Los siguientes meses del embarazo fueron mucho mejor y el parto transcurrió sin ningún contratiempo. Excepto Dean caminando nervioso sin saber qué hacer y culpándose al poner a Abbie en esa situación, lo demás fue sobre ruedas. Tres días después estaban todos en casa.
Nada más llegar, la joven dejó al durmiente neonato en su cuna y fue a darse una necesaria y reconstituyente ducha. Diez minutos después volvió a la habitación y se encontró a Dean en la misma posición en la que lo había dejado.
El cazador seguía asomado a la cuna observando como el pequeño dormía plácidamente.
- ¿En qué piensas? – Abbie acarició su espalda a la vez que se asomaba a la cuna.
- En lo frágil que parece.
- Sí, pero pronto se convertirá en un hombre fuerte como tú. Ya lo verás.
Dean sonrió levemente y sintió como su compañera posaba delicadamente la cabeza en su hombro.
- ¿Y si no soy un buen padre? - Preguntó con preocupación segundos después.
- Eso es imposible. – La joven se irguió y lo miró con ternura.
- No tengo ninguna referencia de como criar adecuadamente a un niño. – Dean seguía mirando al bebé mientras hablaba.
- Nadie la tiene.
- Sabes que no me refiero a eso.
- Lo sé. Como también sé que vas a ser el mejor padre que este niño pueda tener.
- ¿Cómo estás tan segura? – Esta vez sí giró la cara para mirarla.
- Porque nunca me has fallado y sé que esta vez no va a ser diferente.- El trigueño resopló sin aceptar como válida la respuesta de Abbie. – El hecho de que no hayas tenido al mejor padre del mundo no implica que tú vayas a seguir sus pasos. Igualmente considero que a pesar de todo, no hizo un mal trabajo. Eres un buen hombre y al fin y al cabo es lo que quiero que sea nuestro pequeño, lo demás me da igual.
- ¿Y si me odia?
- No lo hará.
- No sé por dónde empezar, ni que hacer.
- Empieza por cogerlo en brazos, desde que nació nunca lo has hecho.
- ¿Y después? – Demandó intranquilo.
- Después sigue tu instinto. - Abbie lo besó suavemente imposibilitando que Dean pudiera responder.
Antes de salir del cuarto, Abbie miró una vez más hacia la cuna y agregó. – Y si el instinto falla, puedes preguntarte qué hubiese hecho el hombre por el cual tu hijo se llama así.
La noche había caído hacía largo rato y todos los habitantes del inmenso Búnker dormían tranquilamente. Hasta que el llanto del pequeño despertó a sus padres. La castaña se dispuso a levantarse para cogerlo y ver qué ocurría, pero una mano en su hombro se lo impidió.
- Tranquila, yo me encargo. – la ronca voz de Dean sonó a escasos centímetros de su oído.
Se levantó y se apresuró a la cuna, respiró hondo y se inclinó para coger al pequeño entre sus brazos.
- Hey colega, ¿qué ocurre? – dijo mientras se lo acercaba cuidadosamente. – Vamos, mamá tiene que descansar.- Se fue hacia la cocina con el pequeño aun llorando desconsoladamente.
Sin saber cómo, consiguió mantener la calma hasta hallar el porqué de su llanto. El pequeño simplemente tenía hambre.
Recordó que Abbie había dejado un biberón en el frigorífico y no tuvo más que calentarlo. En cuestión de segundos el niño calló y el silencio volvió a reinar en el Búnker.No hacía mucho, los Winchester habían convertido una de las tantas habitaciones en un acogedor salón con una gran pantalla plana y un cómodo sofá, en el que Dean se sentó para observar a su hijo mientras lo alimentaba.
- ¿Te gusta, colega? – el pequeño a modo de respuesta lo miró a los ojos y su padre sintió algo indescriptible.
Poco después el biberón estaba vacío y el pañal nuevamente limpio, pero Dean quería disfrutar unos minutos más de aquella intimidad con su recién nacido. Instintivamente lo acercó a su pecho y comenzó a arrullarlo.
- Papá te quiere mucho pequeño, y siempre lo hará. – susurró mientras seguía meciéndolo. – No lo olvides Bobby.
Abbie se extrañó al ver que ni Dean ni el bebé se encontraban en la habitación. Sin embargo, no había vuelto a oír el llanto de su pequeño. Aun desperezándose recorrió las estancias hasta que dio con ambos.
Dean se había quedado dormido en el sofá con el pequeño Bobby en sus brazos. Tanto el padre como el hijo dormían ajenos a cualquier cosa.
Aunque la joven no quería estropear aquella tierna estampa, no pudo evitar sufrir por el cuello completamente torcido de su amante.- Cariño. – El hombre se rebulló y movió ligeramente la cabeza – cielo, vete a la cama.
Aún con los ojos cerrados, Dean la cogió de la mano y consiguió sentarla a su lado. Cuando ella se acomodó, él paso un brazo por sus hombros. – Solo un rato más – consiguió pronunciar antes de volver a quedarse felizmente dormido.
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