Charles se estaba preparando. Le gustaba llegar temprano a todas los holgorios, no porque le gustaran, en el fondo lo odiaba. Creía que la mayoría de la gente solo iba a comer y a alardear acerca de cuanto dinero, casas y joyas tenían. Si asistía era solo porque asistía toda la gente importante. Tenia que hablar con el sr. Bradbury, quería impresionarlo para que aceptara vender su casa en el bosque (donde se realizaría el holgorio). Vagamente sabia porque se celebraba dicha fiesta, algo de una bienvenida. Charles amaba esa casa desde la primera vez que la visito.
-¿porque te arreglas tan temprano Charles?- esa era la inconfundible voz de su madre. Volvió la vista hacia ella y sonrió.
-Quiero hacerle una propuesta irrebatible al sr. Bradbury acerca de la casa del bosque, y quiero hacer acto de presencia temprano.- ante su respuesta, su madre se vio extrañada.
-Pero, esa casa ya esta vendida.- Charles, con cara y pensamiento de incredulidad pregunta:
-¿De verdad, madre?, pero si hace una semana seguía desocupada, ¿quienes son los nuevos huéspedes?- pregunto, ahora decepcionado.
-Son nuevos en el pueblo; los Collingwood.
Charles, ya listo, se subió al automóvil. Y se despidió de sus padres, que llegarían un poco tarde a la reunión. En el momento en que el automóvil se prendió, Charles se tenso, pues eran pocas las veces que tuvo la "dicha" de subirse a tan avanzado invento. Charles los odiaba. Creía que no había razón para su uso, prefería los carruajes. Eran mas cómodos. Pero el mundo contrastaba con su opinión. todos creían que 1915 ya era una época moderna, y que debían actualizarse.
Tardo un poco en llegar, pues a pesar de que el extravagante medio de transporte era rápido, la casa estaba lejos. Charles no conocía a los Collingwood, pero en el fondo los odiaba. No creía que ellos poseyeran el mismo aprecio que Charles tenia por esa casa.
Llego a su destino y se alegro de haberse ido tan temprano, pues la fiesta estaba a punto de comenzar. Subio las interminables escaleras hasta llegar a la entrada, donde lo recibió el mayordomo de la casa, el cual le quito el abrigo, Charles agradeció y se interno en su pequeña aventura. Saludo a mucha gente, y sonrió a muchas damas que se sonrojaban bajo su mirada. No era arrogante, pero sabia que era guapo. Busco con la mirada al señor Bradbury, cuando lo encontró fue hacia el con la determinación de pedirle una explicación, pero lo detuvieron para presentarle al recién dueño de la casa, la persona que menos quería ver en esos momentos.
-Charles, te presento al señor Collingwood, es nuevo en el pueblo y no le vendría mal un amigo.- comento el señor Aldridge.- ademas se que...
Pero Charles y no estaba escuchando, se vio aturdido por tanta belleza en una sola persona... una mujer. Aunque Charles afirmaba con determinación la inexistencia de la perfección, se vio dubitativo al ver a la mujer por la que podrían cambiar la definición de perfección en el diccionario.
No pudo apartar la mirada de esos ojos color ámbar, muy cerca de ser miel, que se arrugaban en las esquinas por la enorme y coqueta sonrisa que mostraba unos bellos hoyuelos que Charles ansiaba besar; observo el enorme vestido que dejaba su cuello y una parte de su pecho al descubierto; dejaba ver solo lo suficiente. Su mirada paso a su cabello café, que estaba arreglado en ondas y agarrado por encima de su cabeza, finalmente su mirada se poso en sus bellos labios rojos que dejaron de sonreír en cuanto se encontraron con los ojos de Charles. La intensidad y las cosas que se decían con la mirada era irreal. Charles nunca había sentido algo así por nadie, claro, hubo algunos enamoramientos, pero nunca amor, nunca como lo que sintió en ese momento al observar a esa hermosa dama. Lo único que pudo decir, por culpa del aturdimiento fue:
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Blanco como el invierno.
FantasyEscucha con atención lo que estoy a punto de decir... Es un secreto importante. Como todo secreto, este debe ser conservado hasta que la comisura de una sonrisa, o, unas manos incontrolables puedan sacartelo. "Soy un fantasma" un fantasma enamorado...