Me tomaron entre los cuatro. Sentí que aquella piedra extraña que estaba en mi bolsillo empezó a arder, provocando que sientiera que me quemaba la ropa y la piel.
Los cuatro espíritus comenzaron a repetir una y otra vez una sola palabra: Apothicon.
Me pusieron sobre el altar y comenzaron a cantar de nuevo, sentí que me elevaba en el aire, mi piel comenzó a arder, grité de dolor con todas mis fuerzas, esperando a ser escuchado... Nadie llegó, yo fui un sacrificio humano, sentí cada parte de mi cuerpo separarse, y perdí noción del tiempo, del espacio... Y de mi vida.