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Capítulo 9: Tarea para el hogar

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CAPÍTULO 9 

Tarea para el hogar

—¿Qué tema están viendo? —pregunta Dellan en mi oído. Me sobresalto al tenerlo tan cerca de repente y lo miro mal. Después tomo mi carpeta de debajo del banco y abro en la sección de "literatura"; entonces le muestro la página de la última clase sin decirle una palabra—. ¿Poesías? ¡Oh, genial! La profe el año pasado nos dio para analizar esas cosas típicas. Ya sabes: estrofas, rimas, versos, sílabas. ¿Ya hicieron eso? —indaga, pero no le respondo, ni tampoco lo miro cuando me codea o cuando pone una mano enfrente de mis ojos. Entonces toma mi barbilla y logra que sus ojos conecten con los míos—. ¿Sabías que escribo poesía?

—¡Te pegaré otra patada si vuelves a tocarme! —espeto, corriendo su mano de mi rostro.

—Eh, chica Opal. Qué agresiva —dice, levantando ambas manos.

—¡Deja de llamarme así! ¡Ya me arrepiento de haberte mostrado ese libro! —¿Por qué elegí el libro titulado como Opal? ¿Por qué no elegí Opposition? Así no tendría manera de llamarme por un estúpido apodo.

—Oh, sí. Quizás deberías arrepentirte por haber llamado mi atención. O disfrutar de la compañía. Quién sabe, chica Opal. En una de esas te termino agradando.

—Mi nombre es Britt, Dellan. Britt. Be, erre, i, te, te —pronuncio las letras de mi nombre lentamente y con falsa calma, como si se tratase de un niño pequeño que recién está aprendiendo a escribir y no de un grandulón casi mayor de edad.

—Entonces, Beerreitete, tienes un nombre curioso. ¿Cómo se pronuncia? ¿"Birreitete"?

No puedo evitar reírme ante su estupidez. Sin darme cuenta, suelto una carcajada (aunque, por suerte, no lo suficientemente grande como para que me escuche la profesora, que se encuentra hablando con unas compañeras). ¡Algo así solamente se le puede ocurrir a él! Rayos, está desquiciado.

—Misión cumplida —suelta y luego formula una sonrisa triunfante.

—¿Qué misión? —Le pregunto.

—Hacerte sonreír.

Pongo mis ojos en blanco.

—Ya, claro.

—Me gusta tu sonrisa —se encoge de hombros—. Me gusta cómo se curvan tus labios, chica Opal.

—Ya basta, Dellan. No eres gracioso.

—Eres una vil mentirosa, Birreitete. Te reíste de mi broma hace apenas unos segundos.

Suspiro, repleta de frustración, y entonces recuerdo lo que él dijo en dirección. Sus palabras vuelven a mí nítidas, como si estuvieran siendo pronunciadas nuevamente. Él dijo que estaba enamorado de mí. ¡Enamorado! Me parece algo absurdo, pero una parte tonta dentro de mí quiere creerse el verso. ¡Qué boba! Sin embargo, esa pequeña partecita hace brotar la pregunta que no quería mencionar.

—¿Qué fue ese numerito en dirección el otro día?

—¿Eh? ¿Qué? ¿Cuál? —cuestiona sobresaltado, sin entender mi pregunta.

Pero antes de poder decirle "el que dijeras que estabas flechado por mí", la profesora comienza a dar las actividades.

—Bueno... Los chicos del último curso no tendrán profesora durante dos semanas, no pueden encontrar una suplente de la materia en ese tiempo, así que la directora Álvarez ha sugerido que los chicos se repartan durante los penúltimos años y que participen en las clases. Ustedes estarán conmigo conmigo, los que faltaron tendrán que ir con los cursos de economía y estudiarán materias contables —unas risas escapan de las compañeras de Dellan y se escuchan un par de burlas a las personas que faltaron.

Ellas disfrutarán de estar en literatura, sin saber que su compañero arruinará mi materia preferida.

—Como los chicos tenían música y en esta clase estamos estudiando poesía, he decidido unir ambas artes para crear...

—¡Profe! ¡Yo no sé de música! —grita alguien, adelantándose a la consigna.

—¡Yo tampoco! ¡No puedo crear canciones!

Y más gritos comienzan a sonar. La profesora aplaude captando otra vez la atención.

—Claramente no tienen que crear música, pueden hacerlo, pero sería exigir demasiado. Lo que quiero que hagan es más simple: quiero que encuentren un equilibrio entre ambas artes, que las unan de alguna forma. Pueden hacer un vídeo recitando u|n poema con música de fondo, pueden escribir sobre la música, ¡usar su imaginación! Incluso hacer que coincidan las sílabas de los versos, como en las canciones. No es tan complicado, chicos.

Muchos bufidos se hacen notar en el aula, pero yo estoy anonadada con respecto a nuestra tarea. ¡Crear! ¡Usar la imaginación! ¿Qué hicieron con la escuela? ¿En qué hermoso lugar me metí? Lo que siempre me hizo quejar del colegio, era que todo fuera tan rígido, que no pudiéramos expresarnos... ¡Es la tarea perfecta! Casi suelto un "¡gracias, profe!". Casi.

—Trabajarán de a grupos de dos o de cuatro personas.

¡Trabajaré con el idiota de Dellan! ¡¿Por qué?! No, no, no.

—¿No puedo estar sola? —pongo mi sonrisa más inocente, pero la profesora niega con la cabeza.

—¿Se puede de tres? —preguntan unas chicas.

—Sí —contesta la profe.

—¿Se puede de a seis?

—No.

—¡No es justo!

El aula es un revuelo de palabras y personas nerviosas por la nueva tarea. Miro hacia mi costado y los ojos de Dellan están sobre mí.

—Sé tocar la guitarra —me dice—, y escribo poemas. Tienes la tarea resuelta.

—No necesito que me ayudes.

—No es ayudarte, chica Opal. Es trabajar en equipo para el colegio, ¿te suena? —pregunta, regalándome una sonrisa burlona—. Me parece que tendremos que hacer un par de horas extras para terminar la tarea fuera del insti.

—No quiero verte fuera del instituto, Rochester.

—Oh, pero yo sí, Birreitete. Seré tu tarea para el hogar.

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Birreitete. 7u7

 7u7

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El chico del salón de enfrenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora