Ya hacía casi media hora que se había cansado de los juegos de Evelyn. Ahora que el efecto del alcohol empezaba desvanecerse y su cerebro se ponía en marcha de nuevo, todo el deseo que lo había invadido minutos antes empezó a menguar, así como su estado de ánimo.
-Me voy. –dijo secamente a la chica que no paraba de besarlo.
-No. –contestó ella.-No te vas. –dijo tajantemente sin parar de hacer lo que hacía.
William dejó que la chica siguiera estampándole besos por todo el cuello, bajando por el pecho, y bajando todavía más. Entonces, intuyendo que podía ir a más, se la quitó de encima con la mayor delicadeza posible después de una borrachera, y se levantó aparatosamente.
-¿Y mi chaqueta? –preguntó algo mareado. Se pasó las manos por el pelo, abriendo y cerrando los ojos seguidamente para recuperar la vista, que ahora le tambaleaba. –Necesito mi chaqueta. –repitió molesto.
Evelyn siguió sin hacer caso a sus peticiones, se levantó al igual que él, lo abrazó desde la espalda y continuó pasando los labios por sus hombros.
-Tenemos tiempo, cariño. –aseguró ella con una picarona sonrisa.
William ni siquiera contestó, se apartó como pudo de aquellas manos y comenzó a buscar su chaqueta estrepitosamente. Se peleó con diversas plantas antes de saber que no la encontraría tan fácilmente. Necesitaba ir a casa y arreglarse un poco, no podía presentarse al baile de Lady Ruttland con esas pintas. Ya tenía una reputación lo bastante dañada como para que lo viesen entrar desde la terraza con tan solo la camisa y la piel llena de sudor. En ese maldito invernadero hacía más calor del que se imaginaba. Al salir fuera, el aire fresco sacudió sus cabellos y le ofreció esa claridad que tanto necesitaba.
Antes de que Evelyn tuviera tiempo para volver a agarrarse, comenzó a caminar hacia la salida más próxima. No podía salir por el salón principal, así que tenía que buscar alguna puerta de hierro o una valla lo suficientemente baja como para poder saltarla en su estado sin salir perjudicado.
-¿No vas a despedirte de mi tía? –preguntó la chica recomponiéndose el vestido.
-Por supuesto. –confirmó sin para de caminar. –Pienso regresar.
-¿Te espero aquí? –dijo ella, deteniéndose en su preparación para no dar una mala imagen a la hora de entrar.
-Lo de esta noche no volverá a repetirse. –atajó él frunciendo el ceño.
-¿No te ha gustado? –inquirió haciéndose la ofendida.
No había sido su mejor noche, pocas veces bebía, pero ésta la necesitaba. Después de escuchar la terrible noticia no había tenido otra alternativa, había sido la única manera de sobrevivir a los próximos días, alejándose un poco. Si no fuera porque Evelyn se le había lanzado cuando paseaban por los jardines –algo que debería haber intuido desde lejos- ahora ya estaría en casa con un vaso de whisky en la mano, sentado en su gran sofá o en el estudio.
El dolor de cabeza comenzaba a aflorar. Necesitaba meter la cabeza en agua fría y despejarse las ideas. Después puede que estuviera dispuesto a hacer acto de presencia en la fiesta, para que nadie pudiera negar que había estado, y así no podrían inventarse nada escandaloso sobre el conde de Norfolk. Posiblemente, a éstas alturas, alguien ya debía haber difundido el rumor de que se había ido a un burdel en lugar de ir al baile de una amiga, o peor aún, que había llamado a alguna viuda sola y descocada para alegrarle la noche. En parte le enorgullecía, que todos supieran quién era lo convertía en un ser casi omnipotente, y se satisfacía con ello.
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Seduciendo a un desconocido
RomanceIMPORTANTE: En esta plataforma se pone a disposición una serie de capítulos, pero no se encuentra completa. La novela íntegra está en el siguiente enlace: https://www.starywriting.com/novel/aiaqIo%2FtnCYrygkBBNl9Mg%3D%3D.html Margaret Hamilton es p...