La Fíbula

155 7 0
                                    

Sentada sobre mi cómodo sillón de terciopelo, Rachel lleva cinco minutos sin parar de hablar. Sobre mi sofá parece una reina sentada en su trono, aun cuando el imponente mueble que ocupa una cuarta parte de la habitación mercado de pulgas, al igual que los cojines de rayas que lo decoran. Durante este tiempo, busco mi libreta de dibujo. ¿Donde podría estar? Levanto los viejos trabajos del piso, al lado de la mesa baja de madera. Luego empujo la tetera con asa en forma de trompa de elefante como si mis dibujos se encontraran debajo. ¡Una puede soñar!

Rachel ríe siguiéndome con la mirada mientras me activo en mi lindo desorden.

- ¿Necesitas un GPS? - pregunta con ironía.

Le saco la lengua, con mi larga cabellera rubia reunida en una gran trenza. En respuesta, ella me sonríe sorbiendo su taza de café. Desde su llegada me habla con ánimo y orgullo sobre la fiesta organizada en el Park Hyatt. ¡Un verdadero éxito para su agencia!. Al mismo tiempo juega con mi estola negra, que me trajo esta mañana. La había olvidado en los vestidores, lo cual le dio un excelente pretexto para invitarse a desayunar y disfrutar mi pan tostado quemado y mi huevo revuelto (que en un principio iba a ser un omelette...)

- ¿No lo reconociste? - insiste retomando el hilo de nuestra conversación
- ¿Al viejo elegante que vi entrar? - pregunto intentando comprender - ¿El que sostenía a su mujer del brazo?

La mirada color nuez de Rachel brilla. Yo cambio de lugar una lámpara Art Déco, constituida de delicados arabescos que evocan un tallo de flor. Con los puños sobre las caderas, intento recuperar ese maldito cuaderno. Seguramente se perdió en el triángulo de la bermudas de mi salón. No es raro que los objetos desaparezcan por siempre en esta habitación. El FBI ya esta investigando. Y en mi opinión, todo es culpa de los extraterrestres.

- Era John Higgins, el senador.
- ¿Un político? Creí que todos los invitados trabajaban en el mundo de las finanzas.

Sorprendida por mi ingenuidad, Rachel estalla de risa.

- ¿De que planeta vienes Brittany? Los hombres más poderosos del mundo estaban allí.
- Oh...
- Hasta Hillary Clinton llegó. Lástima que te hayas ido antes de darle la mano.

Breve silencio.

Luego lanzo un grito triunfal, haciendo que mi mejor amiga salte y por poco tire su taza sobre mi duela encerada.

- ¡Ya se!

¡Ya no necesitan enviar al agente 007!

Feliz, me lanzo hacia el gran casillero situado al fondo de la habitación. Se trata de un mueble de apotecario constituido de una multitud de compartimientos donde los farmacéuticos de antaño ordenaban sus tizanas, ungüentos y otras pociones.
Hoy, algunas viejas fotos se encuentran allí en cuadros que pinto y remiendo todo los fines de semana. Hundiendo mi mano en una de las cajas, saco mi preciado cuaderno.

- ¡Lo salvé!
- No sé cómo logras encontrar tus cosas en este desorden.
- No es un desorden. Sólo está... Organizado a mi manera.

Y metiendo mis dibujos en mi alforja cubierta de insignias y de graffitis de tinta turquesa, regreso cerca de mi amiga.

- Siéntate dos minutos, me éstas mareando.
- ¿Qué decías acerca de la fiesta? - pregunto dejándome caer sobre el gran puf frambuesa al lado del sofá.

Intento no pensar mucho en esa fiesta. Porque eso implicaría pensar en... Ella. Esa mujer con ojos oscuros y cabello negro que me persiguió en en todos mis sueños anoche. Como si me hubiera seguido hasta mi apartamento, como si ya no se saliera de mi mente. Tomando mi taza, bebo un trago de tizana energezitante a base de tila. Extrañamente, cuando le ofrecí un poco, Rachel se abalanzó sobre mi cafetera balbuceando.
Bueno aún así entendí algunas palabras: rumiante y comer hierba, por ejemplo.

Mis Deseos, Mi Multimillonaria Y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora