Mamá de ojalata

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Mamá de ojalata

Dice mamá que odia la naturaleza y que ella es artificial

En las cuencas de sus ojos hay canicas

Y su cabello es de cristal

Los relojes son de metal y de nuestra casa nunca surgirá un manantial

La luna no brillará más, nuestros pies se hundirán en asfalto... Ya nunca existirá el marfil

Quiero acostarme en su pecho, en su pecho de cobre, pero es imposible.

Sus sentimientos son invisibles y sus besos valen plata.

Lo único natural que existe en lo más profundo de su alma es lamentablemente una roca que suple así su corazón de hormigón

¿Podría yo ser un árbol? ¿Podría yo ser un dragón?

-Lo dudo pequeña- respondió mi padre -tu alma es de jabón y tu mamá es el agua, yo seré el aceite pero no vale de nada... Desaparecerás junto con el ambiente... Lo siento pequeña, pero el silencio es más tentador- Pronunció con recelo después de revolver mi cabello al salir por la puerta.

Olía a azufre y mi boca sabía a cloro.

Papá por vez primera ya nunca volvió.

Pero esta historia, la historia de mi madre siguió.

Exhalaba vapor y derramaba aceite por donde alguna vez hubieron lentes

Su esencia desaparecía, su cuerpo echo de metal se oxidaba y de vez en cuando sus articulaciones rechinaban...

Su cuerpo de metal gritaba en agonía y yo tan solo la observaba, aunque quisiera yo no podía hacer nada...

Hasta qué una noche tras vela y llantos llenos de humo Negro decidió mostrar su naturaleza, decidió mostrar que estaba viva mediante la muerte....

Sentada en su cama de hierro encaró sus miedos y la cobardía en cambio llegó.

Tomó el desarmador más cercano y a su muñeca de hojalata lo dirigió... Temía por lo bajo, sus pinzas temblaban pero no fue impedimento para que el tornillo se aflojara.

Los materiales se afloraron y se hizo soltar el carmín, por fin supo que sus tejidos podían arder al rojo vivo... Eran comienzos del momentáneo fin

Su cuerpo de metal tembló, de su boca echa de lámina fina salieron unos cuantos lamentos e insaciable siguió.

Segundo corte en suave piel, tercero, cuatro.... Las venas que nunca pensó que encontraría bajo tanta dureza habían aparecido...

Jimoteo por ocasiones, paró en seco y revisó... Aún el resultado no era correcto, al parecer no acertó...

Quizá ir más lejos, ahora que la ojalata se había esfumado quizá comprobar sus reflejos...

Desafiante y empapada de ácido colocó el objeto punzocortante en su entrecejo.... Lo miró un rato y se contuvo de nuevo el siguiente acto sería más rudo...

Yo, asustada, miraba desde la distancia... No podía hacer nada... No podía impedir que se cortara...

Entonces sin decir nada más que un tímido -lo siento...- entre suspiros sujetó su cuello, yo fui testigo... Arrancó su vida por un descuido...

Al final su cuerpo calló rendido... El iris en sus ojos había desaparecido... La única puerta hacia su alma se había esfumado junto con mi calma... ¿A quien tenía que acudir para que la salvara? Si mi madre estaba echa de hojalata...

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