Capítulo 6 "El Encuentro"

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-No...

Francisco tragó saliva y se alejó de los labios de Migue. Bajo la tenue iluminación de la habitación, sus labios brillantes y húmedos, se mantuvieron entreabiertos en una expresión de pacífico coma etílico. Malditos labios... Se habían visto tan provocativos...

Se secó el sudor del rostro.

Tiempo antes, Pancho había seguido las indicaciones del bartender -que más tenía traza de pepero* que otra cosa- y se había dirigido al hotel mencionado. Se llamaba "El Encuentro"* y carecía de estrellas visibles en la fachada por lo que al ecuatoriano no le dio buena espina... Pero ya una vez dentro no era tan malo como se había imaginado. Al menos estaba limpio y tenía agua caliente. Y cuando mínimo ya no tenía a Migue encima que el hombrecito de Dios pesaba lo mismo que dos costales de papas. Cuánto debe de tragar para pesar tanto el hombre, ¡por Dios!

Se secó el sudor de la frente una vez más. La verdad que antes de caer hacia atrás en la cama, había tenido al peruano encaramado en el hombro y le entraron calores como a mujer menopáusica. Gracias a Diosito que Migue había caído a la cama como papa porque si seguía en su hombro... Una de dos, o se le entumecía la deltoides... O terminaba entumeciéndole la deltoides a Migue de los conejos que le iba a sacar -if you know what I mean-.

Pancho chasqueó la lengua. A la próxima que cayera inconsciente porque sí, lo dejaba donde fuera que estuviese y sanseacababa el asunto. Tal vez sería lo mejor. Tal vez dejarlo al lado de la pista... Y como se trata de Miguel, tal vez no le ocurriría nada. ¿No? Total, el peruano siempre se las arreglaba para salir bien librado de todo...

El ecuatoriano se alejó y se sentó al lado del peruano, apartando la vista y bufó con partes iguales de amargura y ternura.

-Seh, claro -murmuró ácidamente para sí mismo-. Y tal vez si digo cocó muchas veces, algún día me convierta en gallina y ponga huevos.

Tragó saliva audiblemente contrastando con el silencio que reinaba en el cuartucho.

No, Miguel era un joven que resaltaba a dondequiera que fuese y siempre captaba el ojo de los demás por ser como era, por dentro y por fuera. Siempre terminaba encariñando a todo el mundo alrededor... Pancho arriesgó una mirada al incauto dormido y sintió el enrojecer de sus mejillas.

-Maldito sea, Migue -soltó en un susurro casi inaudible y lleno de ternura-. Si estuviera al tanto de lo mucho que me preocupo por usté'... Muy probablemente le parezca insoportable... Y no me quisiera ver ni en pintura...

Pancho se frotó la frente y los ojos y apretó los labios. No había manera alguna que se encontrara en aquella situación. Todo debía ser a lo mucho una broma pesada de Migue y los demás panas. Se negaba una y otra vez, a veces en voz alta y a veces no, a estar viviendo el presente sin que se tratara de algún plan macabro de un picaresco ente universal. Sí, los duendes, los duendes deben ser... Los duendes debían de tener la culpa. Mejor mantenía la boca cerrada. No fuera a que todo resultara ser una broma y terminaba metiendo la pata hasta el fondo. En el peor de los casos si era una broma y Migue se enteraba... Y... Y le entraba por evadirlo, podría perderlo para siempre.

-(No.)

Empinó el codo en la rodilla y la cabeza en el puño correspondiente pensando, mascullando, maldiciendo su estúpida suerte y su tamaña inocencia. ¿Porqué cuernos no había sido él el que se zampara la pusanga* esa? De esa manera habría podido querer cosas con Miguel... Y finalmente le habría echado la culpa al trago. ¿Por qué cuernos tenía que ser tan sano? Si hubiera sido más avispado habría planeado todo con anticipación y más cabeza. Y ahora en vez de lo que pudo ser, estaba cuidando a un Migue peligrosamente desprotegido y... Tan buenazo como canelazo con aguardiente.

Vuelcos en el corazón [EcuPer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora