Capítulo 7 "Como en guaringongo"

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Francisco parpadeó desconcertado y, cuando el alud de sus pensamientos hizo efecto bola de nieve dentro de su cabeza, la cantidad abrumadora de estos golpeó su cerebro con tal fuerza que se le quitó lo poco chuchaqui* en una.

—Del putas*, pues... —murmuró de modo ácido—. DEL~ PUTAS~...

Francisco acomodó el brazo por debajo de Migue, quien profirió un sonido relajado. Pancho tragó saliva y sintió de pronto como los pantalones le quedaban apretados. Alejó ligeramente la pelvis de Migue.

—Oe broder —murmuró casual, intentando mantener el hilo de cordura que evitaba que le rasgara el bóxer—. Ni ver la de chuchaqui que vas a 'tar mañana porque 'tas más chumado* que mandado a hacer... Tas hecho trozo*, man...

Dicho esto, acercó la diestra al borde derecho de los bóxers y los asió dubitativo. ¿Seguía despierto Miguel? Aunque... Igual no estaba mal que le estuviera sacando los calzoncillos, ¿no? Total, fue el peruano quien se lo había pedido en primer lugar...

Pero... Siendo sinceros... ¿Estaba preparado el ecuatoriano para verle la flauta* a Miguel?

El ecuatoriano soltó el borde de la ropa interior y resopló en la oreja del peruano, frustrado con su maldito sentido de la justicia. ¿Por qué se sentía tan mal? Bueno, tal vez porque estaba a punto de enchufar a su mejor amigo estando borracho. Y era una de las personas que depositaba en él la confianza a ojos cerrados y ponía por él las manos al fuego.

Pero...

¿Era eso suficiente para sentirse tan batracio?

¡No era que lo hiciera por aprovecharse y punto, tampoco!

Pancho acarició el rostro de Miguel y este sonrió ligeramente. El ecuatoriano se sonrojó ante la vista y abrazó al peruano contra sí mismo plantándole un par de besos en el hombro.

—Miguel... —murmuró quedamente—.

Pancho miró el perfil durmiente de Miguel. Le quería. La verdad era que estaba templadazo, como diría Migue. Y realmente no había querido aceptarlo hasta ahora. La razón por la que le costaba tanto tomar provecho de la situación era porque... Bueno...

Se trataba de Migue.

De su Migue.

Su Migue...

Cómo había llorado de la cólera al verlo con el corazón roto por la tal Clara esa. Puta madre, Pancho. Tú mismo te habías jurado cuidarlo...

Cuidarlo...

Francisco parpadeó.

— (¿Cuidarlo...?)

Pancho recordó vagamente algo que se había escapado de su memoria. Al partir de la barra con Miguel a cuestas, el barman le había dicho algo... ¿Qué le había dicho...?

—Pobre chibolo*... —murmuró el bartender observando como Pancho se echaba a Migue a la espalda—. Cuídamelo a tu amigo... Me cayó bien. Dicen que este trago no te tumba a menos que 'tes muy bien... O muy mal...

—Sorry mister... —intervino Pancho forzando un poco la voz—. No quiero ser checho* pero el loco este pesa su buen tanto...

—¡Ah! Sí, m'ijo, ¡perdón! —contestó contrariado el hombre—. Pero una cosita, ¡antes de que te vayas!

—¿M-mande...?

—Hay una cosa con ese traguito... Es algo así como... —hizo un gesto con la mano y abrió la boca pero acto seguido negó con la cabeza—. No, no, eso no... Como... Como... —siguió escudriñando en su cabeza por un término más acertado y su rostro se iluminó de pronto—. ¡AH! ¡YA! Es algo así como... —hizo una pausa y dijo ceremoniosamente—. Veritaserum.

Vuelcos en el corazón [EcuPer]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora