primera vez que la vio en la corte del Rey Cnut...