1920.
San Francisco:
Hoy recibí una llamada, un hombre que se hace llamar "Ral" ha solicitado mis servicios para hallar unas piedras extrañas en el Pacífico Sur.
En un principio me sorprendió esa petición, pero casi nadie contactaba con alguien como yo, así que acepté.
El once de mayo partí hacia el lugar que el Señor Ral me pidió.
Tomé un barco que me dejaría lo más cerca posible de aquel lugar del que jamás había oído.
El viaje en dicho barco no fue de lo más agradable, pero fue mejor que haber partido solo de San Francisco a Australia y perderme enmedio de la nada.
El barco tardó 40 días en llegar al muelle más cercano de Australia, de ahí, emprendí mi camino solo y a pie hacia el sur.
Fueron aproximadamente 300 kilómetros, 300 malditos kilómetros que tuve que recorrer a pie, hasta que lo vi.
Era un destello tenue entre violeta y azul.
Estaba seguro, que eso era lo que el Señor Ral buscaba.
Me encaminé hacia ahí, y estaba en lo correcto, miles de trozos de piedras de ese mismo color yacían tiradas en el suelo, repartidas en poco más de 300 metros cuadrados.
Rápidamente guardé 10 trozos en una caja metálica y me alejé de allí lo más rápido posible, porque, aunque sólo fueran pedazos, se sentía realmente caliente en ese lugar.
Estaba deseoso de regresar a San Francisco y enviarle al Señor Ral lo que encontré, así, vería que hice un buen trabajo y podía recompensarme muy bien.