End

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Acababa de cumplir los cuarenta y a pesar de ser toda una mujer adulta aún era capaz de parecer una niña sin proponérselo; eso hacía que él volviera a enamorarse una y otra vez.

- Buenos días dormilona,-susurró con una voz ronca e inusualmente grave. Ella con una expresión totalmente infantil gruñó como única respuesta.
Dean golpeó cariñosamente su nariz con la suya y ella abrió uno de sus ojos marrones para encontrarse con la amplia y, ciertamente bobalicona, sonrisa de él.

- Se nos han pegado las sábanas ¿verdad? – Predijo con voz pastosa mientras intentaba abrir su otro ojo.

- Te lo dije – rio el castaño por lo bajo mientras seguía observando incansablemente cada detalle del rostro de Abbie.

- ¿Eso es un reproche? – Dijo con voz más clara mirándolo por primera vez esa mañana.

- Para nada. Ni se me ocurriría quejarme. Anoche fue simplemente.... memorable – fue la única palabra que vino con claridad a su mente.

- Así que memorable ¿eh? – sonrió cómplice regodeándose en la placentera calidez de su proximidad.

- Entre otras cosas – dijo besándola fugazmente. – Deberíamos quedarnos solos más a menudo. Abbie ocultó con vergüenza su sonrisa con la almohada y sin razón aparente sus mejillas se tiñeron de un color rosado. Aquello fue el detonante y la mano de Dean dejó de acariciar con suavidad la tersa piel de Abbie y se plantó firme en la curvatura de su espalda haciendo desaparecer los exiguos centímetros que había entre sus cuerpos desnudos. Besó sus entumecidos labios y sin pedir permiso su lengua se abrió paso con gran habilidad. Dean inconscientemente la apretaba cada vez más contra su cuerpo que empezaba a hormiguear por el deseo. Su corazón latía con fiereza y sus pulmones ardían ante la escasez de aire. Ya no había vuelta atrás pensó mientras Abbie clavaba las uñas en el punto exacto donde se encontraba el pentagrama tatuado. Despacio comenzó a situarse encima de ella y entonces ella lo apartó con brusquedad.

- ¡Bobby! – Gritó la castaña hacia su perplejo compañero- ¡el partido!

- Oh, ¡mierda! – dijo Dean en cuanto la realización le golpeó a él también.

Ambos saltaron de la cama y comenzaron a buscar su ropa con urgencia. Entonces Abbie comenzó a tambalearse. - ¿Cariño estás bien? – Preguntó Dean acercándose a ella con la camiseta a medio poner.

- No. La verdad es que no me encuentro muy bien. – Se le hacía difícil respirar y su pecho le dolía como nunca antes.

- Cariño, me estás asustando – dijo Dean con un ligero temblor en la voz.

Abbie aulló de dolor cuando sintió como si alguien estuviese agarrando su corazón y estrujándolo con fuerza. Se dobló por la mitad y apretó con fuerza el brazo de Dean. En ese momento lo supo, había llegado la hora. "Muy hábil Crowley, nadie sospechará de un ataque al corazón" pensó.

- ¡Te voy a llevar al hospital ahora mismo!

- D-e-an. – pronunció con gran esfuerzo.

-¿Sí?

- Te qu-qui-ero.


Ni un solo ángel ni ningún puñetero demonio se personó. No pudo pedir un milagro ni hacer un trato. Cinco días buscó e invocó incesantemente sin ningún resultado. Cinco días hasta que Sam y su propio hijo decidieron hacer lo que era impensable para él.

Don't give up - SpanishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora