4 - Volveré

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-¿Cómo nuestra? –pregunto en estado de shock.

-Fa... falleció al na... nacer.

Me hundí en un mar de lágrimas donde solo podía sentir los brazos del hombre que amo rodearme con dulzura y mimo para no lastimarme. Me sentía segura, pero, también demasiado triste.

-¿Por qué no me dijiste nada? –pregunto secando las lágrimas que corrían caprichosas por mis mejillas.

-Porque no quería atarte a algo que jamás paso. Solo pensé en alejarme, pero, cuando volviste supe que no tenía por qué ocultártelo más tiempo.

-Cometiste un grave error –dijo tensando la mandíbula.

-¿Qué?

-Me lo ocultaste, en cuanto yo podría haber pagado para que tengas una mejor atención y que ella estuviera ahora con nosotros.

-Anthony, no pude decirte nada, porque tenía miedo. Por un lado de estropear tu carrera y por otro es que no quería que mi papá se entere.

-Me importa mierda tu papá, me lo ocultaste y eso me molesta.

-Tenés todo el derecho a estar enojado. Si querés ódiame hasta la muerte, pero, no era seguro. Ya venían advirtiéndome de que iba a nacer con problemas o que simplemente no lo haría por un tumor que se le provoco antes de nacer en la cabecita –trate de explicar otra vez en llantos.

En ese momento me quedo sola. Desaparece velozmente de mi vista. Me tiro junto a la diminuta tumba murmurando palabras cariñosas a mi bebita, pero, a la vez triste por haber sido tan estúpida. Tony tiene razón, si hubiera dado la noticia a tiempo, yo tendría a mi bebé en mis brazos, no en un lugar fuera de mi alcance. Escuche unos pasos sobre los pedazos de piedras y levante la vista. Era Anthony, con un ramo de rosas blancas. Se inclinó hacia delante para dejar el ramo debajo del nombre de mi hijita.

-Aunque me dan escalofríos estos lugares, cada vez que venga a Argentina, mi vida, voy a traerte un hermoso ramo de rosas blancas, para que te identifiquen, como un alma pura y angelical que lamentablemente no pudo sobrevivir a este mundo tan cruel –no pude evitar llorar-. A pesar de todo, sé que un día nos vamos a conocer. Vamos a poder estar juntos.

Beso sus dedos índice y mayor y luego los deposito en la lápida. En ese momento oí un llanto de bebé. Mire para un lado, luego para el otro, nada. Después a lo lejos pude distinguir a una mujer con un bebé en brazos. Era rubia y la bebé estaba cubierta con una manta, era obvio estaba demasiado fresco como para dejar a una criatura al descubierto, para que se enferme. Tony me miro frio, pero, con ojos brillosos.

-¿Vamos? –pregunto.

Asentí sin poder decir ni "a". Nos encaminamos al auto, ahora necesitaba calor humano, un abrazo, pero, no. En ningún momento me abrazo. Se mantuvo pendiente del camino, sin siquiera mirarme o dirigirme la palabra.

-¿Me podrías llevar al penal? –pregunte sin ganas.

-¿Para qué? –pregunto cortante.

-Necesito hablar con mi mamá –dije volviendo a llorar.

Asintió y nos dirigimos allí. Eran las nueve casi diez de la mañana. Mi mamá seguramente ya estaba despierta. En ese momento mi celular sonó. Llamada, atendí.

-¿Hola? –salude.

-Hola soy Máximo –me respondió una voz familiar.

-¿Quién? –pregunte confundida.

-Máximo Ibáñez. El del colectivo.

-Ah, el metiche.

-Sí, ese. ¿Te gustaría tomar un café o algo conmigo?

-En este momento estoy ocupada –dije mirando a Tony, que me observaba por el espejo con gesto frio- ¿Para qué queres tomar un café?

-Para conocernos.

-Yo no quiero conocernos. Por favor, no llames más, es la primera vez, pero que sea la última.

-No lo creo. Chau, princesa.

Corto la llamada. Estaba que lanzaba humo por las orejas, este tipo que no me conocía me venía a llamar "Princesa". Estaba demasiado equivocado, estaba jugando con fuego y en cualquier momento el truco no iba a funcionar y se iba a quemar sin dejar más que marcas imborrables.

-¿Quién era? –pregunto Anthony.

-Nadie.

Me miro unos segundos pero mantuvo su vista en la calle. Me sentía muy mal, sentía que estaba sola y que si no hablaba con mi mamá iba a terminar en un hospital internada como paciente psiquiátrico. Llegamos al penal, me baje del auto cuando paro. Pero, antes que me diera cuenta él también había bajado. Intente no llorar, mi mamá no tenía que verme destruida por algo que yo misma provoque.

-¿Qué haces? –pregunte cuando estuvo al lado mío.

-Acompañarte, no te pensaras que te dejare ir sola a ese lugar –respondió cortante.

-Ya estuve varias veces acá, sola. Sin que nadie me acompañe, no vengas con eso de que no puedo venir sola –dije con la voz quebrada por la angustia.

-No me cabe un no por respuesta –respondió –Vamos.

Entramos al penal, sin decir una sola palabra. En el camino nos encontramos con la directora del penal la señorita Gómez, porque no está casada y tampoco tiene hijos.

-Hola, Vicky –me saludo.

Respondí amablemente, le presente a Tony y este se auto presento como un amigo de la familia. ¡Está bien! Cometí una locura y un grave error, pero, tampoco para que me castigue así, tengo sentimientos y no sabe cuánto sufrí con la pérdida de mi única compañía durante esos meses que estuvo en mi vientre, ella era mi sol, mi milagro, pero, ahora es mi ángel de la guarda.

-¿Vienen a ver a ver a Sandra?

-Si –afirme.

-Pasen, ahí les aviso a los policías que vigilan las visitas. Síganme.

Eso hicimos. Íbamos en silencio, Anthony ni siquiera me miraba, yo solo mantenía mis impulsos de llorar amarga y desgarradoramente. Una vez que Sarah les aviso a los guardias de las visitas que nos dejaran pasar, llamo a otros policías que trajeron a mi mamá en fracción de segundos. Lo primero que hizo mi mamá fue abrazarme y animarme ya que había notado mis ojos que estaban rojos. Después de unos segundos saludo a Tony, quien fingiendo una sonrisa, saludo amablemente.

-¿Qué paso? ¿Por qué están acá? –pregunto mi mamá cuando nos sentamos.

-Se todo –afirmo Tony.

-¿Todo qué?

-Lo del embarazo.

-De mi adorada nietita –mamá sonrió tristemente –Fue una gran tragedia. Dijeron que podían operarla después de nacida, pero, falleció antes de que pudieran hacer algo.

-No me contaste eso –dijo él mirándome.

-Pero, te dije que ni la clínica más cara del mundo pudo haber salvado la vida de mi bebita.

-Nuestra –afirmo.

Asentí sin fuerzas. Mi mamá continúo hablando de lo trágico que fue enterarse de que yo estando sola, estaba pariendo y que después del parto la criatura falleció. Mi hermano cuando se enteró desapareció del mapa, no lo volví a ver, menos cuando se enteró de quien estaba esperando un hijo. Ya bastante que me había maltratado verbalmente cuando se enteró que no le saque plata ni nada parecido. Después de ese día desapareció, cuando fui al hospital me entere que él había aparecido por casa, pero, una vecina le dijo lo que paso y volvió a desaparecer.

-Vi, ¿Sabes algo sobre lo de salir de acá? –me pregunto mi mamá.

-¿De cuándo vas a salir?

-Sí.

-Dentro de muy poco –sonreí al fin.

-¿Cuándo?

-Dentro de un... día.

-¿Mañana? –pregunto sonriendo.

-Si –afirme.

Juegos de obsesión -Romeo Santos [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora