Capitulo 6: Salvandose

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  Ian corrió con prisa sin siquiera fijarse el camino que estaba tomando, cruzando árboles tenebrosos y pequeños animales que salían corriendo a su alrededor. El camino comenzaba a hacerse más y más difícil de recorrer y, a su vez, la nieve empezaba a jugarle una mala pasada, haciendo que se humedeciera las piernas y el frío calara en sus huesos. Sin embargo siguió corriendo hasta que una roca lo hizo tropezar y caer de cara contra la nieve.

De pronto se sintió demasiado agotado como para levantarse y se quedó tendido, rompiendo a llorar sin poder evitarlo más. ¿Por qué la bestia lo había expulsado del castillo de esa manera? ¿Acaso le tenía tan poca estima? ¿Acaso entregarse no era suficiente? Él no había querido desobedecerlo pero sabía que la bestia no lo iba a escuchar, y ahora estaba solo y con frío en medio de un bosque que no conocía.

Dejo que las lágrimas fluyesen sobre su rostro y trató de tranquilizarse. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Cuál era el camino al pueblo? ¿Acaso recorrería ese bosque sin encontrar salida? Ni siquiera podía identificar cuál era el camino de regreso al castillo. Siguió llorando hasta que unos aullidos lo sobresaltaron.

Se levantó asustado y miró a su alrededor. Si los lobos lograban hacerse paso hasta él estaría perdido. Unos gruñidos lo hicieron girar y los vio. Seis lobos lo miraban hambrientos y listos para atacarlo. Retrocedió unos pasos pero uno de los lobos se lanzó contra él tratando de cogerlo por la pierna. Ian comenzó a correr desesperado, pero estos era demasiado rápidos y parecía alcanzarlo en cualquier momento. Una pisada mal hecha hizo que un hielo se quebrara y su pierna resbaló adentro haciéndolo caer. El lobo saltó para morderlo pero una gran garra lo tomó del suelo y lo lanzó hacia un árbol, donde se golpeó y quedó inconsciente.

Ian miró asombrado como la bestia se enfrentaba a los cinco lobos restantes tomando una posición de ataque y rugiendo con fuerza. Los lobos volvieron a lanzarse pero él comenzó a lanzarlos por el aire como si no pesaran nada, pero estos regresaban una y otra vez mordiéndolo y haciéndole daño. Ian, atónito, solo atinó a sacar la pierna del hielo y tratar de alejarse un poco para darle espacio Era consciente que no tenía ni la fuerza ni los medios para enfrentarse a ninguno de los lobos. La bestia siguió enfrentándose a los lobos hasta que con sus garrar logró herirlos lo suficiente como para que se alejaran un momento. Girando cargó a Ian sobre su hombro y corrió hacia el castillo, pero no avanzó más de unos pocos metros en la estancia antes de debilitarse. Soltó a Ian y le lanzó una mirada antes de caer desmayado al piso. Ian, asustado, se quitó la capa y la colocó encima de la bestia, para luego llamar a Frederic y a los demás para preparar todo lo necesario parar curar las profundas heridas de la bestia.

Ian dedicó varias horas en limpiar y curar todas y cada una de las heridas que encontró, que no fueron pocas. Algunas, incluso, le parecían bastante peligrosas si no que limpiaban con regularidad. Todo esto lo hizo con calma y cariño, sabiendo que esas heridas fueron provocadas por salvarlo. Suspiró y acarició el suave pelaje que nunca antes se había atrevido a tocar. Era casi delicado.

La bestia lanzó unos gruñidos que lo hicieron sobresaltarse, pero se dio cuenta que solo era la bestia que estaba comenzando a despertarse.

Adam estaba adolorido y se removió un poco antes de abrir los ojos. Lo primero que notó es que estaba recostado sobre el sofá de la estancia principal, luego vio a Ian a su lado arrodillado en el piso con un paño en la mano. Frederic y Anna lo miraban cerca de la chimenea. Todos se veían preocupados. Sintió la herida escocerle y por inercia comenzó a lamerla.

- No hagas eso! – le regañó Ian, y acercó el paño para limpiarla, pero esto le hizo doler más y le gruñó con fuerza alejando su brazo – Vamos! Quédate quieto! – le dijo Ian sin alejarse, tomando su garra nuevamente y haciendo una ligera presión. De nuevo la bestia gruñó amenazadoramente y con más furia, haciendo que Frederic y Anna se alejan huyendo a la cocina. Ian ni se inmutó.
- Me estás haciendo daño! – le gritó. Adam se sentía cansado y la furia, al recordar el incidente con la rosa, no estaba actuando con claridad.
- Si no te movieras tanto no te dolería tanto! – le respondió. La bestia se quedó helado. ¿Quién era ese nuevo Ian?
- Pues si no hubieras salido corriendo, esto no hubiera sucedido! – le inquirió. Sí, estaba siendo inmaduro pero este nuevo Ian sí sabía responder y él no pensaba quedarse callado.
- Pues si no me hubieras asustado no habría salido corriendo! – le respondió haciendo gestos con las manos.
- Pues...- la bestia casi no encontraba argumentos – pues tú no tendrías porque haber ido al segundo piso!
- Pues tú deberías controlar tu mal carácter! – le gritó cruzándose de brazos.

Adam se giró y se quedó enfuruñado, pero en silencio. Definitivamente ese nuevo Ian lo exasperaba.

- Ahora más te vale quedarte quieto. – le dijo mientras cogía la garra – Tal vez esto te duela un poco – dijo al hacer la presión sobre la herida. La bestia gruñó pero no se movió. – A propósito...Gracias, por salvarme de los lobos. Si tu no hubieras llegado ya estaría muerto. – y diciendo esto dejó un besito sobre la herida.
- De nada – dijo sorprendido y mirando fijamente al muchachito.
- Ya está, pero será mejor que no hagas esfuerzos y descanses mucho. Algunas heridas son bastante profundas y no sanarán rápido. – dijo levantándose y tratando de ordenar las cosas. Esperó a que la bestia le dijera algo pero este solo lo miró.

Al no escuchar respuesta de la bestia, Ian dejó todo en la cocina y se fue a su habitación, dispuesto a pensar sobre todo lo que había ocurrido. "La bestia lo había salvado!" pensó. Lo pudo haber dejado morir, pero se enfrentó a seis lobos por él, incluso salió muy herido. Pero, ¿acaso esto significaba que le importaba? Sintió algo en el pecho al pensar que la bestia sí se preocupaba por él y sonrió emocionado. ¿Pero porqué no le dijo nada más? Tal vez porque era tímido o tal vez porque solo lo quería vivo para seguir follándoselo. La sonrisa se borró pero el sentimiento cálido quedó en él. Sea lo que sea se había preocupado por él, y nadie arriesga la vida por alguien que no le importe.

Se sentó en la cama y el cansancio lo invadió. Estaba tan agotado que ni siquiera le alcanzaron las fuerzas como para tomar un baño y solo se quitó la ropa húmeda y maltrecha para meterse en la cama y dormir. Quedó totalmente desnudo, pero no le importo, total nadie lo iba a ver. Y justo cuando iba a quedarse dormido, un ruido en la puerta lo sobresaltó y lo hizo enderezarse. La bestia lo miraba desde allí, ligeramente erguido y con sus ojos bicolor brillando con decisión.

- Puedo descansar contigo? – preguntó con esa voz profunda que lo hacía estremecer. Sorprendido, pero con presteza, se hizo a un lado de la gran cama y abrió las sábanas, sin dejar notar su desnudez.
- Claro – le dijo. La bestia de deslizó dentro y se arrimó a Ian, quien lo abrazó y se acurrucó contra el suave pelaje de su pecho, tratando de no tocar las heridas – Gracias – le volvió a decir.

La bestia le dio una lamida en la mejilla y lo apretó más contra él, procurando no rozarlo mucho y pasando una garra por la estrecha cintura del menor. Ian se arrulló escuchando los suaves latidos del corazón de la bestia, y juntos se quedaron dormidos.
No supo cuanto tiempo estuvieron durmiendo, pero cuando Adam despertó Ian seguía con los ojos cerrados. Estaba tan hermoso, tan angelical. Se giró sobre su costado y deslizó la sábana, viendo por primera vez la completa desnudez del castaño. Como siempre, el cuerpo esbelto y delicado de Ian lo excitó, haciendo que su miembro comenzara alzarse sobre el pelaje. Dejó al menor recostado boca abajo y se sintió por encima comenzando a lamerle el rostro y el cuello. Por la magia en su cuerpo, las heridas habían cerrado como si nunca se las hubiese hecho, así que ahora podía moverse con facilidad y sin dolor.
Ian sintió algo tibio y húmedo recorrerlo. Gimió despacito y fue abriendo los ojos notando a la bestia sobre él, totalmente excitado. Volvió a gemir y se giró preocupado por las heridas de la bestia, pero no vio ninguna.

- Tus heridas...- dijo recorriendo con los dedos el lugar donde anoche había un profundo corte y ahora no había nada.
- Han sanado – le respondió cogiendo la mano y lamiendo los dedos. No había nada más adictivo para él que lamer a Ian.
- Pero no estás cansado? – le preguntó entrecerrando los ojos.
- No, al contrario. Estoy muy despierto – le dijo rozando su gran miembro contra el, ya casi despierto, miembro de Ian.

La bestia no esperó respuesta y se deslizó con lengüetazos por las tetillas de Ian. Este suspiró y se dejó hacer, abriendo las piernas para que la bestia se acomodara mejor. Adam siguió bajando hasta llegar al miembro y lo tomó con la gran broca, succionando con fuerza y abarcándolo todo.

- Ahhhh – Ian casi gritó, moviéndose al ritmo que la bestia imponía, levantando las caderas y acariciando su cabeza. Le volvía loco saber que su miembro era ingerido por totalidad por la bestia. La bestia cogió la mano del castaño y le lamió los dedos para luego hacer que él mismo se fuera preparando. El joven ya no podía más, necesitaba sentir a la bestia dentro de él. – por favor...

Adam lo soltó y lo giró boca abajo, poniéndolo de rodillas, para comenzar a lamer sobre sus dedos en la entrada y dilatarlo un poco más. Su miembro era demasiado grande como para introducirlo sin prepararlo, pese a tener su propio lubricante. Una de sus garras, la cual había limado y que no tenía uña, se introdujo en el agujero de Ian. Este gritó por la intrusión, sorprendido al sentir esa nueva textura dentro de él. Era grande y dura, pero el pelaje lo hacía estremecer. Era algo nuevo y excitante. Se movió contra esa garra y abrió sus nalgas, procurando que lo penetrara más a fondo. Adam adoraba cuando Ian se soltaba y participaba en todo lo que él proponía, por más pervertido que fuera. Algún día iba a dejarlo hacer a él lo que quisiera, pero esta vez necesitaba sentirse dentro de él.

Cuando lo sintió listo lo hizo girar de nuevo y esta vez lo colocó sobre él. Ian lo miraba sorprendido. Eso era totalmente nuevo.

El joven miró desde arriba a la bestia y esta vez, sin poder evitarlo, cogió el gran miembro y lo acarició. El gemido, que pareció un gruñido, de Adam lo motivó a seguir tocando. Era suave y muy húmedo ya que el lubricante que lo cubría lo hacía ponerse resbaloso. Incluso quiso probarlo, pero eso lo haría en otra ocasión. Lo tomó con las dos manos y comenzó a deslizarse sin prisa. La bestia tuvo que aguantarse. Si Ian lo quería suave, él iría a su ritmo.

Una que ves que estuvo completamente adentro, incluso más profundo que en otras ocasiones, la bestia lo ayudó a subir y bajar, haciendo que lanzara gemidos y suspiros. Ian ya no aguantaba más, sentía como su próstata era rozada constantemente, y se corrió sobre su vientre. La bestia lo tomó, al sentirlo agotado, y lo puso en la cama boja arriba, sin dejar de estar dentro de él.

Lo embistió con prisa, lamiéndolo y acariciando ese cuerpo que lo volvía loco, y mientras Ian tenía su segundo orgasmo, la bestia, al sentirse apretado, se corrió con un gruñido, apretando las caderas del menor y dejando suaves marcas.

La bestia lo volvió a abrazar, lamiendo el sudor del cuello de Ian, y este le respondió abrazándolo con fuerza.

- No te vayas – se atrevió a decirle, escondiendo su rostro bajo ese delicado pelaje. No soportaría que la bestia se fuera como siempre lo hacía.
- No me iré – le respondió, volviendo a abrazarlo.
- No quise ir al segundo nivel, fue como un accidente – le dijo triste – de verdad lo siento mucho.
- Lo se, Frederic me contó lo que pasó con Aras. – le dijo acariciando su cabeza - Yo no debí ponerme así, pero lo que viste es algo muy importante para mí.
- No tienes que contarme nada, sabes, no quiero saberlo – lo abrazó más fuerte. Ian realmente no quería saberlo, porque sabía que eso causaba mucho dolor a la bestia, y lo último que quería era verlo sufrir.
- Cuando llegue el momento te lo diré – le respondió. Aun no estaba listo, y si Ian realmente comenzaba a quererlo, quería que fuese natural y sin apuros. Hacía mucho tiempo había aprendido que hay cosas que toman tiempo y no deben apresurarse.

Estuvieron unas cuantas horas más reposando y haciendo cariños. Conversando un poco de todo y de nada. Descubriendo sentimientos totalmente nuevos en los dos. Luego, salieron de la cama y la bestia lo cargó hasta su propia habitación, ya que su baño era casi como una piscina. Esta ya estaba llena de agua caliente y se introdujo con Ian. El pelaje de la bestia, al estar mojado, se había pegado todo a su cuerpo haciéndolo ver mucho más delgado. Parecía un perrito mojado e Ian no pudo evitar reírse al hacer la comparación en su mente.

- Porqué te ríes? – le preguntó la bestia.
- Es que...- no podía hablar por el ataque de risa – te ves gracioso, todo mojado...jajaja – estalló en carcajadas.

La bestia lo miró ceñudo y le tiró agua. Ahí comenzaron a jugar, tirándose agua y burbujas. Ian trató de salir de la piscina, pero la bestia lo detuvo, dejándolo con medio cuerpo fuera sobre el piso. Le abrió las piernas y lo acercó al filo. Se miraron un rato y el jovencito no pudo evitar morderse los labios. No sabía cómo, ni porqué, pero lo deseaba demasiado. La bestia lo intuyó y sin hacerlo esperar comenzó a lamerle el miembro, suave y con ganas. Ian no tardó mucho en venirse, y la bestia lo cargó y lo secó concienzudamente. Le colocó un pijama suave, dándole suaves lamidas o dejándolo acariciar su pelaje, y juntos salieron a desayunar, o más bien, a almorzar.

Después Ian aprovechó para salir a jugar con Aras sobre la nieve. El perro escarbó tirándole nieve al muchacho y este lo correteó para tratar detenerlo, llenando el jardín de risas. La bestia lo miraba enternecido desde la escalinata junto a Frederick. Miró su brazo y recordó como Ian habían curado todas sus heridas.

- Jamás había sentido esto por nadie – le dijo a Frederic pero sin dejar de mirar a Ian. Era verdad, jamás en sus años de humano ni como bestia, había conocido a alguien como el castaño, y él lo había alejado de su abuelo, lo había violado y los primeros meses lo había tratado bastante mal. – Quiero hacer algo por él! – gruñó decidido. - ¿Pero qué? – le preguntó a su mayordomo.
- Pues están las cosas de siempre, flores, bombones, promesas sin cumplir – dijo pensando en voz alta. La bestia lo miró con la ceja alzada. El mayordomo se sonrojó e iba a decir algo cuando Tommy apareció saltando sobre la baranda.
- No, no! Tiene que ser algo muy especial! – gritó emocionado. El mayordomo soltó el aire contenido y agradeció al pequeño por la distracción.- Algo que llame su atención. ¿Pero qué cosas le gustan a Ian?
- Bueno amo, si me permite la opinión, ya que Ian subió al segundo nivel, ¿no sería bueno que conociera "ese" cuarto? Sería algo especial. – preguntó. La bestia pareció pensarlo.
- No es una mala idea.
- Cuál ese "ese" cuarto? – preguntó el pequeño.
- Un lugar muy especial, pero no volví a entrar desde el hechizo – pensó con nostalgia. – antes me gustaba mucho visitarlo, pero ahora...no se, no me dieron ganas.
- Yo quiero saber cuál es "ese cuarto"!! – gritó Tommy sin dejar de saltar. Frederic sonrió internamente, sabía que la bestia solo quería molestar al pequeño.
- Bueno, "ese" cuarto, debe estar muy sucio entonces. ¿Piensa llevar al joven Ian esta noche? – le preguntó
- Por favor!!! Necesito saberlo! – siguió Tommy, aunque ninguno de los adultos le hacía caso.
- Así es, que todo este perfecto para ir con Ian – le dijo.
- Muy bien. Vamos Tommy, necesitaré ayuda para limpiar "ese" cuarto – le dijo al menor guiñándole un ojo, haciendo que saltara de alegría y saltara a toda velocidad hacia el castillo.

Ian se acercó corriendo a la bestia y lo miró sonriente. Sus mejillas estaban sonrosadas y el cabello se le pegaba a la frente por el sudor. Le bestia nunca lo había visto tan bello como en ese momento.

- ¿Todo está bien? – le preguntó sin perder la sonrisa.
- Sí, pero será mejor que volvamos, ya comienza a hacer mucho frío – le respondió acompañándolo al interior del castillo. Aprovechó que el menor se adelantaba un poquito para sujetarlo por la espalda y lamerle el cuello. Ian se rió y le acarició la mejilla. – tengo una sorpresa para ti – le soltó.
- En serio? Y qué es? – le preguntó curioso.
- Esta noche lo sabrás – le dijo dejándose acariciar y gruñendo suavemente.
- Sabes que en verdad soy muy curioso no? – le dijo encantador. Adam se le quedó mirando con los ojos bicolor abiertos ¿esa fue una insinuación? Oh, ese Ian le estaba gustando demasiado.
- Y qué otras cosas te gustaría descubrir? – le preguntó, siguiéndole el juego y pasando la garra sin uña por su mejilla. Él no era el rey de las insinuaciones, pero si su Ian quería jugar, él siempre estaría dispuesto.
- Que otras cosas me puedes enseñar? – le preguntó en respuesta, acariciando el pelaje del pecho y mordiéndose el labio. Ian estaba avergonzado por dentro. "Ojalá no piense que soy un fácil" se dijo "pero no puedo evitarlo, lo deseo tanto".

La bestia gruñó y levantó a Ian del suelo, haciendo que este soltara un chillido por la sorpresa, y lo llevó a la habitación sin aguantar más. Ok, podrían seguir con el jueguito a solas, bien encerrados y sin ropa. Y mientras lo desnudaba pensó que ojalá a Ian le gustase "ese" cuarto. En verdad no había entrado en 200 años, y esperaba que todo siguiera intacto.

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