Torsten - Gimió ella cuando un torbellino de sensaciones recorrió su espina dorsal y sus húmedos pliegues.
La mano de Torsten resbaló hacia sus muslos, deslizando un dedo hacia arriba y hacia abajo por sus pliegues.
Su coño se apretó cuando uno de sus dedos sondeó la entrada.
El mundo se movió cuando él la levantó, y al siguiente instante estaban en el agua. Suaves olas, formadas por el peso de los dos, le golpearon el trasero a Ainslin, hinchando todavía más sus pechos. Torsten la llevó a una gran roca que sobresalía de la superficie de la piscina y la sentó arriba, colocándola de modo que sus piernas cayesen a ambos lados de la piedra.
- ¿Es este el lugar que te duele? - Le preguntó él, besándole la rodilla - No... ¿Tal vez aquí? - Besandole esta vez el muslo.
Ainslin descansaba sobre sus codos, sintiendo agolparse la sangre en su sexo, por la visión de su oscuro cabello contrastando con sus blancos muslos y sus labios recorriendo su cuerpo. Él la miró y sonrió al ver su reacción.
- No, no lo es. - Cuando él habló, el sonido retumbó en su sexo. Ainslin sintió su aliento caliente sobre sus pliegues empapados, y cerró los ojos
cuando su boca se concretó alrededor de su clítoris.
Su kbesó profundamente.
engua se movía más y más cerca, y Ainslin levantó las caderas, sintiendo contraerse las paredes de su vagina. El dulce dolor era insoportable. Con las piernas cruzadas en torno a su espalda, Torsten lamía intensamente su botón, hasta que ella se corrió. Arqueando las caderas sobre la piedra y enroscando los dedos en su pelo, tiró de él para acercarlo a ella.
Torsten se movió para poner su rostro en su vientre, abrazandola fuertemente. Sus manos acariciaban su espalda, calmandola con dulzura. Poco a poco, su respiración jadeante disminuyó y Ainslin abrió los ojos aflojando su agarre sobre él. Entonces Torsten la levantó de la piedra, entró en aguas menos profundas y la sentó en su regazo.
- Tu miel es más dulce que el mejor néctar - Dijo él rozando sus labios y deslizando su lengua por ellos. Ainslin no podía asimilar nada, demasiado mareada por su liberación como para pensar en algo.
Torsten interrumpió el suave beso, y se encontró con su mirada. Ainslin pudo ver el reflejo de la lámpara que colgaba en sus brillantes ojos grises.
- Me temo que no he encontrado la herida para poder curarla, Ainslin, así que tengo que intentarlo de nuevo.
Ella gimió
***
amanecer se acercaba cuando Torsten la llevó de vuelta a la cama de la cabaña. Los pensamientos dispersos de Ainslin le recordaban el tiempo que habían pasado en la sala de baño. Nunca hubiera imaginado las cosas que habían hecho. Esa parte del cuerpo de Torsten, que la había asustado unas pocas horas antes, se había convertido en una obsesión.
Él se acomodó junto a ella en el colchón, recostándola sobre su pecho mientras sus dedos jugaban con su pelo.
- Pregúntame lo que quieras, Ainslin. Ahora somos marido y mujer, y no habrá secretos entre nosotros, ni tampoco preguntas no respondidas. Está claro que no conoces los misterios de los juegos sexuales.
Ainslin estrechó los ojos y miró hacia arriba.
- ¿Lees la mente también?
- ¿Por qué lo dices? - Contestó él con una gran sonrisa de satisfacción, que a Ainslin no le agradó. - Ah, ya veo por el rubor de tus mejillas en lo que piensas. Me conocerás mejor cuando yo descubra cómo besar mejor tu sexo. Es un placer practicado por muchos.
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-El Oso y la Novia
DiversosArgumento Torsten de Ostberg, jarl de Stjórardalr, también conocido como el Oso del Norte, ha estado soñando con Ainslin de Durham, una viuda reciente con dos hijos, durante dos estaciones, desde la primera vez que la vio en la corte del Rey Cnut...