PRÓLOGO

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¿Y quién sois vos, dijo el altivo Lord,

que tan bajo inclinarme debo?

Estaba lloviendo. Un caballero estaba montado en su corcel blanco, empapados y calados ambos hasta los huesos. Era alto, fuerte, con unos ojos verdes veteados en dorado. Poseía una melena ondulada rubia dorada y llevaba barba y bigote. Llevaba una armadura dorada con un león dorado en el centro y una capa roja. De su cara bajaba una cascada de agua de lluvia mezclada con sangre, pero no era la suya.

Solo un gato de distinto pelo,

Es toda la verdad que entiendo

Ser Tywin de la Casa Lannister miraba hacia un castillo en ruinas. Un castillo que en su época de esplendor era muy grande, ostentoso y rico, pero ahora estaba en llamas y medio derruido. De su septo solo quedaban los cimientos. De las cinco torres, cuatro ya habían caído y una se tambaleaba aún ardiendo.

En pelo de oro o pelo de rojo,

Garras aún tiene un león.

Los cascos del corcel se hundían en el barro allá por donde pisaba. Antes los campos estaban llenos de cultivos y campesinos, de árboles y puestos del mercado, de niños corriendo y jugando, pero ahora estaba carbonizado, destrozado, lleno de cadáveres y de moribundos. Ser Tywin había perdido a muchos de sus hombres, muchos de aquellos seguían tirados a lo largo del castillo, pero todos los enemigos fueron masacrados sin excepción.

Y las tengo largas y filosas, mi Lord

Como largas y filosas vos

El caballo se apartó para no aplastar a dos cuerpos desgarrados, cubiertos de barro y de sangre, con heridas en el pecho y en los brazos. Ser Tywin miró hacia abajo y descubrió que eran dos niños, pero no le importó en absoluto. Él había decretado que pasaran por la espada a todos los habitantes del castillo y que no tomasen prisioneros.

Y así habló, y así habló

El Lord de Castamere

Un caballero se acercó. Montaba un caballo negro y tenía un escudo con su blasón: tres perros de sable sobre campo dorado. A la grupa llevaba atadas tres personas: un niño, una niña y una mujer. Iban cubiertos de barro, con las ropas destrozadas y con arañazos sangrantes y moratones en las mejillas.

Pero ahora lluvias lloran en su salón

Con nadie que las escuche

–Mi señor, ¿qué hago con estos que intentaban huir? –preguntó el caballero.

–He dicho que nada de rehenes, Ser Roland –le respondió fríamente Ser Tywin. –Así que ya sabes qué hacer, Clegane. Deshazte de ellos.

Si ahora lluvias lloran en su salón.

Y ni un alma que las escuche

Clegane se bajó del caballo, desenvainó su espada y le cortó el cuello a la mujer. Los niños comenzaron a gritar pero Tywin, que tenía poca paciencia, atravesó el corazón del chico mientras Clegane mató a la más pequeña. Y así cayó la fortaleza de Castamere.

Las lluvias de Castamere: la rebelión del león (Fanfic Juego de Tronos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora