Solo un atajo hacía el cielo.

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La pena a cuestas.
A veces cuesta levantar la sonrisa
y las comisuras parecen cuestas hacia arriba.

Arriba está el cielo,
y yo venga a tener la cabeza mirando al suelo,
enterrando el pico en la tierra
no vaya a ser que alguien me lo cierre de una hostia.
A mí se me comió la lengua el gato
al que le mató la curiosidad.
Y por eso desde entonces escribo.

Escribo de noche,
describiendo al fantoche del piso de arriba
que pone música a las ocho de la mañana
y llora al mediodía.
Las letras en canciones tienen melodía,
pero algunas no dejan de ser poesía.
Ponte una de Silvio,
vamos a bailar hasta el final de la travesía.

La travesía empieza cuando pones el pie en la casilla de salida,
cuando tiran por ti los dados
y siempre suman cinco.
Mi número de la suerte.
La mitad que el del tuyo.
No creo en las casualidades,
pero.

Pero sin ti me siento como una media luna,
como una serpiente sin tierra
y un ángel obligado a vivir en el infierno.
La revolución empieza
siempre
de cero.
Y aunque el corazón sea de acero,
no sé empezar sin.

Somos dos cuadros torcidos
que juntos forman una cuesta.
Pero,
contigo,
la cuesta hacia arriba
es sólo un atajo hacia el cielo

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