El bosque

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El bosque

La luna era brillante, las estrellas comenzaban a danzar sobre el cielo y las nubes parecían algodón desecho esparcido con delicadeza por la brillante constelación, era un espectáculo digno de admirar.

Diana y Mateo empezaban su paseo nocturno por el misterioso bosque que quedaba detrás de sus casas, después de todo aventurarse en aquel lugar era algo que les encantaba y que ya se les hacía tan común como respirar o ir al baño.

El tiempo parecía desaparecer cuando ambos paseaban por el camino sombrío y empedrado en el que se habían conocido. Claro que a muchos les causaría miedo caminar por un citio con tan poca iluminación y sobre todo sólo, pero a ellos no.

El aroma de los pinos, el pasto mojado por el sereno, el canto de los grillos y sobre todo el va y ven de las hojas que se mecían por el viento, eran algo ensordecedor para los dos chicos con hambre de aventura y misterio.

Cualquier leyenda que hubiesen escuchado anteriormente sobre brujas que salían a robar niños o inclusive fantasmas en busca de animas pasaban a segundo plano cuando salían a caminar. Ninguno de los dos superaba los 15 años y tenían la misma edad.

Diana tenía el pelo risado y obscuro como la noche, sus orbes color azul cristalino y su boca en forma de corazón estaban en coordinación con su dulce voz, su tez clara se podía distinguir de las demás por su particular suavidad, quisiera o no siempre atrapaba las miradas ajenas ya fuera por deseo o por envidia, más sin embargo nunca gustó de ese tipo de atención y la mayoría de ocasiones reservaba con recelo su triste mirar, creció llena de intriga e inhibición, por ello se internaba en el bosque desde las tardes hasta que el alba anunciara su hora de partida... Ella gustaba de la soledad.

Mateo era muy poco agraciado, su pelo era lacio y rebelde, su mirada rasgada de color café discriminaba con indiferencia a quien se le posara enfrente, una delgada línea pintaba sus labios entristecidos por la vida y su tez parecía sacada de algún viejo baúl olvidado por el tiempo, no era amistoso y mucho menos sociable, quizá el tiempo y sus atroces padres le obligaron a seguir ese camino, más sin embargo tenía que alimentar su soledad y el bosque parecía ser un buen recurso.

Ninguno de los dos esperaba la llegada de otro, siempre pensaron que estaban solos con la naturaleza y absortos de las personas en su pedacito de tierra, hasta que un día ambos chocaron sus miradas.

Diana caminaba de regreso a su hogar con los ojos inchados por sus sollozos, mientras que Mateo apenas se aventuraba en el calmado bosque con las manos en los bolsillos como acostumbraba. Ambos escucharon el sonido de sus pisadas y miraron hacia adelante quedando uno enfrente del otro.

Mateo abrió los ojos y levantó ligeramente las cejas, ¿estaba compartiendo sus tierras con alguien más?, ¿desde hace cuánto tiempo?.

Diana aún acongojada decidió regresar su vista al suelo, apretando sus labios y cerrando sus manos en forma de puños para seguir en dirección a casa, pasó de largo al muchacho sin decir palabra dejando su aroma impregnado en la conciencia de Mateo.

"tsk niña Boba, ¿que hace sola en el bosque?, si no sabe a lo que se enfrenta sería mejor que se quedara en su casa, lo más seguro es que se espantó y ahora ya está lloriqueando"

Él no lo quería admitir pero la presencia de Diana lo había inquietado.

Hací fue como se conocieron.

Y desde entonces ambos se encontraban en el camino empedrado, ninguno de los dos tenía esa intención, pero el destino lo tenía planeado.

Ambos con humor de perro intercambiaban miradas, ella parecía ser una niña consentida más ante la mirada de Mateo y para Diana, él un amargado sin remedio.

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