t r e s

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¡Este hombre aparece en todos lados!

¿Sabían algo? no era que me molestaban los niños pero de hecho sí, sí me molestaban y mucho.

La gente solía decir que ellos aprendían muy rápido y que eran como esponjas que lo absorbían todo, y si lo eran, pero nunca absorbían lo que yo les enseñaba. Siempre llegaban al estudio con actitudes de sus padres, malas palabras, malas contestas o mañas locas que no eran propias de niños de su edad. Bailar me gustaba mucho, pero enseñarle a los niños porque «Jongin, debes contribuir con el futuro de la academia y de los niños franceses» me volvía loco. Yo quería contribuir, oh, yo quería hacerlo, pero en algo así como golpear a Violetta -la directora de la academia- hasta que la sangre manchara mis dedos.

Pero de nuevo, y volviendo a esta cajita de espejos por doquier, me vi sonriendo y repitiendo «Un, dos, tres, marca» hasta que ya no tenía saliva para gritar-corregir a mis alumnos-demonios. Mi grupo de entrenamiento no era el mejor, y por eso me los echaron a mí porque yo sí era el mejor. «Jongin tú tienes la elegancia de una gacela, tu podrás con esta tropa» había dicho Violetta pero yo no me podía imaginar a las gacelas enseñándole ballet inicial a doce mocosos de ochos años, oh, olviden lo de doce, ahí llegaba la número trece.

-Jongin te presento a Gayoung -Violetta me dijo en su francés muy marcado y sofisticado. Cuando mencionó el nombre de la pequeña enseguida la miré, vi sus ojos grandes y boca en forma de corazón y recordé a alguien.

La niña me miró como esperando que le hablara, según lo que parloteaba sin cesar Violetta, la niña era mayor que los demás niños en mi división; me había explicado que era talentosa aunque novata, y que sólo yo podía ayudarla porque la pequeña criatura no hablaba francés fluido, yo era el único coreano en la agencia y dos más dos, son cuatro.

-Hola pequeña -le dije en coreano, pronunciando aquellas palabras que sólo ponía en práctica con Joonmyun y cuando Do me daba conversa.

Ella me miró con esos ojos grandes y brillosos y a mí se hizo todavía mas parecida a alguien, pero ni siquiera me atreví a mencionar el nombre de ese alguien. Por mi salud mental era mejor quedarme callado.
-Muchos gusto, profesor-oppa, soy Moon Gayoung. Cuide de mí -dijo ella y me hizo una reverencia.

Los demás niños comenzaron burlarse de la pequeña Gayoung y me sentí ofendido porque ¿por qué tiene esta bola de mocosos de sociedad reírse de alguien que es diferente? Una razón más para que todos me cayesen tan mal.

-¡A ver, a ver niños! ¿Cuál es la risa? ¿Dónde está el payaso?

Sí, ese era Kim Jongin el que buscaba cualquier excusa para regañar a los doce mocosos aquí presentes. Uno de los más grandecitos François -cuyo nombre fue mi primer reto al llegar aquí porque era algo como «Fransuá»- era el que no podía dejar de reírse, se escondía detrás de sus amigos para evitar mi mirada y yo me molesté mucho más. Eran niños pero cuando querían podían ser realmente crueles.

-¿François te pasa algo? ¿Quieres estar un rato a solas en el rincón?

El dejó de reír, pero ya era demasiado tarde, yo ya estaba molesto y más cuando Gayoung, aún sin saber que había pasado a su alrededor, bajó la cabeza avergonzada porque sabía que las risas se debían a ella.

-Tienen que aprender los modales que sus padres olvidan enseñarles en casa -espeté, volviendo al frente y dejando por un momento a Gayoung con Violetta, quien permaneció callada durante el rato que yo reprendía a los niños. Yo tenía razón después de todo, esos niños necesitaban disciplina-. Me parece una falta de respeto que se burlen de una niña que apenas conocen, solo por eso todos, absolutamente todos, están castigados. Hoy no hay ensayos para la obra de verano hoy hay calentamiento hasta que sus padres decidan que es tiempo de recogerlos del suelo donde van a terminar después del entrenamiento.

Si La Sol Fa Mi Re... Do → KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora