Estoy perturbada Me siento vacía No sé lo que quiero Consuelo, amor y, sobre todo, atención Levanté un muro alrededor de mi corazón Estoy preocupada Estoy triste Llena de pesar Pesar por no decir que no Cuando era pequeña Cuando sentía curiosidad Cuanto tenía esperanzas.
Escribí este poema el 20 de mayo de 1992, el día antes de que me internaran en el Hospital General de Stratford. La evidencia de que necesitaba ayuda era permanente. En mis gritos mudos. En mi mala conducta. En la rebeldía. Señales todas de que luchaba por tener atención, porque alguien se detuviera, me escuchara y me dijera que le interesaba. Como tantos otros, sufrí en silencio, sin saber cómo salir, a rastras, del pozo de la desesperación a la luz. Lo único que sabía era que iba a matarme.
No era la primera vez que quise hacerlo. Casi dos años antes, escribí en mi diario: «Estoy tan deprimida en los últimos tiempos, que me la paso llorando. He pensado en suicidarme un par de veces, pero dudo que llegue a ser lo suficientemente estúpida como para hacerlo». Supongo que, por fin, lo serpunto Nada sucede de la noche a la mañana. Me oprimían distintas presiones: la del abuso sexual, la de mis profundas heridas de la infancia y el simple hecho de ser adolescente. Con esto último, basta. Porque cuando eres adolescente, estás enredado en un enmarañado caos hormonal. Es una montaña rusa que comienza en la pubertad. Suceden muchísimas cosas. Aparecen los cambios de ánimo. Intentas encontrar tu identidad, pero pisas arenas movedizas. Te sientes aplastada, arrinconada en ese punto frustrante en el que no eres niña ni tampoco adulta.
A eso se añaden los problemas emocionales y mentales que te acosan desde que eras más joven. Si no resuelves todo eso o, al menos, tratas de arrancar de raíz lo que te los causó, van a afianzarse más. Y a medida que pase el tiempo tu conducta empeorará.
Ese estado es terreno fértil para caer en el abuso de las drogas y el alcohol. Así era como yo acallaba mi dolor. Y también era como empeoraban mis problemas emocionales, ya que eso contribuía a mis severos cambios de ánimo. Mis «éxtasis» eran realmente altos y mis «caídas» demasiado profundas. Estaba emocionalmente inestable, incapaz de hallar el equilibro. Tampoco ayudaba el hecho de sostener una relación temperamental.
No protesté cuando mamá sugirió que fuéramos al hospital, una parte de mí sentía que tenía que ir. Pero me daba vergüenza, como si un nubarrón pendiera sobre mi cabeza, listo para explotar. Y sabía dónde iban a ponerme: en el pabellón siquiátrico. El estigma del «piso de los locos» empezó a susurrarme seductoramente al oído:
Loca, estás loca, Pattie. ¿Quién podrá amarte ahora? ¿Qué clase de chica es esa que termina con los locos en el hospital?
Cuando mamá firmó los formularios de consentimiento, aquella voz que me condenaba en mi interior se hizo más fuerte, por lo que me fue casi imposible convencerme de que no estaba loca ni estúpida; sino que solo era una chica con el corazón roto y que necesitaba ayuda. Entonces, cedí. Me rendí. Ese último poquito de fe y esperanza al que me aferré había sido destruidpara Diecinueve días estuve en el hospital, mucho más de lo que imaginé. Pero quiero aclarar una cosa. El pabellón siquiátrico no tiene nada que ver con lo que muestran tantas veces en las películas. Ese piso no era un zoológico humano lleno de pacientes ensuciándose sus pantalones ni siendo perseguidos por los enfermeros. No vi gente andando como zombis, en trance, por los pasillos ni hablando con fantasmas. Ni me crucé con pacientes violentos que necesitaran chalecos de fuerza para que no destrozaran la sala de la televisión. El pabellón, en realidad, era tranquilo. Y triste. Mi compañera de habitación estaba allí porque intentó suicidarse tomando un montón de píldoras. Se veía normal, amigable, educada. Como yo. Pero si prestabas atención a su bello rostro, podías discernir que sus ojos distantes tenían por delante algo así como un velo opaco. Supongo que es fácil reconocerlo si lo ves todos los días en el espejo.

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Del ABISMO A LA LUZ
Random"A mi Padre celestial, por ser el Redentor al que nadie supera". bueno este es el libro de PATTIE MALLETE ( LA madre de Justin Bieber) se que algunas personas quieren leer el libro pues le are el favor de leerlo espero que lo disfruten no importa...