—¡Piper! — gritó alguien por los pasillos en el recreo —. ¡Al fin te encuentro!
Mila, una chica un año menor que Piper, toca su hombro llamando su atención.
—Hola Mila — dice Piper.
—Por favor, dime si Joseph gusta de mí y ayúdame, ¿Sí? — suplica la pequeña.
—De acuerdo, lo estaré observando — responde Piper sonriente.
—¡Gracias! — exclama Mila y la abraza.
—Pero antes debo hacer algo — dijo Piper cuando Mila se había ido.
Buscó por los pasillos, hasta que finalmente encontró su objetivo.
—¡Lily! — dice Piper al ver a la muchacha en su casillero.
—Hola Piper.
—Lamento mucho no haber podido ayudarte el otro día. ¿Qué necesitabas? — dice ella.
—Quería que me ayudes a pedirle a Joseph si querría salir conmigo — contesta Lily poniendo su mochila en el hombro.
—Oh, ¿Joseph? ¿Estás segura de que es para ti? — dice Piper insegura.
—Por eso te necesito... ¿Me ayudarías?
—De acuerdo, veré que hago. Pero ante cualquier cosa, nunca olvides de que hay muchos chicos en el colegio y afuera, no te cierres solo en uno. ¿Bien?
—Bien — responde Lily no muy convencida.
En ese momento, Dan pasó caminando junto a Carl conversando, y a Piper se le revolvió el estómago de una manera extraña.
De a poco, mientras pasaban los días, las cosas habían vuelto más o menos a la normalidad entre Piper y Dan. Volvían a compartir su tiempo en los recreos, se contaban sus secretos, y a veces se veían después de clase a hacer juntos la tarea, ver películas (esta vez comiendo las palomitas), o leer los misteriosos libros que la abuela guardaba en la biblioteca de la sala.
Pero ambos sentían que algo iba diferente, como si un interruptor en su interior se encendiera al estar juntos, y los volviera vulnerables el uno con el otro, los hiciera sonreír ante cada palabra que cruzaban, y se activara una fuerza que los atraía haciéndoles desear estar cerca el uno del otro. Ninguno sabía cómo funcionaba ese interruptor, ni por qué se encendía cuando estaban juntos, pero tampoco estaban seguros de si la sensación que les causaba no les empezaba a agradar.
De todas formas, ninguno se atrevía a hablar al respecto. Al menos no entre ellos.
En casa de Piper, las charlas con la abuela a la hora de la merienda se volvieron rutina. Mientras embullía los buñuelos caseros de chocolate y bebía café con leche, la muchacha de ojos color cielo relataba a la ancianita sus aventuras como intermediaria amorosa entre sus compañeros, y también las suyas propias junto a Dan.
— Abuela, ¿cómo sabes si estás enamorada? — preguntó la niña una tarde tras un sorbo de su café caliente. Por la ventana de la cocina podía observarse la nieve cayendo, cubriendo todo desde las hojas de los árboles hasta las alfombras de bienvenida de las casas vecinas.
— Bueno, eso depende de cada quién. Pero por lo general puedes darte cuenta cuando no puedes explicar tus sentimientos hacia alguien, cuando sientes que le quieres mucho, te gusta verle sonreír, y cuando lo hace, algo en tu interior revolotea haciéndote enterar que esa persona te gusta mucho — respondió la abuela sacando galletitas que olían maravillosas del horno.
—Ah, ya — dijo Piper distraída —. Abuela, creo que estoy enamorada de Dan.
—Eso es excelente cariño, ¿por qué no se lo dices? Creo que él puede que sienta lo mismo por ti.
—¿Cómo lo sabes?
—Hazme caso, dile a Daniel lo que sientes, y si no te corresponde sabrás que no era el indicado para ti y serás libre de continuar en tu búsqueda. Pero no te permitas anclarte a él sin saber si es posible o no que algo pueda llegar a surgir entre ustedes.
—Entiendo — Piper dio el último sorbo de su taza —. Gracias abuela — se levantó de su silla, dejó la taza en el fregadero y se dirigió a la puerta de entrada.
—¿No vas a probar una galleta, Shirley? — dijo la abuela con ojos tristones.
Piper volvió, en sus pasos, agarró una de las galletas de la bandeja y la llevó a su boca.
—Están deliciosas abuela — y le dejó un beso en la mejilla antes de regresar a la entrada, terminar de un bocado la masa y ponerse su abrigo para salir a la calle soltando un rápido adiós. La anciana mujer quedó sonriente en su lugar, suspiró y tomó otra galletita de la bandeja.
Por su lado, Dan estaba seguro de que Piper le gustaba mucho, pero su inseguridad en sí mismo era más fuerte que los demás sentimientos. De todos modos, había dejado de lado su papel de "Dan el conquistador" para volver a ser amigo de la muchacha, sin importar que los demás en el colegio lo pensaran hipócrita. Su amiga sabía que él no lo era, y con eso le bastaba.
Esa tarde, el chico se encontraba en su cuarto disuelto en las páginas de un libro que Piper le había prestado, cuando su padre se asoma por la puerta.
—Piper está aquí, ¿le digo que pase?
—Claro — dijo él cerrando el libro.
Unos segundos después, la puerta se reabrió para dejar ver a Piper envuelta en su abrigo y bufanda, con un poco de nieve en su cabeza y hombros.
—¡No te imaginas del frío que hace afuera! — dice ella cerrando la puerta detrás de sí.
—Ya veo — Dan se levanta, y la ayuda a sacudir el hielo de sus hombros. Piper sacude su cabeza haciéndola volar por encima suyo y ambos ríen —. ¿Qué haces aquí?
—Bueno, quería hablarte de algo — responde ella deshaciéndose de su tapado. En eso, nota el libro sobre la cama y sonríe.
—Bueno, ¿y de qué? — pregunta él sentándose en la alfombra del suelo. Ella se une.
—Eh, bueno... Yo creo que... he estado sintiendo, pensando... — la interrumpe la puerta abriéndose nuevamente.
—Hola Piper — dice la mamá de Dan asomándose — ¿Has merendado ya?
—Hola señora Carrington, sí he merendado, gracias — responde Piper sonriente.
— Bien, bien. ¿Tú tienes hambre, Danny?
—No, mamá. Ya puedes irte — dice Dan algo irritado. La señora Carrington vuelve a cerrar la puerta con un gesto de disculpa —. Bueno, ¿qué decías?
—Oh, nada de gran importancia en realidad, ya... ya no importa — replica Piper entre aliviada y decepcionada de sí misma —. ¿Quieres poner música?
—Claro.
Así que pasaron la tarde como cualquier otra.
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Piper Shirley
RomancePiper Shirley, una chica de 14 años que vive su vida normal de secundaria. Cree en el destino, la magia y, sobre todo, en el amor. Piper es una chica especial: Desde pequeña, carga con un don peculiar de reconocer el amor entre otras personas. Aun...