-Parece que no estuvo muy a gusto. –apostilló Lady Stafford recuperando sus aires de grandeza, pasando los ojos del recién llegado a ella.
-En realidad. –contestó armándose de valor.- Fue espléndido. Aunque lo podría haber sido más sin tanta gente, seguro que usted me entiende. –se atrevió a decir impulsada por sabe quién el qué.
Lady Berkshire, quien ya había soltado el brazo del conde, pidió una silla al mayordomo, que no tardó en traer y en ser ocupada por el hombre. George Berkley, con la mano sobre el hombro de la señorita Hamilton, lo observó de mala gana y calmándose un poco después de oír a la chica quejándose por apretarla demasiado. Pidió disculpas mientras maldecía por lo bajo a William Lowell. Menos mal que en pocos meses ese sinvergüenza estaría arruinado y no podría seguir codeándose con las altas esferas.
Pero, ¿y si había tramado algún tipo de plan para seguir conservando su fortuna? Notaba como la sangre le hervía invadido por la rabia. ¡Una buena paliza se merecía!
No podía creer que ese tipo perteneciera a su mismo rango social. Sin duda la nobleza cada vez era menos distinguida.
Ahora que lo pensaba bien. ¿No lo había invitado su madre a la fiesta? Ni siquiera lo había visto presentarse, seguro que había estado en un burdel de mala muerte o con una mujer casada en una de sus casas en Londres.
George se frotó triunfalmente las manos, podía ser un buen momento para dejarlo en evidencia. Sonrió para sí mientras se dirigía a Norfolk.
-No lo vi ayer en la fiesta, y tengo entendido que mi madre lo invitó. –“por desgracia” le faltó decir. A diferencia de él, su madre tenía una debilidad por el conde, al igual que la mayoría de mujeres que lo conocían. Echó un fugaz vistazo a la señorita Hamilton. Debería mantenerla alejada de ese bribón antes de que cayese rendida ante sus métodos de seducción de los que se jactaba en cualquier acto social.
Margaret se sintió paralizada esperando la respuesta del conde, intentando no enrojecer cuando alzó la mirada hacia él. Solo ella sabía lo que había ocurrido. ¡Pero no podía decirlo!
El malestar incrementó e intentó aplacarlo con unos cuantos sorbos de té, un gesto en vano, pues poco logró hacer. Observó a Norfolk sonreír socarronamente y enseguida sustituirlo por un semblante serio.
-Vine tarde, eran más de las doce. Ya le dije a Lady Ruttland que mi abuela estaba terriblemente enferma y me quedé en su casa esperando el médico. –cuando acabó de excusarse, inclinó la espalda en el respaldo de la silla y cruzó una pierna sobre la otra, satisfecho de su capacidad por inventarse argucias, pensó ella.
-¿Cómo se encuentra ahora? –preguntó Lady Northumber con curiosidad.
-Mucho mejor. No es nada por lo que hayamos que preocuparnos. –Margaret pareció verlo vacilar ante la última frase.
Lady Berkshire le preguntó a Norfolk si quería tomar o comer algo, pero él rechazó cualquier invitación cortésmente.
-No voy a quedarme mucho. –dijo entonces.- Me esperan dentro de una hora en el White’s.
-¿Para qué quiere ir usted a ese club? Está lleno de gente respetable. –George no dudó en desafiarlo. Bajo su mano notó como Margaret se tensaba. Todos los rostros estaban mirando ahora a Lord Ruttland.
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Seduciendo a un desconocido
RomansaIMPORTANTE: En esta plataforma se pone a disposición una serie de capítulos, pero no se encuentra completa. La novela íntegra está en el siguiente enlace: https://www.starywriting.com/novel/aiaqIo%2FtnCYrygkBBNl9Mg%3D%3D.html Margaret Hamilton es p...