Capítulo 4 "Hora de chumar"

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—¡'Jodas pe! ¡Tramposazo de mierda! —se alzó una voz—.

El estruendo de la casa de Miguel retumbaba en todo el Perú. Si es que no en toda América Latina. Imposible de creer que, con el Play Station IV y el equipo de sonido a todo volumen, se llegara a escuchar el grito de frustración del peruano.  

—Tranquilo, ñaño —dijo el ecuatoriano, palmeándole la espalda mientras su expresión divertida mutaba a la de un hombre experimentado y sereno—. Un día jugarás Fifa como los adultos —dicho esto volvió a reventar en risas—.

—Anda, ¡baboso! —replicó el peruano, ceñudo, mientras lanzaba el control a otro sofá—. Con trampa cualquiera, ¿no? ¡A ver si otro pata te aguanta tus huevadas!

—Jugar bien no es hacer trampa, ¡oe! —dijo Pancho golpeándole la nuca con un cojín que acababa de tomar—. Pero ya, ya. Te voy a dejar ganar para que te sientas mejor.

Pancho, que se encontraba a la derecha, apoyó el codo en el brazo del sofá y descansó la mejilla en su puño. Se quedó observando a Migue, quien había levantado las piernas en el sofá y abrazaba sus rodillas, enfurruñado. El castaño soltó un bufido y volvió a golpearle la nuca con el cojín.

—¿Por qué siempre te picas? ¿Ah?

—No me 'toy picando. —respondió el peruano amortiguadamente con la boca escondida tras las rodillas—.

—Sí te 'tas picando. 

—No me 'toy picando.

—Sí te 'tas picando~ —repitió Pancho, alargando las palabras de modo cantarín—.   

—No-me-estoy-picando... —repitió Migue haciendo énfasis en cada palabra, habiendo levantado el rostro y encarando a su amigo—. 

—Claro que te 'tas picando. Y encima 'tas picao.

—No me pico y no estoy picao. —Miguel cerró los ojos con fuerza—.

—A ver di: "Tahuantinsuyo"

—"Tahuantinshuyo" —repitió, arrastrando las eses como había estado haciendo desde hacía ya un buen rato—.

—A ver di... —Pancho ladeó la cabeza, pensativo—. "Sacsayhuamán" —continuó el ecuatoriano, con una sonrisa pícara—.

—"Shacshayhuamán" —repitió el peruano, obstinadamente—.

—A ver di...

—¡'Tamare! Qué me crees perico o qué cosa, ¿ah? —reventó Migue de malas pulgas, dejando de abrazar sus rodillas—.

El ecuatoriano parpadeó con los ojos abiertos y se encogió de hombros.

—¿Lorito quiere galleta?

—¡GAAAAAH!

Miguel alzó las manos y estiró las piernas en un gesto brusco, en señal de derrota. Luego se volvió a enfurruñar abrazando el cojín que tenía a la mano. Si no salía humo de su cabeza es que, de momento, era físicamente imposible. El ecuatoriano lo miró por unos segundos con el corazón apretujado y, haciendo como que no le pasaba nada, subió ambos brazos al respaldar del sillón mientras se recostaba en él.

—Por qué tas zapateando tanto, ¿ah? —preguntó—.

—Ya sabes, oe... 'Te hagas el cojudo.

—O sea, yo sí... —a Pancho se le escapó una breve y triste sonrisa—. Y acá el shunsho eres tú si tú mismo no te 'tas dando cuenta de como te 'tas comportando —el ecuatoriano miró al techo—. ¿'Tas así con todo el mundo? ¿O solo es conmigo?

—¿Fuera de huevadas? —preguntó el peruano detrás del cojín—.

—Fuera de huevadas —coincidió Pancho—.

A Pancho le dio la impresión que el peruano no tenía intenciones de contestarle. Se pasó largo rato mirando cuán bonito estaba el techo, sin percibir siquiera señales de que el peruano estuviera respirando y... Mucho menos contestando. Pero, tal vez Miguel aún no estaba listo para afrontar cara a cara lo que le había ocurrido... Tal vez, aún le dolía demasiado como para poder hablar de ello con tranquilidad. Tal vez, pensó Pancho tragando saliva, aún el peruano estaba demasiado enamorado como para volverse a enamorar.

Después de lo que se sintió como una eternidad, Pancho suspiró y reunió el valor para dejar que las cosas volvieran al cauce habitual de las últimas semanas.

—Oe, Migue —musitó—. Si no quieres hablar, norm-...

—Pensar en Clara me tiene hasta el pincho, broder —lo cortó Migue, en seco—.

Pancho parpadeó y, si no se precipitó hacia adelante era porque, ¡vamos! Pancho había sido un maestro un... 99.99% del tiempo ocultando sus emociones. Así que haciendo gala de sus superpoderes de buen pana en la friendzone, volteó el rostro hacia Migue pretendiendo escasa —pero existente— sorpresa.

—Oh... —murmuró, mientras su yo interno gritaba furiosamente con lágrimas en los ojos y pañuelo entre los dientes—. (¡HABLÓ! MI CHULLA HABLÓ, ¡¡DIOSITO LINDO!! ¡¡¡GRACIAS POR TU MISERICORDIA!!!) —el ecuatoriano tragó saliva y pensó que tal vez sería buena idea ponerse de acuerdo entre su yo de afuera y su yo de adentro para no volverse loco—. Y... —murmuró, con la boca seca—. Habla, ¿no? Total... Ya deberíamos estar a años luz de la vergüenza, ¿no?

—O sea, igual da roche, manyas —musitó el peruano desde detrás de la almohada—. El ser detrás de un país, el que prácticamente mueve los hilos del país entero... —el peruano se echó para atrás en una postura muy similar a la de Pancho, retirándose la almohada de la boca—. Él ser que es la esencia del país... De sus montes... De sus punas... De sus ríos... Sufriendo mal de amores por causa de una niña... Y desde hace semanas —agregó con unas notas de amargura en la voz—. O sea... Como que ya es mucho, ¿no? —Miguel no obtuvo respuesta y suspiró hondamente—. 'Toy cansado de esto. Ya le he dao vueltas en la cabeza todo lo que he podido y todo lo que he debido... Ya no hay nada más que pensar.

—Pero sigues pensando —acotó Pancho—.

—Ssseh... —coincidió el peruano, arrastrando la palabra sin mucho ánimo—. Y eso es lo que más me jode. Estar en la chamba me ayuda. Me mantiene distraído y todo, pero... Es yuca trabajar cuando estás teniendo problemas pa' dormir —Miguel se apretó el pliegue de piel que está por encima del tabique, fastidiado—. Lo de Clara me jode incluso en maneras en las que no estoy consciente... Me despierto varias veces en la madrugada y... Después ya no puedo dormir. Y... O sea, estando despierto... Me pongo a pensar en ella.

Claro que eso el ecuatoriano ya lo sabía porque Migue siempre se conectaba al WhatsApp en horas de la madrugada.

—Ah... —murmuró Pancho—.

—Y al día siguiente tengo sueño en la chamba y 'toy de mal humor y toda la huevada...

—Mmm... Ya...

—Y... Eso...

Un largo silencio siguió, cerniéndose entre los dos como un innegable velo negro.

—Mmm... —el ecuatoriano rompió el silencio haciendo un puchero, pensativo—. Yo creo que lo que te falta es irte de farra. ¡D'esas que te dejan cansao por meses!

—No, hombre, ¡si cansado estoy!

—No, menso —lo atajó el ecuatoriano, empezando a animarse—. El estar cansado por rumbear no es lo mismo que 'tar cansado de tar cansado, p's,

—Ahm... —Migue entrecerró los ojos y se encaramó hacia el costado, hacia Pancho—. ¿Yaaa~...?

Pancho se levantó de un brinco y extendió una mano hacia Migue.

—Párate —le dijo, con un guiño pícaro que, Migue no sabía por qué, le hizo un nudo en la garganta—. Tengo una idea.



Vuelcos en el corazón [EcuPer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora