–No toleraré estar bajo el gobierno de ese inútil Lannister –decía poniéndose en pie Lord John Reyne. Era un hombre con el pelo blanco y corto, sin barba ni bigote. En su cara se podían ver algunas arrugas de la edad, pues tenía ya cuarenta y cinco años, pero sus ojos azules eran muy intensos. Iba vestido con un jubón rojo, unos calzones marrones y una capa plateada.
–Esto es traición, John. Harás que nos mates a todos –le reprochó Lady Olanna Tarbeck. Su esposa tenía cinco años menos que él y aún conservaba su larga y lisa melena castaña y sus ojos marrones también. Su vestido era de seda roja con bordados de Myr en hilo de oro y zafiros, y su capa de brocado verde con una redecilla de hilo de oro también.
–Como si Lord Tytos tomara represalias. Nunca lo ha hecho. Nos dará una reprimenda y nos iremos todos a casa –añadió Ser Roland, el hijo mayor y heredero de Lord John. De veinticuatro años, era idéntico a su madre excepto en los ojos azules de su padre. Iba vestido de azul, rojo y plata.
–Sí, exacto. En lugar de León de Casterly le tendríamos que llamar el Gato de Casterly porque es igual de manso y retrasado –respondió entre carcajadas Lord Reyne.
La Casa Reyne de Castamere estaba entera sentada en torno a una pesada mesa maciza de roble. Además de la familia se encontraban otros caballerizos, vasallos, generales, el maestre y el maestro de armas.
–Si encontramos el apoyo suficiente podríamos conseguir nuestro objetivo –dijo Ser Quarro de Braavos, el maestro de armas.
«¿Y cuáles son exactamente nuestro objetivo? –pensaba Lady Olanna.– Como salga mal todos moriremos. Estoy convencida».
–Maestre Willem, necesito que escribas una carta y la mandes a Torre Tarbeck–dijo Lord John.– Quiero que pongas que nos hemos levantado tal y como planeamos hace unos años. Pídeles si contamos con su apoyo y sus tropas.
–Ahora mismo –respondió el maestre Willem que se puso de inmediato a escribir. Anciano de setenta años, calvo y arrugado pero aún mantenía la cabeza lúcida. En su cuello colgaba la cadena de los maestres con una multitud de eslabones de distintos materiales según lo que hubiera aprendido en la Ciudadela.
–Ser Farlen, recluta a todos mis vasallos y a todo hombre que pueda manejar un arma. Ser Harys, pide a Tanda o Munia que te de una bolsa con dragones de oro. Quiero que contrates a tantos mercenarios como puedas –ordenó el Lord.
Dos caballeros con sus respectivas armaduras salieron al instante con el estandarte de la Casa Reyne de Castamere: un león rojo rampante ahorquillado de gules sobre campo plata.
–Ser Quarro, entrena a los hombres que tenemos y que llegarán dentro de poco y Ser Leo, ordena a los herreros de mis dominios que fabriquen cotas de mallas, espadas, hachas, todo lo que puedan –seguía ordenando Lord Reyne y los nombrados iban saliendo–. Damos por concluida la reunión. Tanda, Munia, Aleshia, traednos algo de comer y de beber y calentad la chimenea.
Las dos criadas comenzaron a encender el fuego de las tres grandes chimeneas que había en la habitación, mientras una salía por una puerta dirección a las cocinas. Pronto la sala se empezó a calentar mientras la noche caía y llenaba todo el bosque de oscuridad y los lobos comenzaron a aullar. Las criadas llegaron pronto con la comida. La cena fue a base de pollo asado, ganso bañado en salsa de ostras, almejas cocidas con limón, pan recién horneado, aceitunas verdes y negras, una sopa de algas marinas y vino dulce de la propia Castamere.
La primera en empezar a comer fue la anciana Lady Resme de la Casa Ogrey, difunta de Lord Rudiger y padres de Lord John. Lady Resme superaba ya los sesenta años y desde que falleció su marido su salud fue a peor. «Mal de amores» lo llamaba el maestre. Su vestido era azul plateado, con el pelo blanco recogido en un trenzado alrededor de la cabeza. Era de mirada firme, severa pero a la vez dulce.
A su lado estaban los más pequeños de la casa, de los cuales nunca se separaba. Alla tenía cuatro años y muy lista para su edad. De cara redonda y de rizos rubios, tenía su vestido rosa manchado de la grasa del ganso. Su hermano de seis años, Samwell, llevaba una túnica azul celeste y era muy parecido a su hermana pequeña. Si Roca Casterly era una roca de oro, se decía entre el pueblo que el oro estaba en los rizos de estos dos pequeños. La Casa Reyne tuvo como uno de sus fundadores a la Casa Lannister allá por la Edad de los Héroes, pero es un hecho que ningún Lannister quiso admitir, pero la genética rubia de la Roca se hacía patente.
Robb Reyne no contaba con más de doce años. Aspirante a caballero, era el escudero de su hermano mayor y era muy hábil con las armas, además de tener una mente brillante. Lady Regina era la doncella de dieciocho años, pelo castaño rojizo y ojos marrones verdosos, esperaba ser prometida a algún heredero de alguna casa noble. Al otro lado de la mesa estaban Ser Roland, Lord John y Lady Olanna, acompañados por el maestre, el septón Hullier y por otros grandes caballeros de Castamere.
La cena pasó muy alegre. Unos músicos y un bardo estaban tocando «El Oso y la Doncella» y unos bufones montaban un teatro que hacían sacar carcajadas a los allí congregados. Mientras otros reían el Lord y su pequeño consejo debatían sobre la forma que debía tomar la revuelta. La Casa Tarbeck ya estaba avisada, gracias al cuervo que pudo enviar el maestre firmado y sellado por el Lord. Además habían decidido hacerse aliados de El Risco de la Casa Westerling. Los más pequeños se quedaron dormidos y fueron las criadas y Lady Resme las que los llevaron a sus aposentos. Poco a poco el comedor se fue vaciando hasta que ya solo quedaron los restos del fuego de las chimeneas.
En los aposentos privados del Lord estaba él y su mujer con unas batas de pieles de cabras mirando desde una de las ventanas. «Tengo miedo por esta locura», pensaba Lady Olanna. Se abrazó a su marido y le dijo en un susurro:
–¿Qué pasa si los Lannister se nos echan encima?
–Conoces a Lord Tytos mejor que yo, cariño. Es un león manso, no se atrevería a poner las garras encima de nadie. Nos dará una reprimenda, tendremos que pagar un castigo y poco más –consoló John a su esposa.
–Él no me da miedo. El que más me preocupa es el joven león. Es un ser despreciable y malvado.
–Ser Tywin hará lo que su señor padre le ordene. ¿Desde cuándo se ha visto que un hijo se rebela contra su padre y no le obedezca? –intentó tranquilizarle John y le comenzó a besar en la frente para luego pasarse a la boca.
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Las lluvias de Castamere: la rebelión del león (Fanfic Juego de Tronos)
FanfictionLa Casa Reyne se alía con la Casa Tarbeck para rebelarse contra Lord Tytos Lannister, de Roca Casterly, un hombre débil y al que todos sus vasallos humilla. ¿Cuáles son las causas? ¿Qué pasó con las dos antiguas y legendarias casas? ¿Quiénes eran su...