Por el quinto cumpleaños del pequeño Bobby su tío Sam le regaló una bicicleta y nadie pudo esperar para salir fuera a probarla.
- ¡Muy bien! Mira hacia delante – lo animaba Sam mientras agarraba el sillín.
- ¡Venga campeón! ¡Ya lo tienes! – Dean se encontraba acuclillado unos metros más allá y agitando sus manos lo alentaba a pedalear hacia su posición.
Abbie por su parte observaba los progresos de su pequeño desde la distancia. Saboreando aquel momento con una imborrable sonrisa en su rostro.
- Hola Cass – dijo sin mirar al recién llegado.
- Hola – saludó mirando en la misma dirección que ella - ¿llego tarde?
- Para nada.
- ¿No te unes? – preguntó el ángel.
- Disfruto más observándoles. – desvió ligeramente la mirada y añadió - Este momento les pertenece.
- Se les ve muy felices. – apuntó el moreno.
- Sí. Gracias a Bobby están viviendo la infancia que les arrebataron.
El pequeño pedaleaba sin cesar a la vez que sonreía ante su éxito. Sin que se diera cuenta, Sam había dejado de sujetarlo y aunque haciendo eses, seguía acercándose hasta su padre.
- ¡Eso es! – La voz de Sam ya no se oía tan cercana como antes y Bobby miró hacia atrás.
Un error fatal ya que al apartar la mirada de su objetivo, sus manos movieron bruscamente el manillar y el pequeño calló al suelo. Castiel se dispuso a avanzar hacia el niño para ver si tenía alguna herida mas Abbie le dio el alto extendiendo su brazo derecho a modo de barrera y negó con la cabeza. Se limitó a seguir observando sin querer interferir.
- Venga, arriba colega. – Dean, se puso de pie y avanzó con grandes zancadas hacia su hijo. El pequeño se levantó no queriendo defraudar a su padre. - ¿Estás bien? – preguntó mientras le sacudía el polvo de los pantalones.
- Sí – afirmó mientras asentía con la cabeza.
- Lo estabas haciendo muy bien. – sonrió su padre con dulzura.
- Pero me he caído. – dijo tristemente.
- Eso les pasa a los mejores. Además, te has levantado sin pensarlo dos veces y eso es lo que importa.
- Porque quería ser igual de valiente que tú.
Dean se acuclilló ante su hijo conmovido por sus palabras. – Solo por haber subido a esa bici ya eres mucho más valiente que yo. – El niño lo miró con ojos tristes. – Ven aquí – dijo Dean mientras abrazaba a su hijo. – Estoy muy orgulloso de ti, campeón.
El pequeño más animado sonrió y por primera vez miró a su madre y corrió hacia ella mientras decía. – ¡Mami, papá dice que soy muy valiente!
- Sí que lo eres mi pequeño guerrero. – rió Abbie mientras lo alzaba en brazos.