Capítulo 2 "Sacando plan"

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En el fondo se escuchaba un tenue gritito que decía '¡Señor Prado~! ¡Señor Miguel Prado~!' pero el bostezo de Miguel resonó 20 veces más fuerte en todo el Palacio de Gobierno.

—¡Señor Miguel! —se alarmó su secretario personal al llegar a su lado y Miguel frunció el ceño— Por lo menos... —añadió, recuperando el aliento—. Tenga la delicadeza de cubrirse la boca al bostezar...

El peruano no quiso escuchar más. ¿Para eso nada más venía el mocoso este? Había oído la misma tontería una y otra vez desde hacía semanas. Al principio estuvo haciéndolo, pero ya por estos días acabó haciendo caso omiso. Total, en el pasillo en el que se encontraban ambos jóvenes lo único que los acompañaba era el sonido de sus pasos. 

—¡Caracho! —replicó finalmente el peruano, malhumorado por la falta de sueño— Si quieres que tenga buena disposición para hacer la sarta de estupideces que tengo que hacer, ¡mínimo déjame bostezar como Dios manda! Tú mismo estás haciéndote el trabajo más difícil.

—¿Nuevamente no está durmiendo bien...? —preguntó el secretario, algo amedrentado con tener su empleo en peligro y volviendo a acomodar bajo el brazo todos los sobres manila y carpetas que llevaba consigo—.

—¿Te parece que esté durmiendo bien...? 

—No, la verdad luce terrible... —coincidió el pobre secretario caminando al lado del malhumorado Migue—.

—Bueno, ahí 'ta. No-estoy-durmiendo-bien —Migue hizo énfasis en cada palabra—. Y al menos cuando estemos los dos solos, preferiría que no friegues.

—Está bien, señor Miguel.

—¡Otra vez la mula al trigo! —el peruano cerró los ojos y se estrujó con dos dedos la piel que recubre el tabique, a la par que dejaba de caminar— ¡No me llames 'señor', Héctor! Aparte que no estoy durmiendo bien y que me siento cansado, me haces sentir más viejo todavía, ¡hazme el favor! Ya te dije que me digas Miguel a secas. O Migue, si te gusto tanto, pero no me digas 'señor'. Ya no mojes que no hay quien planche, pes.

—¡P-pero señor! —replicó el muchacho rojo como si se tratara de un tomate— He recibido órdenes estrictas del mismísimo presidente... De tratarlo como si me estuviera dirigiendo a él... —el joven Héctor fue haciendo su voz más inaudible— O más respetuoso, inclusive...

—¡Habla como macho, que no te escucho!

—¡Qu-qué me han ordenado llamarlo 'señor', señor!  

El peruano resopló y bajó los brazos dándose por vencido. Esto era lo mismo con cada secretario nuevo que le proveían. Al menos él los veía como unos niñeros más que como secretarios... O como perros lazarillos muy ruidosos antes que secretarios... O como una tía muy fastidiosa, antes que secretarios...  Bueno, entienden mi punto. El problema es que en los últimos dos a tres meses, Migue tenía muy poca paciencia y menos aún ganas de discutir.

—Ya, ya. Mira, Héctor —el novato secretario miró, aunque no había nada que mirar, y no fue hasta que Miguel empezó a hablar que se dio cuenta de que era una expresión—. Pulpín y todo, tú tienes que saber que a mi no me gusta que me llamen señor. Dime 'señor' cuando estemos con terceras personas, pero mínimo cuando estemos los dos solos deja de tratarme como si tuviera 80 años... —el peruano hizo una pausilla—. O 6. A veces pareces un sobrino muy molesto y muchas otras pareces mi mamá. Ya párala, causa. Si soy mayor que tú será por uno o dos años, máximo. Tutéame, con confianza. Si quieres que haga bien mi chamba, no la embarres, pes.

El muchacho pareció contrariado pero asintió conforme. Después de todo, pensó el trigueño Migue, esto no debería poner en riesgo su trabajo ni hacerlo más difícil... Por el contrario, un trigueño muy molesto podría hacer de su centro de trabajo un infierno. Pobrecillos aquellos que tentaron su suerte pero él no le deseaba lo mismo al chibolo pulpín en cuestión. No le molestaba, pero era demasiado imperioso... Demasiado... Honorable. Y en estos momentos el peruano no estaba para tales cosas. Lo único que quería era que terminaran todos sus quehaceres y pegar un sueñecito en su oficina. O mejor, irse a su casa de una vez. Estaba 100% seguro que Cool estaba que reventaba porque su dueño no le dejó comida en la mañana por salir apresurado. Y una llama molesta podía darle tanto miedo a Migue como un Migue asado a sus trabajadores...

O más.

—Señ... —empezó a decir Héctor pero ante una funesta mirada del peruano, un chillido se le atracó en la garganta y, acto seguido, al intentar cerrar la boca, se mordió la lengua—. ¡Auch-por-la-reconch...!

Miguel bufó y luego empezó a reírse a carcajadas a costa del pobre muchacho.

—Es la primera vez que escucho que te expresas como peruano, oye —le dijo, habiendo terminado de reírse, dándole una palmada en la espalda—. Bien, ah. ¡Me gusta! Deberías hablar así siempre.

—Perdón, Miguel. Todavía tengo que acostumbrarme a no decirle... DecirTE 'señor' —el muchacho inspeccionó el mordisco en su lengua. No parecía tan malo—. Lo que quería decir... TE es que ayer se postergaron algunas conversaciones para la próxima semana...

—(Ah, o sea que era por eso que había estado gritando su nombre como fangirl de OTP ECUPER... Y hablando de eso... ¿Qué será esa wa?) —el peruano dejó de cavilar y dijo por fin en voz alta— Ah... Ya... ¿Entonces...? —un atisbo de esperanza le brilló en los ojos—.

—Quiere decir que ya está... Estás... Libre.

Antes de oír lo último siquiera, el peruano ya se había ido corriendo como colegial que escucha la campana del cole. Lo acompañó un atronador 'YYYEEEEEEEEE' que pareció llevarse consigo hasta llegar a su casa porque minutos después parecía que Héctor seguía escuchándolo por los pasillos.

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Sin embargo, Migue tenía planes especiales para poder dormir bien en la noche.

—Un playcito, una o dos pizzas, chela, unos pisquitos o chilcanos... O los dos, ¡ya que chu'!—Migue repasó mentalmente la lista de cosas que tenía planeadas para la noche— Solo falta mi 'pleyer tu' y ya estamos.

El peruano sacó el celular del bolsillo y marcó un número.

—¡HABLA, CAUSA! —gritó en el micrófono— ¡Un play en mi jato en la noche, habla! Pizza, pisco, chela, FIFA, tú y yo, no sé, piénsalo.

Del otro lado del auricular se escuchó un corto silencio interrumpido por una carcajada y un '¡anda, marica!'. Miguel sonrió y luego de unas breves palabras, agregó.

—Dale, Pancho. Te espero en la noche. 

Dicho esto, colgó la llamada. Sería una noche muy divertida.

Vuelcos en el corazón [EcuPer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora