CAPITULO 1

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Pasé años luchando con la oscuridad y ahogándome en el tormento. Y he pasado casi toda mi vida adulta tratando de examinar cuidadosamente cómo salir de la enredada telaraña de las heridas emocionales, de los despojos que dejó la oscuridad de mi infancia. Con paso trémulo he tenido que regresar a esos años en que era pequeña, deteniéndome con dolor en los diversos hechos que fueron moldeándome a lo largo de mi niñez. Y aprendí que, a veces, uno tiene que volver a su pasado para llegar a su futuro. Una noche soñé que mi trabajo consistía en limpiar cada una de las habitaciones de una gigantesca casa, casi todas eran dormitorios. Pertenecían a chicas de distintas edades, desde bebés hasta adolescentes y estaban llenos de ropa, de basura, de juguetes amontonados en pilas de hasta treinta centímetros de altura. La faena me abrumaba. En la primera habitación solo pude despejar un pequeño espacio donde pararme, empujando con los pies todo lo que había tirado. Decidí entonces ir a otro cuarto y volver a intentarlo. Sucedió lo mismo. Fui de habitación en habitación y el resultado siempre fue igual: solo lograba despejar algo de espacio alrededor de mis pies. Me sentía frustrada. No tenía idea de cómo empezar a limpiar y ordenar.

Mientras estaba allí, sin posibilidad de moverme, oí una voz. Supe por instinto que era la voz de Dios: «Ve al principio, allí donde comienza la casa», me dijo. En sueños, sabía lo que tenía que hacer. Me dirigí a la primera habitación, la sala principal, y empecé a quitar todo lo que había allí. Tiré todo lo que encontré: sillones, lámparas, alfombras, mesas, cuadros, libros... hasta que la habitación quedó vacía. Luego restregué las paredes, las pinté y solo traje de regreso los objetos que yo quería. Había logrado limpiar una de las habitaciones. Ahora sabía cómo volver a las demás, y cómo limpiar y ordenarlo todo.

Al despertar medité en lo que había soñado y vi que había cierta similitud entre la casa del sueño y los acontecimientos de mi infancia. Las diversas habitaciones me representaban a mí en distintas edades y en las áreas de mi vida que intentaba limpiar, ordenar o sanar, en mi edad adulta. Me impresionó la sencilla instrucción del sueño.

Vuelve al principio. Ya había explorado los primeros años de mi infancia con terapia y, aunque la idea parecía una locura, me pregunté si ese sueño significaba que tenía que repasar mi vida, desde antes de mi nacimiento. Tal vez pasó algo traumático mientras estaba aún en el vientre de mi madre. De solo pensar en eso me sentí estúpida. ¿Volver al vientre? ¿Qué sentido tendría eso? ¿Cómo podría algo que ni siquiera viviste o conociste tener un efecto tan traumático en ti, en tu vida, mucho tiempo después? Sin embargo, quería hacerlo. Estaba desesperada.

Me perturba saber que experimenté la violencia incluso antes de salir al mundo real. Eso me hace pensar que aparecí de repente, sin que nadie me deseara. En serio, ¿qué bienvenida puede esperar un bebé que llega a una familia en la que impera el abuso físico? Pareciera que mi futuro estaba marcado y manchado ya desde el principio.

desde el principio. Mi mamá, Diane, era la mayor de diez hermanos. Conoció a mi papá y quedó encinta cuando tenía dieciséis años, por lo que decidieron comenzar una nueva vida, juntos, en la ciudad de Timmins, Ontario, en Canadá, y al fin se mudaron a Stratford, a diez horas de allí. Mi hermano Chris nació en 1967 y solo dieciocho meses más tarde llegó Sally, la hermana que nunca conocí. Cuando Sally tenía cinco años, su vida llegó a un trágico fin. En ese momento mi madre tenía cuatro meses embarazada de mí.

Me dijeron que fue una fría mañana de noviembre, cuando mi hermano y Sally se preparaban para cruzar la calle y dirigirse a la casa de la mujer que los cuidaba. Mientras salía el sol, Chris y Sally iban de la mano, caminando juntos hacia allí. Tal vez Sally quería ir más rápido. O quizá no querría caminar de la mano de su hermano. Nadie sabe por qué, pero se soltó. En un abrir y cerrar de ojos, soltó sus deditos de la mano firme de Chris y cruzó la calle corriendo mientras reía, contenta. No vio el auto que se acercaba. Chris lo vio. Y gritó. Pero demasiado tarde. Porque Sally murió al instante.

Del ABISMO A LA LUZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora