No sé cómo me imaginaba la casa de Annabeth Bailey. Se suponía que era el lugar donde más tiempo estaba mientras transcurrían las vacaciones, porque se suponía que era mi mejor amiga. La cosa es que cuando llegué ahí no sentí absolutamente nada. Esperaba recordar algo, un pequeño flashback, pero mi memoria parecía reacia a cooperar.
La casa era de color azul cielo y tenía un pequeño jardín delantero. Anna me había dicho una vez que ella era hija única y que sus padres estaban casados. Me sorprendió lo grande que era su hogar. Era incluso más grande que mi casa y a nosotros nos sobraba bastante espacio.
–¿Te gusta? –me preguntó ella a penas nos bajamos del automóvil de su novio.
–Es bastante bonita –asentí con la cabeza.
–Mis padres llegarán en la noche, así que tenemos la casa para nosotras solas –me mostró una sonrisa un tanto infantil y luego frunció las cejas, como si hubiera recordado algo muy, pero muy malo–. ¡No tienes ropa! O pijama, ni siquiera cepillo de dientes –se mordió los labios y miró hacia la calle–. ¿Quieres que llame a Rick para que se devuelva y nos lleve a tu casa?
Abrí bien los ojos y negué con la cabeza rápidamente.
–No, no, no. Estoy bien –ir a casa no. Todo menos ir a casa–. Puedo dormir en ropa interior y puedo usar esto mismo mañana. Me iré a casa lo lavaré e iré de inmediato a devolvérselo a Blue. Sobre los dientes... –me mordí el labio inferior–. Puedo ocupar mi dedo –levanté el índice con una mueca. Todo por no ir a casa.
Anna me miró como tratando de encontrar el tono de broma en mi voz. Fracasó.
Soltó un suspiro y entrecerró los ojos.
–No voy a dejarte usar eso otro día más –miró con desprecio la ropa que Blue me había prestado–. Te daré algo más.
Y sin más, caminó hacia la entrada.
Tomé aire y la seguí. Esta sería una noche interesante, sin duda.
***
–¡Sex and the City! –exclamó Anna con felicidad, mostrándome la película.
Alcé ambas cejas.
–¿Esa es mi película favorita? –pregunté sin convencerme completamente. ¡Dios!
–¡Claro que sí! –asintió rápidamente con la cabeza–. La veíamos todo el tiempo. ¡Hasta nos sabíamos los diálogos!
Interesante. Bastante interesante, porque en este mismo momento no me parece ni una pizca de interesante.
Traté de sonreír.
–¿Tenemos que verla?
Annabeth me miró como si estuviera bromeando. No lo hacía. De verdad no quería ver esa película. A mí me gustaban las películas de ciencia ficción y fantasía. Y esa no tenía ni una pizca de eso.
–Claro que tenemos que verla –chilló–. La uno y la dos. Ya verás que te va a volver a gustar. Es graciosa.
–No lo dudo –susurré con sarcasmo.
¿Dónde demonios me vine a meter?
Anna colocó la película y se sentó a mi lado mientras sacaba un montón de palomitas de maíz y se las echaba a la boca.
Juro que traté de concentrarme en la película. Pero simplemente no pude.
Mi menté comenzó a viajar en lo que Reed me había dicho la noche anterior. Me sorprendió el hecho de que tuviera razón. Tenía que dejar de intentar ser quien era antes del accidente y ser quien soy ahora.

ESTÁS LEYENDO
Forgotten
RomansaCuándo Kennedy Nelson despierta en un hospital sin recordar cómo o por qué llegó allí, la única forma de la que puede sentirse es perdida. Pero cuando se da cuenta de que, además de no poder recordar como llego allí, tampoco puede recordar nada de...