Crónicas de una niña bruja.

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Mi madre siempre me dijo la verdad, nunca me mintió, siempre trató de mostrarme la vida tal y como era. Me enseñó lo que mas pudo acerca de defenderme de los peligros que en ese entonces, yo desconocía; y me gustaba, enserio, disfrutaba aprender de ella.

Siempre me dijo que nosotras también éramos personas, solo que con un toqué de magia en nuestro corazón; y que las demás personas no nos podían tratar de distinta manera, así ellas no lo vieran de esa forma. Para los demás nosotras no representábamos mas que un peligro, peligro del cual se tenían que deshacer sin importar a costa de que, o de quien.

Desde que tengo memoria mi madre y yo hemos  vivido apartadas de todas las cosas comunes, de las personas, del pueblo, las tiendas, los mercados, las familias, los parques, incluso, mi padre. Todo lo se de ellos, como viven, como se relaciona, los procesos por los que pasan, todo. 

Cuando digo 'Cosas comunes' es por que dudo que cualquier persona sin ese 'Toque de magia en su corazón', creciera viendo elevarse el agua, o poder apagar el fuego con tan solo desearlo, tampoco poder desprender los arboles del suelo dejando al descubierto sus raíces, o quizás poder hacerse totalmente invisible;mientras que ellos vivían de una manera totalmente distinta. Sinceramente lo dudo.

Crecí viendo solo a mi madre y en el reflejo del agua a mi, a nadie mas. Ni un padre, un abuelo o quizás un hermano. Solo las dos. La amaba infinitamente y con todas las fuerzas de mi alma, quizás como ninguna persona había amado a alguien. Mi madre decía que ese vinculo entre las dos, se formaba desde el vientre, por tener corazones iluminados con ese pequeño toque mágico. 

"Pero mira como es la vida. Tantas personas y nosotras elegidas para recibir este don." Decía mi madre.

Mi padre es algo completamente distinto a mi vida; realmente, muy lejano.

Según me contó mi madre (hace ya unos años dada mi curiosidad), mi padre era muy guapo; ojos claros, cabello castaño, sonrisa cautivadora y unas imparables ganas de comerse el mundo a pedazos. Se conocieron cuando ella tenía 16 años, y él 17. No era un ser 'mágico' ni de ninguna otra 'especie' mas que un mortal y bello (según mi madre) humano.

Se juraron amor eterno, una vida feliz, recorrer el mundo y ser felices juntos.

Pero algo pasó y el juramento, nunca se cumplió.

La historia de mi padre, contada de mi madre, la conozco hasta ahí. El resto de la historia, la descubrí tiempo después, entre las cosas de ella.

Cuando mi madre se enteró de su estado (su embarazo), decidió alejarse de mi padre. Dejó una nota en que decía:

'' Serás feliz. Seremos felices. Lo sabes. ''

Aquellas palabras las escribió en su libreta, algo vieja y corroída por el moho y el polvo. Pero luego de que ella terminara de escribir aquella frase, dejó de escribir.

Nunca entendí el por que mi madre se alejó así tan de repente de mi padre. Se supone se habían jurado amor eterno y una vida juntos; no veo por que, justo en ese momento, se tenían que alejar.

...

Mi madre se las ha ingeniado para tener una especie de huerta tras nuestra casa. De ésta nos abastecemos lo suficiente para poder alimentarnos bien. En la mañana, soy quien las riega. En la tarde y noche, mi madre las cuida. Creo que hasta utiliza magia para que cuando éstas se cocinen, sepan delicioso.

Siempre puse resistencia a que mi madre me enseñara a cocinar. Es que enserio no era lo mio. Recuerdo que una vez, intentó enseñarme a cocinar y mi camisa quedó expuesta al fuego de la hoguera, se incendió la punta y me volví loca. Mi madre la apagó antes de que me quemara y luego tuve que ir a calmarme y ponerme una camisa. Fue entonces que me di cuenta que cocinar no era para mi. Así que cuando mi madre me pide ayudarle a cocinar, le digo que mejor no. Que no quiero que nuestra muerte sea por intoxicación o que quiero que nuestra casa siga intacta.

La ropa que tenemos, es gracias a los dotes de costurera que tiene mi madre; claro, siempre la mejoramos con magia.Es que esa es una de las ventajas de vivir apartadas de las personas. No tenemos que contenernos a utilizar nuestra magia por miedo a que nos descubran.