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Capítulo 8: Cuando la suerte te da la espalda...

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CAPÍTULO 8 

Cuando la suerte te da la espalda...


—Mi mamá trabajará para el padre de Dellan...

—¡¿Estás de coña?! ¡Y resulta que no te hablo y tu madre se acerca a un hombre! ¿Crees que al señor Rochester le haya gustado tu madre? ¡Oh, joder! ¿Te imaginas que Dellan y tú se conviertan en hermanastros? ¿Y que la empleada sea la señora luego? ¡Oh, cielos! ¡Cielito mío! ¡La atracción entre ustedes se hará más prohibida! ¡Así como en las telenovelas que ve mi abuela!

Mika escupe toda esa verborrea en el medio del pasillo del colegio, captando la atención de muchos. Siento mis mejillas sonrojarse y tomo un mechón de mi cabello oscuro castaño, observándolo como si ahí se encontrara la clave de la existencia.

—Por favor... no pronuncies su nombre tan alto aquí... —le imploro a Mika.

—¿De quién? ¿De Dellan Rochester? ¡Oye, Britt! ¡Te estoy hablando! ¡¿Me estás diciendo que no pronuncie el nombre de Dellan?! —levanta el tono de voz y le cubro la boca con mi mano derecha.

Más personas se agrupan disimuladamente alrededor de nosotras y el aire se hace más cálido.

—Sí, de él —digo por lo bajo.

—¡Oh, vamos! ¡Una vez que te interesa un chico me pides que no lo nombre! ¡Y yo pensaba que eras lesbiana y estabas enamorada de mí! Pensé que por eso no mirabas a nadie. ¡Ya me sentía culpable por no corresponder tu amor! —suelta ella y yo me quedo mirándola extrañada. ¿Realmente habla en serio o está bromeando? —Te iba a presentar a una amiga...

—Mika, deja de bromear, ahora.

—Te iba a organizar una cita para el próximo mes, te veía muy enfadada y quise...

—¡Mikaela Gómez! ¿Una cita?

—Sí, con Pía, una amiga que va a danza conmigo...

—Mika, que no salga con chicos tampoco quiere decir que me interesen las chicas, ¿vale? Simplemente quiero estar centrada en los estudios.

—Eres muy aburrida —dice y me encojo de hombros.

—Y tú muy impulsiva. —Le remato mientras escucho el timbre del colegio sonar, avisando que tenemos que entrar a nuestros salones y que el recreo se ha acabado.

—Aun así, me quieres —afirma ella—. Pero como amiga, eh.

—Eres imposible —pongo los ojos en blanco mientras saludo a Mika con mi mano.

Me dirijo a mi salón, sin poder evitar mirar hacia un costado y encontrar a Dellan —en el aula de enfrente, casi vacía— desparramado sobre su banco con expresión aburrida.

Entro al aula un poco antes que la profesora de literatura, que me sonríe al pasar y sostiene un libro entre sus manos. Coloca su gran cartera café sobre el escritorio y se saca el abrigo para colgarlo en el respaldo de la silla. Algunos compañeros hacen silencio al verla parada allí, pero otros siguen hablando.

—Hola, chicos —dice ella—. Necesito que hoy presten mucha atención. Por favor ¡hagan silencio! —grita eso último.

El aula se calla y la profe sonríe satisfecha.

—Bien, así me gusta. Hoy trabajaremos con algunos chicos de otro curso. Resulta que algún gracioso organizó que todos faltaran y sólo unos pocos vivieron de ellos. Así que me dijeron que pasaran la hora aquí porque allá no tenían profesores... —sobrepasa a todos con su mirada—. Veamos, ¿cuántos asientos libres hay?

El chico del salón de enfrenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora