cap 5

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Ainslin enhebraba un hilo en una aguja, cuando de repente el calor le subió por el cuello y la cara, al recordar la manera en que el pene

húmedo de Torsten se había enhebrado en su sexo. Él no le había permitido saborear la miel de su verga, por la mañana temprano mientras estaban en la sala de baño, cuando le había vuelto a dar placer.

¿ Disfrutará con mi lengua, como yo lo he hecho con la de él? Juro por lo más sagrado que le daré a Torsten todo el placer que desee. No tendrá ninguna razón para abandonarnos.

El fuego que Robyn había encendido antes, crepitaba. Ainslin se quitó el manto de piel cuando los troncos se quemaron. Estaba cosiendo una túnica corta para Torsten, con un pedazo de seda escarlata, que le había dado Aelfgifu como parte de su dote. El color brillante y el patrón que había elegido aumentarian su apariencia y resaltaría los reflejos azules de su cabello negro. Inspeccionando los puntos de la línea de color oro para no dejar ninguna irregularidad, sonrió, imaginando a Ruard y Torsten juntos.

Ángel y demonio, cada uno con su apariencia. Uno tan claro y el otro tan oscuro. Los planos y los ángulos de las esculpidas facciones de Torsten, decían hermosas palabras sobre su sexo... Ella se sonrojó ... Su coño se humedeció al recordar su sonrisa maliciosa, cuando ella lo miraba entre sus muslos. No le importaba si ese acto era un pecado, y ya había decidido no mencionar ninguna intimidad entre ellos en su confesión.

Ainslin oyó crujir la puerta al abrirse y escondió apresuradamente la túnica en su baúl. Mirando alrededor de la habitación, inspiro profundamente, con la esperanza de que sus esfuerzos agradasen a Torsten. Los baules con su dote habían llegado con los gemelos, y ella y Robyn se pusieron a trabajar. Ahora había tapices colgados en las paredes, cojines bordados recubriendo el banco y las sillas y dos alfombras más en el suelo. Los vasos de plata, los de cristal, los platos de arcilla y los cuencos de piedra estaban encima de las mesas.

Un arcón de roble de tres cajones, un regalo de bodas que le había

hecho Hadrain, estaba a la izquierda de la cama. Una corriente de aire frío se deslizó a través de la habitación, y el fuego de la chimenea se inclinó en sentido contrario, cuando la puerta se abrió del todo. Ainslin se volvió hacia su marido.

La excitación corría por sus venas cuando ella lo vio. Torsten encogía la habitación con su desbordante calor y energía. Su olor invadió su sentido del olfato... Torsten olía a cuero, a humo, y a su propia esencia masculina, lo que provocó que se le hiciera la boca agua.

- Ven a mí, Ainslin. - Su voz profunda le produjo un extraño dolor entre las piernas.

Ainslin se acercó a él, incapaz de apartar la vista de la tormentosa mirada que había en los ojos de su marido. Torsten estaba quieto en el sitio, con la mano en la cintura, vestido con una túnica marrón, unos pantalones apretados del mismo color y unas botas negras atadas en el frente.

- Nuestros hijos, Robyn y Eileen, están alojados esta noche en una cabaña cerca de la posada. Nos vamos mañana para Trondhjem, a la coronación del Rey Cnut. Él nos honrará despues con una boda, para que todos puedan dar testimonio de nuestra unión.

Ella frunció el ceño, sin saber cómo tomar esa noticia.

- Eso es bueno, Ainslin. - La tranquilizó Torsten enmarcando su rostro e inclinandose para rozar sus labios con los de ella.

Suspirando por la caricia, Ainslin puso las manos sobre su pecho.

- Incluso aunque Sigrid sospeche la verdad, no voy a negarle a Cnut, el Grande, la bendición pública de nuestra unión.

- Te lo agradezco, mi señor - Susurró ella con lágrimas en los ojos. - No sólo por este gran honor, sino por reclamar a Brom y Rob como tus hijos, y por permitirme mi fe cristiana.

-El Oso y la NoviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora