El delgado y pequeño cuerpo de Alexander yacía agotado sobre la mesa, sucio, profanado. Lleno de la semilla de aquellos tres hombres que lo habían terminado de corromper, y llevarlo hacía el cruel y dulce camino del sexo, pero no cualquier sexo, sino que era uno enfermizo.
Poco a poco el rubio recobró la conciencia, pues se había quedado dormido después de que el menor de los hermanos terminara, lo cual hizo enfadar al joven y acto seguido mordió el hombro de Alexander con la suficiente fuerza como para dejar una gran marca que tardaría mucho en quitarse.
Al intentar incorporarse sobre la mesa sintió un dolor punzante en sus caderas, sus brazos y piernas estaban débiles, seguidamente la sensación de algo húmedo escapando de su interior y mojar sus muslos.
Miró a su alrededor, el desastre había aumentado, suspiro, "aún tengo que limpiar". Cabizbajo sonrió para si, al recordar todo lo sucedido. Soltó una pequeña y casí inaudible risa.
"Las apariencias engañan"
Podría parecer un chico muy inocente, pero en realidad era un sádico, pervertido, masoquista y ahora un legítimo amante del sexo.
Su pequeña locura iría aumentando con el tiempo. Inconscientemente seguiría actuando como el dulce e inocente Alexander, pero solo le bastaba una provocación para convertirlo en lo que en verdad era.
Su blanco cuerpo estaba lleno de notables marcas, sus caderas al igual que sus muñecas tenían marcas de las manos de los tres hombres que ya no se encontraban en la habitación.
Tenía marcado en el abdomen el borde de la mesa.
Estaba feliz aunque su cuerpo dolía.
Su mayor fantasía se había hecho realidad. Se había acostado con su padrastro y sus hermanastros, lo más sorprendente, hasta para el, era que no tuvo que esperar mucho.-¿Te quedarás ahí todo el día?- el menor de los gemelos lo observaba con una mirada indiferente. El rubio se volvió hacia el. -¿O es que necesitas un poco más?
-Sí estás dispuesto a hacerlo nuevamente, me parece bien
-Tsk, no me vengas con eso pequeña puta. Ahora apresurate a limpiar.- el mayor le lanzó un conjunto de ropa de sirvienta. -Queremos que lo uses, todos los días, quizás lo cambiemos en otro momento, pero mientras usarás esto.
No dijo nada más y se retiró, dejando a un excitado pero confundido Alexander.
Miró detenidamente el vestido; era negro, muy corto y con un delantal, hasta a una chica le daría vergüenza usar eso. También traía unas medias con ligas que podían engancharse a la ropa interior, unos tacones negros y una tanga de encaje negro.
Sonrió y se dispuso a ir a su cuarto para ponerse la ropa. Parecía un niño con un juguete nuevo.
Cuando terminó de vestirse se miró en el espejo y le gustaba lo que veía.-¡Alexander!- escuchó el grito de Isaac desde la planta de abajo. El chico intentó bajar con los tacones pero no pudo así que se los quitó y llegó a dónde estaban los gemelos y su padre.
-¿Qué pasa?
-¿Así que ya te probaste tu nuevo uniforme? Muy bien, me gusta- sonrió el padre. -Ahora... Te explicaremos con detalle lo que harás por nosotros...
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Una Vez... ¿Ceniciento? [AUTO EDITANDO]
RandomHabía una vez... No, no había una princesa, un carruaje, hada madrina o un príncipe, tampoco "Había una vez" o el tan deseado "final feliz", ¿o sí? Alexander, un chico de 14 años es hijo de una gran empresaria, viuda, llamada Elisse, la cual por raz...