·Capítulo 7·

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— ¡Ay! — exclama Piper tirando bruscamente el avioncito al suelo, y llevando su mano al ojo herido.

— Oh Dios, ¡Lo siento mucho! — dijo Oscar corriendo hacia la chica —. ¿Estás bien?

— Si, sólo iré a la enfermería —responde ella pacientemente y da media vuelta.

— Espera, te acompaño.

—Está bien, puedo ir sola — dice Piper ya nerviosa.

— Pero...

— ¡Estoy bien, Oscar! — se da vuelta bruscamente —. ¡Estoy bien! Sólo iré a la enfermería.

Siguió caminando, dejando a Oscar sorprendido a la mitad del corredor.

Piper nunca había reaccionado así, ni nadie nunca la había visto de ese modo. Pero todas las cosas que ella estaba experimentando a la vez, en algún momento la harían explotar.

Llegó al fin a la puerta de la enfermería, y la abrió bruscamente. Quedó pasmada y toda su furia se esfumó por un momento al ver la cara de Dan. Él tampoco parecía reaccionar ante la situación.

—Piper... —dijo finalmente.

Al escuchar su voz, la furia de Piper se mezcló con rabia creando un sentimiento peor al anterior. Su cara se transformó inmediatamente, y en menos de un parpadeo, la palma de la chica impactó en la cara de Dan. Él no tuvo tiempo para decir nada, ya que en otro parpadeo, Piper sacó un hielo de la pequeña nevera y se fue.

La cara de Dan no tardó en enrojecer. No solo por el golpe, sino también por la situación embarazosa. Minutos después vuelve la enfermera a avisarle que su padre estaba esperándolo en dirección. La mujer ni se molestó en notar su roja mejilla, y volvió a su revista. Dan tomó su mochila del suelo y salió sin decir nada.

—Hola papá —dijo el chico al entrar a la oficina del director.

—¿Qué pasó, Daniel?

—Sólo choqué con alguien —respondió de mala gana.

—Bien, hablaremos mejor en el auto —volvió a hablar su padre.

Sin decir nada, el muchacho salió nuevamente de la dirección.

—Gracias —saluda su papá al director siguiendo a su hijo.

Ya en el auto, Dan mira por la ventanilla sin decir nada.

—¿Puedes contarme que sucedió?

—Es una chica... creo que me gusta y sólo quería ir a casa para pensar en algo para solucionar lo que embarré, ya que parece odiarme —habla finalmente.

—De acuerdo. ¿Y por qué te odia?

—Pues porque... —pensó sus palabras—. Porque fingí ser alguien que no era y jugué con sus sentimientos.

Ninguno de los dos volvió a hablar hasta que llegaron a casa. Dan bajó del auto azotando la puerta y caminó pisando fuerte hasta su habitación. Revoleó la mochila y se tiró en su cama, y no tardó en quedarse dormido.

Piper ShirleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora