Aunque habían pasado años desde que lo vi, extrañaba a mi papá. Quería que volviera. Desde muy pequeña, vivía esperando el momento en que el teléfono sonara y fuera él quien llamara. Tenía el libreto memorizado. Papá estaría arrepentido, lamentando habernos dejado, y me diría cuánto me amaba y que volvía a casa para quedarse para siempre. Repetiría: «Lo siento», hasta que sus palabras sanaran mi corazón roto y me quitaran esa tristeza que cargué por tantos años.
Cuando cumplí nueve años, apenas quedaba una pizca de esa esperanza. Seguía con la fantasía de que él me rescatara, en especial porque no me había conectado emocionalmente con ningún otro adulto, ni siquiera con mi mamá ni con mi padrastro.
Un día, ese año, llegué a casa de la escuela saltando por la puerta del frente. Iba hacia la cocina a buscar una merienda cuando vi que mamá estaba sentada en el sofá con un hombre extraño. Hablaban en voz baja. La tensión era evidente. Mamá tenía los hombros rígidos, se veía incómoda. Y el hombre se veía nervioso. Cuando me vio, mamá se puso de pie y se alisó los pantalones.
«Pattie», dijo con voz monótona. «Este es Mike... tu padre». El hombre alto y delgado que estaba a su lado se puso de pie. Parecía una torre, en comparación conmigo, un gigante. Lucía nervioso y no dejaba de juguetear con las manos. ¿Era este mi papá? ¿El hombre al que había esperado toda mi vida?
Parpadeé. Muchas veces. Me atraparon con la guardia baja. Por mucho que me imaginé ese momento tantas veces en mi cabeza, no estaba preparada. No estaba segura de cómo reaccionar. Definitivamente sentí mucho entusiasmo; como mariposas revoloteando en mi estómago. Pero no pude moverme. Tenía los pies pegados al piso.
Mi papá me miró a los ojos y sonrió: «Hola, Pattie», dijo en tono amable.
No recuerdo que hayamos tenido el momento que había soñado despierta durante siete años, ni siquiera algo parecido. Aunque no teníamos una conexión palpable, tampoco se percibía demasiada incomodidad. Digamos que éramos una compañía agradable, lo suficiente como para que esa noche pudiéramos disfrutar de una cena agradable, junto a mi hermano, Chris. Los tres fuimos después al centro comercial y mi padre me compró un tierno muñeco E.T. Yo estaba fascinada. Reemplazaría a la Pulgarcita, secuestrada y destrozada por mi hermano poco después de que papá me la diera.
Esa noche mi papá volvió a su casa, a Timmins, a diez horas en auto; pero prometió que nos mantendríamos en contacto. Pasada la sorpresa y la impresión, me sentí muy emocionada. No cabía en mí de la alegría. Papi había vuelto. Me sentía en las nubes sabiendo que tendría una relación con él. Que le importaba nuevamente. Ese era mi momento y nada podría quitarme a papá. Nada.
Esa noche mi papá volvió a su casa, a Timmins, a diez horas en auto; pero prometió que nos mantendríamos en contacto. Pasada la sorpresa y la impresión, me sentí muy emocionada. No cabía en mí de la alegría. Papi había vuelto. Me sentía en las nubes sabiendo que tendría una relación con él. Que le importaba nuevamente. Ese era mi momento y nada podría quitarme a papá. Nada. Papá cumplió su promesa. Recuerdo que llamaba a menudo por teléfono. Y hasta me envió por correo el mejor regalo que haya recibido jamás. Le había estado pidiendo a mamá una televisión con canales de cable para mi dormitorio, pero no había tomacorrientes en el piso superior. Papá me envió por correo el cable más largo que haya visto en mi vida, para que pudiera conectar mi televisor a la línea de abajo. A mamá no le gustó mucho, porque el cable recorrería toda la casa, desde abajo hasta mi cuarto, pasando por la sala, el pasillo y hasta mi dormitorio. Pero yo estaba feliz, ¡felicísima! ¡Cable, en mi cuarto! ¡Ahhhhh!
Pocos meses después de que nos visitara papá, mi hermano ya había hecho planes para pasar el verano con él, su esposa y la familia que tenía ahora. La misma mañana en que Chris debía viajar, mamá recibió una llamada telefónica. Eran las seis y media. No oí el timbre del teléfono pero sí que se abría la puerta de mi habitación y que mamá se acercaba a mi cama. Yo estaba medio dormida todavía, como en una nebulosa.

ESTÁS LEYENDO
Del ABISMO A LA LUZ
Rawak"A mi Padre celestial, por ser el Redentor al que nadie supera". bueno este es el libro de PATTIE MALLETE ( LA madre de Justin Bieber) se que algunas personas quieren leer el libro pues le are el favor de leerlo espero que lo disfruten no importa...